Mi historia de un día cualquiera, se parece a la de muchos. En mi día cada minuto cuenta. Luego de una larga noche de estudio, me levanto saltando de la cama a las 5 am y debo juntar el desayuno con el almuerzo para ahorrar tiempo. Viajo aproximadamente unos 75 km desde Luján a la Facultad de Derecho de la UBA, en un colectivo cuyo pasaje cuesta $42,50 luego otro colectivo de $6,50 y unas cuadras caminando. Para llegar a tiempo a cada cita, además de calcular el tiempo de viaje debo agregar 3 o 4 horas más antes de iniciar mi cruzada, para evitar todo tipo de retraso entre pasaje y pasaje. Con la mochila cargada de libros y apuntes para toda la semana voy intentando adelantar la lectura en esas horas de viaje entre la gente, a veces sentado en un asiento, otras en el piso porque no hay más lugar y muchas otras parado, apretado por la presión de la gente amontonada.
Cuando retorno a mi hogar ya es de madrugada y las calles se encuentran vacías. Debo estar alerta de las luces de los patrulleros, ya que la policía local es conocida por parar a jóvenes en la calle y “engancharlos” con cualquier causa abierta a la que tendrán que dar una respuesta después. Más de una vez me pasó de ver vulnerada la “presunción de inocencia” por sólo ser un pibe del conurbano. Me pararon varias veces para averiguar antecedentes, cachearme, revisarme y hasta ocurrió que luego del procedimiento de hostigamiento habitual me ofrecieran comprar drogas.
Mi día pasa entre libros, si tengo suerte entrevistas, y si tengo más suerte aún algún laburo temporal, en negro por supuesto. Una respuesta lógica para alivianar la situación sería mudarme a Capital Federal, opción inviable al no tener trabajo fijo. La capacidad de ahorro familiar es nula, cada vez nos cuesta más llegar a fin de mes con tantos tarifazos, individualmente juntar algo de plata para poder mudarme solo es imposible. Por el momento lo que puedo hacer es estudiar y dar una mano en casa con las tareas domésticas y cualquier changa.
Mi caso individual se reproduce por miles en todo el país con distintas variantes. Estudiar cada día es más una cuestión de privilegio al que simplemente pueden acceder los que puedan afrontar los gastos de viaje y el costo de vida que cada día aumenta más y más.
En la Argentina el gobierno de Ceo’s de Cambiemos tiene evidentemente una visión de clase, ellos representan a sus intereses, contrarios a los del pueblo, a los de la clase obrera, a los de mi clase. Intentan pagar el menor costo por la fuerza de trabajo para dejar aún más ganancias a los patrones y la juventud es una variable de ajuste.
Los gastos de pasaje y apuntes son cada vez más elevados. El boleto educativo implementado en provincia de Buenos Aires excluye a terciarios docentes personal de la educación y sólo corre para la universidad de la plata ¿Cuántos somos los que quedamos afuera de ese beneficio que debería ser colectivo?
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La juventud podrá jugar un rol crucial en la resistencia a las políticas del Gobierno: es una oposición que tiene la fuerza, como se mostró durante el conflicto educativo del primer semestre, para ayudar a que el resto de la sociedad abra los ojos. Podemos demostrar la importancia de cada trabajador y la fuerza de lucha que tenemos si nos organizamos activamente, y desnaturalizar que la explotación no es la única salida.
Porque lo que nos venden como méritos personales son privilegios de pocos que se mantienen a costillas de muchos. Las calles son nuestras y el próximo #Ruidazo de este jueves 4 de agosto nos tenemos que hacer escuchar manifestándonos contra el tarifazo. ¡Basta de explotación! |