Durante más de 25 años trabajó como obrero en una fábrica textil, hasta que se fundió entre los años ‘70 y ‘80 durante la gran crisis de las fábricas nacionales.
En noviembre de 2015 mi abuelo fallece a la edad de 75 años. Nuestra familia no sólo tuvo que enfrentar la pérdida física y emocional, sino que tuvo que enfrentar por sí misma los altos y casi inaccesibles gastos de sepelio por los que tanto el banco como Pami y Anses retenían parte de su sueldo todos los meses.
Pero no termina acá. Hace menos de una semana, se nos informó que el banco donde se depositaba la jubilación está iniciando un juicio a mi tía, apoderada de la cuenta de mi abuelo. La acusan de fraude por retirar su sueldo el día en que él fallece, para poder pagar el velatorio por el cual ellos no se quisieron hacer responsables. De nuevo, a pesar de que se le retenía un porcentaje en concepto de seguro de vida que, se suponía, cubriría parte de los gastos velatorios.
La firma de abogados que representa al banco nos dijo que recién se nos alcanzarían los papeles necesarios para realizar los reclamos en PAMI una vez que paguemos la “deuda”, que no es más que el sueldo por el que mi abuelo trabajó y aportó toda su vida.
Así vivimos, en un sistema que roba a los trabajadores hasta en la muerte y endeuda a los que quedamos. Aunque mi mamá me repita que “así es la vida del pobre” o que “hay que seguir para adelante”, sé que el sistema capitalista es el que nos sigue y sigue oprimiendo. Por eso la salida es luchar junto a mis compañeros para cambiar esto. | 
