No hay una estética dominante que prime. Tampoco una distribución espacial que funcione como núcleo atrayente. Ni el estilo característico de un bar tradicional de Buenos Aires, ni el estereotipo de las cadenas de café transnacionales que invaden las esquinas de los grandes centros urbanos. La Barbarie, un emprendimiento autogestionado por siete jóvenes entusiastas en el barrio de Constitución, se posiciona en sentido contrario a toda lógica mercantil. Reducir la presencia del mercado constituye un desafío, pero también es un estilo como parte de un enfoque contrahegemónico que propone una gestión comunitaria, horizontal y cooperativa. Esa es su carta de presentación y, a la vez, su esencia y rasgo distintivo.
La Barbarie nació allá por agosto de 2002, al calor de un conjunto de movimientos sociales que surgieron como respuesta a la crisis de 2001, y por impulso de un grupo de militantes nucleados dentro de la agrupación estudiantil “La Cooke” (en referencia a John William Cooke), en la antigua sede de la Facultad de Ciencias Sociales ubicada en Parque Centenario. “En ese momento, se tomó un aula que estaba en desuso porque no estaba en condiciones para funcionar y se comenzó a construir un comedor. Nace por un lado por un déficit infraestructural y por otro, como una carencia ya que no existía un comedor estudiantil a precios populares. Luego se fueron incorporando otros integrantes, con nuevas ideas y pensamientos. Y fue mutando su impronta”, explicó Brian, el ruso, integrante del proyecto desde junio de 2011, en una charla distendida mientras cocina junto a Daniel, otro de los miembros del colectivo.
Con el traspaso de las carreras de Comunicación, Trabajo Social y Ciencia Política, las autoridades de la gestión decidieron el desalojo de la antigua sede y tuvieron que mudarse a la esquina de Santiago del Estero y Humberto Primo en septiembre de 2012, a metros del nuevo edificio de la Facultad de Ciencias Sociales. En la actualidad, resiste como un espacio de encuentro sin obligación de consumo, en el que se ofrecen todo tipo de propuestas culturales y gastronómicas: desde un ciclo de cine alternativo (Bafisu 2014) y la lectura abierta de poesía (Poesía Bárbara), hasta locros populares y comidas típicas, entre otras actividades. Las decisiones son producto de debates y de la generación de un consenso entre todos los integrantes del colectivo.
En cuanto al nombre, tanto Brian como Daniel coincidieron en que “es una herencia que responde a la reinvidicación de la barbarie exterminada por la civilización”, en relación al modelo dicotómico acuñado por Sarmiento en el Facundo. Aunque también se admiten otro tipo de interpretaciones. La barbarie, tomada como categoría antropológica en términos de acumulación y progreso, remite a un estado caótico de las cosas debido a la ausencia de cultura. En esa misma línea teórica y teniendo en cuenta la experiencia de la Barbarie, los conceptos bien podrían invertirse: todo aquello que agrupe los ideales dominantes de la civilización y su orden establecido, podría ser considerado como barbarie. Y viceversa. Se trataría entonces de un sistema que comete actos de barbarie con el disfraz de la civilización. Y de una corriente bárbara que toma esas relaciones y las resignifica, eliminando de plano la competencia disciplinadora y la jerarquía.
Desde mediados de este año, integran el Encuentro de Colectivos de Trabajo Autogestionados, una novedosa iniciativa que agrupa a distintas cooperativas y promueve la articulación en red de emprendimientos de este corte. “Políticamente es lo más cerrado que tenemos”, contó Daniel. A partir de este funcionamiento integral, apuntan al reemplazo progresivo de los insumos, con el objeto de promover un sistema de producción libre de explotación.
No ajenos a la coyuntura político-económica que atraviesa el país, en el último tiempo buscan alternativas para seguir sosteniendo la causa y un mínimo de rentabilidad. A causa del receso universitario que comienza en diciembre, resulta necesario atraer otro tipo de público para poder afrontar los gastos fijos y cubrir los salarios. “La realidad es que todavía no sabemos que vamos a hacer”, confió Carla. Pese a la incertidumbre del momento, no renuncian a su ideal. “Lo que nos define no es nuestra estética ni nuestra imagen, si no lo que tratamos de hacer cotidianamente, el tipo de relaciones que tratamos de configurar. Ese tiene que ser el anclaje para interpelar a aquellos que no piensan como nosotros”, sintetizó Brian.
Conscientes de las limitaciones propias de un proyecto de esta envergadura, intentan superar las tensiones, pero no dejan de apostar a otro tipo de lógica y de horizontes igualitarios e inclusivos. A contramano de cualquier estructura existente, la Barbarie continúa.
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