La ofensiva ideológica contra la idea de “clase obrera”
En el artículo aconseja leer el libro de Owen Jones “Chav, la demonización de la clase obrera”. Además, explica que el capitalismo desde los años 50 se ha lanzado a una cruzada ideológica para acabar con el concepto de “clase trabajadora”, para sustituirla por otro basado no tanto en la posición social sino en la renta de las personas. Así, la clase capitalista o clase obrera se vendría a sustituir por “clase alta, clase media y clase baja”. El objetivo del capitalismo, como correctamente explica Navarro, “era evitar por todos los medios que se estableciera una conciencia de clase, ocultando o intentando evitar cualquier percepción que significara el reconocimiento de la existencia de clases sociales que pudieran estar en conflicto”.
Lo cierto es que es raro encontrar a intelectuales reconocidos que empiecen a denunciar que existe un ocultamiento sistemático a la existencia de la clase trabajadora (trabajo asalariado), sobre todo desde los años 80. Y hasta se pueden contar con los dedos. Recuperar estas definiciones es necesario para reconquistar no solo la memoria histórica de esta clase y su lucha sino para que la clase obrera sepa que su posición en la estructura económica, independientemente de la variabilidad de su renta, es determinante para derrotar a la casta política y a los capitalistas que empobrecen a las mayorías.
Los capitalistas creen en la clase obrera
Pero si a los capitalista les servía negar la existencia de la clase obrera en el marco de las derrotas y traiciones sufridas por ésta hace 30 años, tras la Gran Recesión del 2007 y el lento despertar de los trabajadores en todo el globo, la burguesía empieza a ver que negar la realidad no le va a servir de nada. Hasta el propio Fukuyama, prototipo del establishment noventero, tuvo que reconocer recientemente que la clase obrera existe y que los políticos como Donald Trump tienen que empezar a ponerla en el centro del discurso político, cosa que ya está haciendo. Y a Fukuyama no le falta razón. Hasta los intelectuales de la burguesía tienen que reconocer el peligro potencial de esta clase. Negar su existencia no le ayudará a pensar como canalizar, engañar, aplastar y, si puede, negociar con las algunas capas privilegiadas de trabajadores para preparar su futura derrota.
La izquierda radical fue parte del problema
En este sentido, al artículo de Navarro habría que añadirle un matiz al principio. Que esta campaña ideológica no fue solo cosa de la burguesía. Tanto la izquierda institucional como la izquierda no institucional fomentó y contribuyó a esta “liquidación” de la autoconciencia obrera. Así vimos como el autonomista Toni Negri, aniquiló a la clase obrera en una ficticia sociedad postindustrial del capitalismo dominada por robots y proclamó la aparición de un abstracto ente llamado “la multitud”. Ernesto Laclau y el resto de la postmodernidad de izquierda instalada y pagada en las universidades de las que habla Navarro, sin ir tan lejos como Negri, planteó que la clase obrera era una simple construcción subjetiva sin identidad cuya problemática no debía ser nombrada. Ni la suya ni la de cualquier oprimido.
Lo cierto es que estas escuelas siempre estuvieron por fuera de la realidad, y hasta la propia burguesía intelectual, como el exsecretario del Tesoro de Estados Unidos, Larry Summers y otros, se ven obligados, hoy día, a reconocer desde la teoría del “estancamiento secular”, que no estuvimos ni estamos, ni de lejos, en la aparición de una nueva sociedad postindustrial que haya superado las crisis del capitalismo, sino todo lo contrario.
La proletarización y la precariedad de la clase media
Como dice Vincenç Navarro la clase obrera no solo no ha dejado de existir, sino que es, objetivamente, más numerosa que antes. Si en la época de las grandes revoluciones y levantamientos, de los obreros del ensayo revolucionario de 1905 en Rusia o 1909 en Barcelona, la clase trabajadora solo representaba el 10, 15 o el 25% de la población, a día de hoy ésta alcanza a más del 70% de la población total.
No solo en los países imperialistas, sino también en los semicoloniales. Navarro muestra datos del cambio de percepción en EEUU, en donde el 56% se considera de clase obrera, y sigue en aumento durante la crisis. Y esto teniendo en cuenta los aun presentes prejuicios para clasificarse como tal. Sin ir tan lejos, en España, la INE del 2013, publicó que el 68,9% de la población se consideraba de clase trabajadora (entre las mujeres la percepción era del 75%), mientras que el 7,9% se consideraba gran empresario o director de pequeña empresa, sucursal o departamento.
Como plantea Navarro, durante estos años, sobre todo en la Gran Recesión, hubo una fuerte ruptura social entre las nuevas generaciones, que aspiraban a tener un título universitario y ascender en la escala social hasta llegar a la llamada “clase media”. Estas generaciones cuyos padres tenían un origen obrero o de clase media, han caído en su mayoría o bien en la precariedad laboral o bien en el paro crónico, y están lejos de considerarse parte de la clase media.
Pero si esto lo veíamos antes de la crisis, después del 2007 gran parte de las conquistas laborales de los padres se fueron atacando, y la clase media (ya sea la pequeña burguesía tradicional, los autónomos o bien el “ejército de administradores” y mandos intermedios) es incapaz de sostener su posición, que antes la mantenía el desarrollo de la industria, el Estado o el ficticio crédito bancario.
Aunque Navarro plantea que el 1% de la población se sostiene gracias al 20% de “gerentes y profesionales de dirección”, esta afirmación habría que matizarla, pues no solo este 20% es difícil de clasificar homogéneamente dentro de esta categoría cuando muchos están más cercanos a la clase obrera en sus centros de trabajo, sino que el capitalismo está perdiendo objetivamente parte de lo que antes eran sus aliados más cercanos. Y en el marco de esta monumental crisis social -tanto en la juventud como los no tan jóvenes- se explican las fuertes crisis políticas en los regímenes europeos.
¿Cómo fortalecer la conciencia de clase?
Aunque lenta y tortuosamente vemos cómo la clase obrera empieza a salir a la lucha, recupera los músculos que perdió, y la joven generación obrera empieza a recuperar sus tradiciones, que son las bases para empezar a recuperar la conciencia de clase, esto de ningún modo es automático.
Lo que no dice Navarro en su artículo, sin embargo, es que uno de los agentes más importantes para “borrar” la conciencia de la clase obrera en sus propias fuerzas han sido organizaciones reformistas como Podemos que explícitamente negó las diferencias de clase para entronizar como nuevo sujeto de ‘cambio’ a la “’gente” a los “ciudadanos”, donde vale lo mismo un empresario, un general, un policía o un trabajador.
La conciencia de clase no nace de la ‘herencia familiar’ ni es biológica, y aunque parte de una situación objetiva de la estructura económica, se fortalece de la organización y la lucha de la clase obrera y la capacidad de esta para acumular experiencia, mantenerla y enseñarla colectivamente a cada generación en su lucha diaria, en forma de programa y estrategia revolucionaria, independiente de los capitalistas y la casta política.
Es decir, se fortalece la conciencia de la clase obrera y la confianza en sus propias fuerzas si la clase obrera es capaz de desplegar sus métodos de lucha, ejercitar el arte de las huelgas, tener nuevas experiencias y también crear sus propios partidos, de forma independiente de los capitalistas. Sin toda esta experiencia será incapaz de forjar una fuerte alianza con los sectores medios descontentos y ganarlos para su causa, desestabilizando el 20% de apoyo que, según Navarro tiene la burguesía para seguirse manteniendo. |