Algunas experiencias que me empezaron a abrir los ojos
Vengo de una familia de clase trabajadora. Siempre destaqué el esfuerzo que hizo mi viejo para tratar de que no nos faltara nada. No teníamos ropa de marca pero la comida jamás faltó. Se veía el esfuerzo que él hacía: era camionero, hacía viajes largos y estaba un montón de tiempo sin compartir con nosotros. Se perdió parte del crecimiento, de nuestra infancia y es como que yo asimilé esa cultura del trabajo.
De chico era bastante independiente. Entonces me quería mantener solo. Empecé a trabajar a los dieciséis años en una gráfica, en las vacaciones de verano. Y seguí trabajando por la tarde, los días que no estudiaba, porque iba a una escuela técnica que tenía doble turno. Hasta que terminé el colegio. Trabajé todos los días completos y quedé efectivo.
Empecé normalmente sin darle mucha importancia. Pero vi lo que se siente ser un trabajador dentro de una fábrica, la explotación que se vive todos los días, tener que agachar la cabeza y demás.
Era joven y bastante rebelde. Charlando con compañeros que queríamos cambiar las condiciones de trabajo tuvimos la iniciativa de organizar el taller, sin conocer nada, siendo yo más bien antipatronal y medio anarquista.
Como había temor de los demás compañeros de postularse a delegados y ser despedidos, decidí postularme. Pero como era muy joven mis compañeros decían que no tenía conocimiento suficiente como para hacerlo. Así que quedó otro compañero como delegado.
Esa fue mi primera experiencia. Vi cómo, más allá de tener delegados dentro de la empresa, no cambiaba nada porque venía la burocracia y charlaba con la patronal en vez de enfrentarla. Hubo despidos de compañeros, el delegado jamás planteó nada, decía ‘’mientras te indemnicen, todo bien’’.
Hasta que me tocó a mí el despido. Quise reclamar por mi reincorporación sin saber cómo, cosa que no se pudo. Pero aprendí a plantarme frente a la patronal y vi también cómo el Ministerio de Trabajo me cerraba la puerta en la cara.
De ahí pasé a trabajar a un depósito de maderas donde, una vez más, me despidieron. En esa oportunidad me encontré en la calle, sin obra social, con mi hija de un año y su mamá con tratamiento oncológico. Imagínense la situación.
Mi segunda experiencia sindical fue en un taller en San Martín, en la gráfica Franco y en peores condiciones todavía, donde los ritmos de producción eran altísimos porque la empresa contaba con maquinaria más avanzada y pedía mayor productividad.
Ahí había un compañero de una corriente de izquierda (el Partido Obrero) que me llevó a la ideología de la izquierda, del marxismo. Pero erradamente y en definitiva sólo en lo sindical.
Organizamos el taller. Fue muy difícil empezar a hablar con los compañeros. Convencimos a la mitad pero terminó en una derrota porque nos cerramos solamente en la fábrica y no en tratar de organizar hacia fuera, políticamente y buscar solidaridad de otros sectores, de otros gremios, de juventud, estudiantes y docentes.
La burocracia, al enterarse que la comisión interna era de izquierda, nos dejó aislados sin medidas de lucha, cuando podríamos haber hecho un montón de cosas.
Quedé muy golpeado, porque muchos compañeros, algunos mayores de cincuenta años con problemas de salud y otros jóvenes pero “rotos” por los ritmos de producción, perdieron su trabajo y hoy en día están changueando. Esto pasó hace más de tres años.
Luego también yo fui despedido. Después de eso no quise saber nada con el sindicalismo. El delegado del PO, que nosotros elegimos, tuvo gran importancia porque nos manejamos con su política. Pero él nunca planteó que había que organizarse políticamente, que había que discutir lo que era el Estado. A su vez quedó una mala imagen en ese momento de la izquierda en los compañeros porque este delegado, que fue el último al que despidieron, tenía fueros gremiales y cuando lo echaron se fue con cien lucas abajo del brazo, siendo que había otros que todavía hoy están en juicio y no lo cobraron. De ahí yo quedé con un rechazo al PO.
