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5 de agosto de 2016 Twitter Faceboock

Debate En La Izquierda
Por qué se equivoca la izquierda brasileña al defender “elecciones generales”
Daniel Matos

Debate en la izquierda brasilera sobre el llamado a elecciones generales. Escribe Daniel Matos, editor de Esquerda Diario y dirigente del MRT de Brasil.

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El significado de las elecciones anticipadas para sectores de la derecha y del PT

Las señales de que la crisis económica pueda haber tocado fondo del pozo y de que el poder judicial está dispuesto a no investigar más allá de lo necesario para limpiar la imagen del golpe e impedir la candidatura de Lula apuntan a la confirmación del impeachment en el Senado y diseñan una coyuntura electoral de cierta estabilización del gobierno de Temer. Sin embargo, la imprevisibilidad de la operación Lava Jato, que investiga los esquemas de corrupción en Petrobras, las disputas por la próxima candidatura a la presidencia entre las fuerzas golpistas y las dudas sobre la capacidad de Temer de implementar los ataques exigidos por la burguesía mantienen las elecciones anticipadas como uno de los escenarios posibles hasta el 2018.

Por un lado, la golpista Marina Silva insiste en su política de impugnación de la fórmula Dilma-Temer a través de la anulación de las elecciones de 2014 por la utilización de recursos de la corrupción en Petrobras. Por otro lado, el PT defiende un plebiscito por elecciones anticipadas para mostrarse como defensor de un gran pacto nacional con la derecha que tenga los mismos efectos que el golpe institucional sin los costos de vulnerar la Constitución.

Sea a través de una nueva articulación de los sectores golpistas que se vean obligados a prescindir de Temer o un renacer del PT como un fénix después de la debacle de los golpistas, las elecciones anticipadas se presentan como un mecanismo de resolución de nuevas crisis políticas o como campaña electoral de sectores para las elecciones de 2018. El resultado práctico más probable incluso de una campaña de elecciones generales implica la legitimación del régimen y la construcción de una nueva gobernabilidad bajo los auspicios de la derecha tradicional, de algún nuevo populismo de derecha,de Lula o de Ciro Gomes. Una renovación del personal político que cumpliría el papel de reconstituir las ilusiones en la democracia burguesa para avanzar hacia la política de ajustes, privatizaciones y reformas neoliberales.

“Elecciones generales” como cobertura de izquierda para el golpismo del poder judicial

En una entrevista para Sul21, la excandidata presidencial por el PSOL, Luciana Genro, reivindicó “confluencias políticas” con el partido de Marina Silva, alegando “puntos de contacto importantes con Rede”. De esta manera, el MES, corriente interna del PSOL ofrece el cargo de vicealcalde de Porto Alegre a un partido que, además de ser financiado por el banco Itaú y defender las privatizaciones y las reformas neoliberales de todo tipo, es uno de los grandes paladines del golpismo judicial. O sea, en boca de Luciana Genro, la defensa de “elecciones generales”, inseparable de la defensa de la “Lava-Jato hasta el final”, va de brazos dados con la derecha apoyadora del golpe que defiende elecciones anticipadas.

El carácter de la Operación Lava-Jato se define no solo por sus objetivos y sus actores, sino también por sus métodos. Más allá de ser una herramienta al servicio de beneficiar intereses imperialistas en detrimento de capitalistas nativos y relegitimar el sistema político para implementar medidas reaccionarias frente la crisis económica; más allá de los lazos ya conocidos del juez Sérgio Moro con la CIA y de la comprobada parcialidad de la investigación; la Lava-Jato recurre a los métodos que son utilizados por el Estado en las Unidades de Policía Pacificadora (UPP). La delación premiada, que beneficia a los imputados “arrepentidos” y es un negocio altamente rentable para los fiscales de Moro y Dallagnol, la prisión preventiva por tiempo indeterminado, las escuchas ilegales... esos son los métodos que la policía usa para controlar el crimen organizado y a través de él imponer el terror permanente sobre el pueblo negro y pobre en las favelas del país. Legitimar la utilización de esos métodos para la disputa de intereses entre distintos sectores capitalistas abre el camino para que sean usados en una escala muy superior contra los trabajadores y sus organizaciones.

Cualquier intento de delimitarse del PT apoyándose en una Lava-Jato que se vuelva también contra los golpistas o que incluso ayude a remover al gobierno de Temer no solo se hace funcional a los mecanismos capitalistas de administración de nuevas crisis políticas, sino también termina fortaleciendo el papel autoritario del poder judicial como árbitro para la solución de crisis que ponen en jaque la estabilidad del régimen burgués.

