El partido republicano volvió a estallar internamente. A solo unas semanas desde la nominación oficial de su fórmula presidencial Donald Trump volvió a provocar la revuelta republicana, cuando se refirió despectivamente a la familia de un soldado estadounidense musulmán.
John McCain, excandidato presidencial y exveterano de Vietnam, fue el primero en despegarse de las declaraciones del millonario. A las críticas de McCain se sumaron las del presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, John Kasich y Jeb Bush, ambos precandidatos en las primarias republicanas de este año. Ni siquiera su incondicional Chris Christie acompañó a Trump en esta aventura.
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Pocos días después, Donald Trump anunció que apoyaría al candidato que desafía a Paul Ryan, líder del bloque republicano en el Congreso, en las elecciones legislativas para representar a su estado Wisconsin. Ryan, que en más de una ocasión se distanció de las declaraciones del magnate y demoró su apoyo oficial a la candidatura fue sin embargo una figura clave para que se realice la convención republicana.
Pero el compañero de fórmula de Trump, Mike Pence, apoyó decididamente a Paul Ryan, “Creo que necesitamos a Paul Ryan en el liderazgo del Congreso de los Estados Unidos para reconstruir a nuestro ejército, fortalecer nuestra economía y garantizar que en este país tenemos el tipo de liderazgo que hará a Estados Unidos grande de nuevo”.
La división de la formula presidencial es solo una fotografía de la película de terror que se vive en el partido republicano. Si el establishment del partido había decidido cerrar filas en la convención, aunque el candidato no convencía, hoy no es capaz de contener la sangría de legisladores, empresarios y asesores que han declarado públicamente que votarán por la candidata demócrata Hillary Clinton.
Estoy en el partido del otro candidato pero votaré por usted
Sin duda esta es una buena semana para quienes habían impulsado, sin éxito, el movimiento llamado “Never Trump” (Nunca Trump). Aunque fueron descartadas todas las posibles alternativas a una candidatura de Trump, la sangría de legisladores no se detiene desde el escándalo por las declaraciones del magnate sobre la familia del soldado.
El diputado republicano por Nueva York Richard Hanna anunció que votaría por Clinton, otros como el diputado Adam Kinzinger de Illinois, que va por la reelección, no se animó a tanto pero aseguró que no votaría por Trump. Ya antes de la convención republicana importantes figuras habían asegurado que no votarían por el magante, como Mitt Romney (excandidato presidencial en 2012) y Jeb Bush (exgobernador de Florida y excandidato presidencial en 2016).
La cosa no es muy distinta en el mundo empresarial. El martes 2, la CEO de Hewlett Packard Meg Whitman, que es una reconocida recaudadora de fondos para los republicanos, apoyó oficialmente a Clinton. Ya en la convención demócrata, el exalcalde y millonario neoyorkino Michael Bloomberg, había llamado a Wall Street a apoyar la candidatura de Clinton. Whitman afirmó que, “La demagogia de Donald Trump ha socavado el tejido de nuestro carácter nacional".
Menos vistosa pero central dentro del partido, una de las renuncias más llamativas y preocupantes para el partido es la de Sally Bradshaw, asesora de Jeb Bush y autora de un documento clave, la llamada “autopsia” del partido después de la derrota de 2012 (en el que se analizan los cambios demográficos y los desafíos republicanos). Bradshaw se retiró del partido para convertirse en independiente y dijo que votará por Clinton y la carrera está cerrada en Florida. En una entrevista con CNN dijo que el partido se encontraba “en una encrucijada y que había nominado a un narcisista, una misógino, un facho”.
Una de las voces críticas que más alarman al establishment es la del expresidente George W. Bush que en un evento de campaña del senador Rob Portman en Cincinnati habló sobre los peligros de una política “aislacionista, nativista y proteccionista”. Aunque no se refirió directamente a Trump, Bush hijo fue uno de los grandes ausentes de la convención republicana y había trascendido su preocupación de haberse convertido en “el último presidente republicano”.
La preocupación vuelve a las filas republicanas y los que despotricaron desde el primer momento contra Trump sienten que este es su momento. Es el caso del conservador Bill Kristol, director de Weekly Standard, que se regodea en esta renovada crisis interna, a la que ve como una confirmación de las críticas que hicieron muchos sectores, él incluido. Sobre cómo impactará esto en la carrera presidencial, afirmó en un tweet que, "Dicho sea de paso, y por si hiciera falta decirlo, más que un ’rebote de Clinton’ es una implosión de Trump".
Muy lejos todavía de noviembre, lo cierto es que esta sangría republicana beneficia a la candidatura de Hillary Clinton (que sigue peleando contra sus propios fantasmas). Esto se ha visto en las encuestas más recientes en las que Clinton se ubica 10 puntos por encima de Donald Trump, lo que todavía refleja el tradicional “rebote” posterior a la convención (por el impacto de los discursos y el mensaje político concentrado) pero podría adelantar la crisis de la candidatura de Trump. ¿Será este el último episodio de la crisis del bipartidismo estadounidense? Nada parece garantizarlo, más bien todo lo contrario. |