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La Izquierda Diario
28 de julio de 2016 Twitter Faceboock

SUPLEMENTO CLAVES DE LA POLITICA INTERNACIONAL
Latinoamérica y Argentina: La unidad de los trabajadores no tiene fronteras
Eduardo Molina

Para enfrentar el ajuste y los ataques contra el salario, el empleo y las condiciones de vida y de trabajo, es necesario unir lo que la patronal y los burócratas dividen, tanto en la fábrica, como en el barrio.

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La defensa de los y las trabajadores inmigrantes y la lucha por la unidad entre nativos y extranjeros es una cuestión de extrema importancia para el movimiento obrero también en América latina, especialmente en un país como Argentina, donde el pueblo trabajador se ha nutrido históricamente de los más diversos flujos migratorios, en la actualidad, sobre todo de los provenientes de países hermanos del Cono Sur, como Paraguay, Bolivia, Perú, Chile o Uruguay.

La burguesía argentina, como las demás burguesías latinoamericanas, ha fomentado siempre los prejuicios antiinmigrantes, la xenofobia, junto a la discriminación racial y de género, para dividir a la clase trabajadora y negar a sectores de la misma derechos sindicales y políticos elementales. Fue y es un arma de importancia para abaratar la fuerza de trabajo, debilitar la organización obrera y envenenar la conciencia popular.

En tiempos de crisis, esta tendencia reaccionaria se refuerza, como vemos hoy en la escandalosa política antiinmigrantes en Europa o en el discurso antimexicano de Donald Trump en EEUU.

En Argentina y otros países de nuestra región, los capitalistas convirten a precarizados, mujeres e inmigrantes en trabajadores de segunda y “descartables”. La burocracia sindical es parte esencial de ese juego, pues no sólo no tienen ninguna política para organizar a estas enormes franjas obreras, sino que muchas veces es agente de transmisión de los peores prejuicios, en especial contra los inmigrantes.

Para enfrentar el ajuste y los ataques contra el salario, el empleo y las condiciones de vida y de trabajo, es necesario unir lo que la patronal y los burócratas dividen, tanto en la fábrica, como en el barrio. Las comunidades de inmigrantes constituyen alrededor del 4% de la población argentina y son un contingente importante de nuestra clase trabajadora y del pueblo más humilde y explotado. Que se pongan de pie, se hagan escuchar y conquisten lo que les corresponde es de interés de todos los trabajadores en Argentina, sería un importantísimo refuerzo a la lucha común.

Por eso, es preciso imponer en los sindicatos y organizaciones populares la lucha por plenos derechos laborales, sindicales y políticos para los y las inmigrantes y contra toda forma de discriminación y xenofobia.

Esto significa denunciar la criminalización que hacen los medios, la policía y la justicia de los inmigrantes y de los barrios y villas populares donde muchos de ellos habitan, careciendo de acceso a trabajo y vivienda digna. También combatir toda discriminación en el acceso a la escuela, la salud, la justicia, la documentación, etc. Si se los considera “aptos” para ser superexplotados, entonces les corresponden plenos derechos políticos, incluso a votar y ser elegidos a nivel nacional.

Los estatutos sindicales ponen límites a la representación de los obreros inmigrantes (los principales cargos nacionales están reservados a argentinos) y hacia abajo, su acceso a la afiliación, a ser delegados, etc., están cercenados por la burocracia pese a que en ciertos sectores, como la construcción, textiles y vestido, el trabajo agrícola, el trabajo doméstico y otros, entre los más precarizados, duros y peor pagos, un importante componente son los hombres y mujeres inmigrantes.

Esta lucha por la unidad de la clase obrera “fronteras adentro” tiene otra dimensión, que le es inseparable y no menos importante, de cara a la necesaria unidad latinoamericana e internacional de los trabajadores. La existencia de millones de trabajadores, mujeres y jóvenes inmigrantes en Argentina, como en otros países de la región con miles de lazos de todo tipo, para la unidad de la clase obrera. No podemos olvidar tampoco a las decenas de millones de “latinos” en EEUU. En conjunto, constituyen una red de “puentes” para la unidad de la clase trabajadora a escala internacional. La clase trabajadora es una sola y su bandera, el viejo grito de guerra obrero y socialista ¡Proletarios de todos los países, uníos!

En nuestro continente la lucha común contra los ajustes de los gobiernos al servicio de los capitalistas y la sumisión al imperialismo, demanda la unidad de los trabajadores nativos e inmigrantes, la poderosa fuerza social que puede llevar hasta el final la lucha contra el imperialismo y sus socios y agentes locales. Este es el único camino para conquistar la necesaria unidad económica y política de nuestros países en la construcción de una Federación de Repúblicas Socialistas de América latina.

 
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