Sabemos que muchos compañeros que defienden elecciones generales no lo hacen apostando a la Lava-Jato y sí en la movilización de las masas. Por supuesto que no nos referimos aquí al PSTU, que ni siquiera considera que hubo un golpe institucional en el país y opina que un gobierno de conciliación de clases que es tirado abajo por fuerzas de derecha con los métodos de la UPP para implementar una relación de fuerzas más reaccionaria puede ser favorable al proletariado. Nos referimos a los sectores de izquierda como el MAIS (Movimiento por una alternativa independiente y socialista), el NOS (Nueva organización socialista) o sectores del PSOL, que se ubican contra el golpe institucional e incluso reconocen el carácter antidemocrático de la legislación electoral defendiendo nuevas reglas, pero que aun así defienden “elecciones generales” como una salida. Con estos compañeros queremos hacer los debates que siguen.

Cómo se relaciona el “Que se vaya Temer – elecciones generales” con la lucha contra los ajustes

Existe una clara división de tareas al interior del PT. Por un lado, la cúpula partidaria, con Lula a la cabeza, busca todo tipo de pactos con sectores de la derecha para viabilizar su candidatura para las presidenciales de 2018 (o de Ciro Gomes si la Lava-Jato no se lo permite). La burocracia sindical de la CUT/CTB y las direcciones populares petistas articulan un gran frente electoral dentro del cual el PT puede esconderse, organizada a partir del Frente Brasil Popular. Si quedaba todavía alguna duda sobre el carácter de los nuevos discursos “antineoliberales” que el PT pasó a hacer cuando se vio víctima de un golpe, la reciente señal de Dilma con la posibilidad de mantener a Henrique Meirelles como ministro de Economía en caso de que el Senado rechace el impeachment demuestra una vez más que no pasan de nuevos fraudes electorales como el que ya vimos en 2014.

Por otro lado, la CUT y las direcciones petistas que también actúan en el Frente Pueblo Sin Miedo impiden la efectivización de un plan serio de movilización de masas para enfrentar los ataques del gobierno de Temer y de la patronal para descargar los costos de la crisis sobre la espalda de los trabajadores, como se mostró incluso en la débil convocatoria del acto del 31 de julio, organizado esencialmente por el MTST y los partidos y organizaciones de izquierda. Convocan a acciones burocráticas, sin asambleas y sin continuidad, para descomprimir el descontento de sus bases y habilitarse comoactores de una oposición social disciplinada para servir a los proyectos electorales del PT.

La dirección de la CUT y del PT dejaron pasar el primer embate de luchas contra el gobierno golpista de Temer, que tuvieron como centro los estudiantes y los docentes. La lucha contra el ajuste es fundamental para preparar la contraofensiva frente al gobierno golpista, para que este caiga como subproducto de la lucha de clases, de grandes acciones de masas.

De esta manera, la campaña por el “Que se vaya Temer” (con todos los complementos que pueda tener), por lo menos desde el punto de vista de los petistas, está al servicio de transformar toda resistencia contra los ajustes patronales y los ataques de Temer en mano de obra barata para los proyectos electorales de Lula y del PT en 2018. Cualquier movilización por el “Que se vaya Temer” que no esté ligada a la lucha contra el papel pasivizador de la burocracia sindical no hace más que ser parte de un engranaje que trabaja estratégicamente para el PT.

El PSTU se niega a dar cualquier lucha política seria junto a las bases de los sindicatos de la CUT para exigir que sus direcciones organicen asambleas masivas y voten un plan serio de lucha. Las direcciones de Unidad Socialista y del MES ni siquiera consideran necesario denunciar la pasividad y el boicot de la burocracia sindical cutista a cualquier movilización consecuente.

En este marco, el MRT convoca al MAIS y al NOS y sectores clasistas del PSOL a batallar para que los sindicatos y corrientes opositoras sindicales dirigidas por la izquierda impulsen una fuerte campaña de agitación junto a las bases de la CUT y de la CTB por un verdadero plan de lucha contra las privatizaciones, los despidos, la devaluación de los salarios provocada por la inflación y las reformas neoliberales anunciadas por Temer. Llamamos a poner nuestras candidaturas en las elecciones municipales al servicio de esta tarea y unir fuerzas para que en los sindicatos en los que tenemos influencia podamos batallar en común por asambleas masivas que voten esa política. Se hace necesario constituir un polo combativo y antiburocrático capaz de rodear de solidaridad a todas las luchas en curso y transformarse en una voz nacional en defensa de esas batallas.

Sin embargo, compartimos que la izquierda no puede resignarse a luchar por la unidad de las masas solo en el terreno de la lucha económica sin buscar ligar esas batallas a una respuesta también a la crisis política que atraviesa el país. En ese ámbito, nos preguntamos:

¿Por qué no defender una Constituyente impuesta por la movilización?