A los meses de ser despedido ingresé en otra fábrica gráfica, Cortiñas, también en San Martín, dirigida por la Lista Verde del sindicato. Ahí la patronal argumentaba crisis, estaba en convocatoria de acreedores, los aguinaldos los pagaban en cuotas, estábamos en medida de fuerza, laburando a media máquina.
Un fin de semana largo la patronal aprovechó para llevarse la maquinaria y vació la empresa. Dije ‘’¡otra vez en la calle! ¡otra vez sin laburo!’’.
En su momento la gran mayoría de los compañeros querían luchar pero hubo un aplacamiento por parte de la burocracia de realizar medidas de lucha, ni hablar de un paro nacional, y algunos compañeros se terminaron yendo. Siendo que gran parte de las fábricas gráficas como Donnelley, Worldcolor, o Poligráfica del Plata, por nombrar algunas que también habían sido cerradas de manera fraudulenta, casi ni las nombraban.
Yo sabía de ellas porque de nuevo había empezado a leer periódicos de izquierda. Mucho antes había visto por televisión el conflicto de Lear donde la Gendarmería golpeaba a los trabajadores. No lo podía creer y en el fondo sabía que tenía que estar ahí acompañando, que somos parte de la misma clase trabajadora.
Conclusiones que terminaron cambiándome la vida
En el predio de Cortiñas se realizó un festival y se acercaron compañeros del PTS y nos hicieron una nota. Yo estaba un poco molesto con la izquierda por mi experiencia anterior y tenía desconocimiento de que al Frente de Izquierda lo integraban tres corrientes y pensé que se acercaban para hacer alarde. Pero ellos habían ido a apoyar e invitar a coordinar acciones con otros trabajadores en lucha.
Ése fue el inicio del cambio. Empecé a discutir con el PTS distintos temas de política, sindicales, cuestionamientos del Estado y sus instituciones. Participé en distintos tipos de actividades, encuentros obreros, cortes. Observé que había un montón de trabajadores que estaban dispuestos a luchar, tenía que ser parte de eso.
Todas esas experiencias que tuve, tanto sindicales como también ver distintas personas, con su nivel de vida, tratando de llevar el mango a su casa, inclusive en mi casa con mi viejo, laburando más de veinticinco años en el mismo lugar tratando de tener algo y así y todo sus condiciones de vida no cambiaron.
¿Por qué los pobres siempre tienen que ser pobres y los ricos tienen que ser ricos? Entendí que para cambiar eso uno tiene que organizarse dentro de un partido revolucionario. Para mí hoy en día ese partido es el PTS. Ahora me encuentro militando, tratando de discutir con distintas personas para que ellos también abran los ojos como en su momento yo lo hice, que se organicen no sólo obreros sino también estudiantes, docentes y juventud.
Les propongo que conozcan al partido y que ellos traten de entender lo que yo entendí, que si no nos unimos para cambiar las condiciones de vida lamentablemente vamos a seguir así. Que es la única salida que tenemos.
Y ahora más que nunca, ya que tenemos el presidente de derecha Macri que todas sus políticas están a favor de los empresarios, las medidas que está tomando, despidos, tarifazos, ajuste que están destrozando las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Las burocracias sindicales siguen como siempre mirando para otro lado y los demás partidos patronales como el Frente para la Victoria también.
Para frenar eso la única medida es organizándonos con la izquierda combativa. Yo quiero y les digo a los trabajadores con los que hablo que se sientan parte de La Izquierda Diario y que puedan ellos escribir sus notas, contando sus experiencias de vida, sus condiciones precarias de trabajo, para que sirva tanto para ellos como para los que lo leen, ¿no?
Que sea un diario donde nosotros tenemos voz, no como los diarios burgueses. Que sea un organizador. |