El motivo que alegan sectores de la izquierda para no defender una Asamblea Constituyente como salida a la crisis es que la dinámica de la relación de fuerzas impuesta por los ajustes del gobierno de Dilma y el golpe institucional conduce a la derecha; y que en ese marco un proceso constituyente podría hacer retroceder incluso derechos cristalizados en la Constituyente de 1988. Este argumento niega que el golpe institucional y las reformas constitucionales iniciadas en el segundo mandato de Dilma y continuadas por Temer constituyen en si mismas un proceso destituyente.

Ley electoral, derecho de defensa, leyes laborales, jubilación, presupuestos asegurados para salud y educación, monopolio estatal de los recursos naturales, etc. Todos estos derechos, que ya fueron atacados en distintos niveles bajo los gobierno de Collor, FHC, Lula y Dilma, ahora se ven amenazados en un nivel superior con Temer. Es decir, no existe una Constituyente del 88 cristalizada en el tiempo y guardada bajo siete llaves. La que existe está repleta de contrarreformas neoliberales y autoritarias impuestas a posteriori; y la burguesía no ve salida a la crisis económica y política actual por fuera de transformarla en algo aún mucho más reaccionario.

Otro motivo, implícito en el anterior, es que para la izquierda no le cabe a la vanguardia de la clase trabajadora luchar para imponer una Asamblea Constituyente con la fuerza de su movilización independiente. Al contrario, la izquierda en general opina que la Constituyente es una institución en la que la clase trabajadora debe participar si es convocada por la burguesía. Nada más alejado de la forma en la que el marxismo revolucionario encaraba la lucha por las demandas democráticas.

En la China de 1928, luego de la derrota de la revolución de 1925-1927 y frente a los avances autoritarios del gobierno del Kuomitang en ese país, Trotsky explicaba: “Las consignas de la democracia formal conquistan o son capaces de conquistar no solamente a las masas pequeño-burguesas, sino también a las grandes masas obreras, precisamente porque éstas ofrecen la posibilidad –al menos aparente- de oponer su voluntad a la de los generales, los terratenientes y de los capitalistas. La vanguardia proletaria educa a las masas utilizando esta experiencia y las conduce hacia adelante. (...)
¿Y si el Kuomintang se viese forzado a convocar la Asamblea Nacional (Constituyente)? ¿En esa situación la boicotearíamos? No. Desenmascararíamos sin piedad la falsedad y la mentira del parlamentarismo del Kuomintang, las ilusiones constitucionales de la pequeña burguesía; exigiríamos la extensión integral de los derechos electorales; al mismo tiempo, nos lanzaríamos a la arena política para oponer en el curso de la lucha por el Parlamento, en el curso de las elecciones, y dentro del mismo parlamento, los obreros y los campesinos pobres a las clases poseedoras y sus partidos. Nadie puede prever cuáles serían los resultados obtenidos de esa orientación para el partido, actualmente reducido a una existencia clandestina. Si la política fuese correcta, las ventajas podrían ser muy importantes. Pero en este caso, ¿no está claro que el partido puede y debe no solamente participar en las elecciones si ellas son convocadas por el Kuomintang, sino también exigir que se impulse una movilización de masas alrededor de esa consigna? (...)
¿Se limitará el Partido Comunista a la presentación de reivindicaciones democráticas aisladas (libertad de prensa, de reunión, etcétera), lo que equivaldría a un reformismo liberal, o planteará las consignas democráticas más consecuentes? En el plano político, eso significa la representación popular basada en el sufragio universal. (Stalin, El gran organizador de derrotas. Parte 3. La cuestión china después del VI Congreso. Capítulo 3: Los soviets y la asamblea constituyente.)

Queda claro que la democracia burguesa que rige hoy en Brasil es algo completamente diferente del gobierno dictatorial del Kuomitang en China de 1928. Sin embargo, en la medida en que la democracia en la que vivimos tiene un carácter extremadamente restringido y degradado, y que necesita ser aun más degradado para sostener los privilegios de una clase minoritaria y parásita en tiempos de crisis económica y política, el método defendido por Trotsky se muestra plenamente actual.

Fue en base a este criterio que Trotsky defendió la utilización de consignas democráticas radicales en las democracias avanzadas de Europa – como en Inglaterra de 1926 o en Francia de 1936 – cuando estas se encuentran inmersas en profundas crisis que hacían retroceder los pocos elementos de democracia degradada que heredaron de sus revoluciones burguesas. En esas circunstancias se demostró cómo las consignas democráticas radicales – entre ellas especialmente la de Asamblea Constituyente - son fundamentales no solo para enfrentar dictaduras militares sino también para combatir las ilusiones en las democracias burguesas.
Queda claro cómo la lucha política por estas demandas junto a las organizaciones de masas de la clase obrera cumplen un papel fundamental en el desenmascaramiento de las burocracias sindicales y políticas reformistas que constituyen la columna vertebral de la democracia burguesa; y por esa vía contribuyen al desarrollo de la conciencia de clase en las etapas preparatorias de la lucha de clase.

Frente al descontento con la corrupción, ¿por qué no defender la estatización de las empresas constructoras y del 100% del petróleo bajo control de los trabajadores y de técnicos de las universidades públicas; y que todo político sea revocable y gane lo mismo que una maestra? Frente a la instrumentalización del poder judicial por la derecha, ¿por qué no defender que los jueces y fiscales sean electos por el voto directo y jurados populares para todos los delitos, incluyendo la corrupción?

Contra los intentos de imponer una ley electoral aún más reaccionaria y prescriptiva, ¿por qué no defender la forma más plena de representación democrática? ¿Por qué la lucha por una Asamblea Constituyente no puede dialogar con todos esos anhelos democráticos ligándolas a otras demandas estructurales y sentidas como el no pago de la deuda pública para garantizar los recursos para la salud, la educación, el transporte y la vivienda; una reforma agraria radical, la prohibición de los despidos, el salario mínimo según la canasta familiar y los derechos de las mujeres, los negros y homosexuales? Si fuesen defendidas por los sindicatos dirigidos por la izquierda, estas consignas tendrían el poder de unir la lucha económica contra los ataques a la lucha política contra la corrupción y la lucha contra las formas sociales de opresión. La perspectiva de que esas demandas puedan ser un subproducto de la movilización independiente de las masas tiene el poder de mostrar a la vanguardia de la clase trabajadora como un sujeto político que anhela hegemonizar las demandas del conjunto de la población explotada y oprimida.

Sobre todo, lo hace con un programa que ataca la impunidad y los privilegios del sistema capitalista desde la raíz, hace que los capitalistas paguen por la crisis y defiende los derechos democráticos más sentidos por la población. Este es el método transicional que permite a la vanguardia de la clase trabajadora impulsar las luchas democráticas que asumen una dinámica anticapitalista y en perspectiva revolucionaria. Al calor de esta experiencia, en la medida en que la burguesía y la burocracia sindical se opongan, sectores de masas cada vez más amplios podrán percibir la necesidad de luchar por un gobierno de los trabajadores basado en organismos de democracia directa de las masas (soviets).

Las “elecciones generales” como mecanismo de desvío de la movilización independiente de las masas

Una movilización de masas que tenga como objetivo elecciones generales, más allá de no tener un programa claramente delimitado de los golpistas que quieren deshacerse de Temer o de la política petista de pacto nacional con la derecha por elecciones anticipadas, no crea anticuerpos en relación a los mecanismos de desvío institucional que los diferentes sectores de la burguesía adoptarán para evitar una eventual radicalización de las masas. Las demandas democráticas restringidas y parciales (como “elecciones generales” o una “reforma política” cosmética son funcionales a una política de desvío de eventuales movilizaciones de masas.

Cuando les planteamos a los compañeros del MAIS que su política de elecciones generales los ubica como parte del bloque entre Luciana Genro y el partido Rede, nos responden diciendo que su política es distinta porque defienden que dichas elecciones se den con nuevas reglas, más democráticas. Por más que el MAIS haya rechazado la alianza con Rede de Porto Alegre (no está claro si van a rechazar la alianza con el PPL), defender “elecciones generales” en común, nacionalmente, fortalece la política de Luciana Genro, además de que en el último acto por el “Fuera Temer” del 31 de julio esa diferenciación no se expresó.

Incluso si se expresaran estas diferencias, los mecanismos de desvío democrático de las movilizaciones de masas a menudo incluyen posibles concesiones de reglas formales; más democráticas; cambios cosméticos para evitar que las masas consideren una salida independiente. De hecho, la propia propuesta de “reforma política” de la CUT contiene concesiones democráticas parciales, hechas a la medida para cumplir esta función o para formar parte de la propaganda electoral del PT.

No basta denunciar la pasividad de la burocracia sindical y exigir junto a las bases de la CUT y de la CTB que sus direcciones adopten medidas serias de lucha contra los ajustes. La lucha por la independencia política de los trabajadores no puede darse sólo en el terreno de la propaganda y del rechazo elemental a la coalición con partidos burgueses o financiados por capitalistas. Es necesario incorporar, como parte de esta pelea, la lucha junto a las organizaciones de masas por demandas democráticas radicales y transicionales, como las que hemos mencionado antes. Es esencial para moldear a sectores de masas con un programa claramente independiente de la burguesía frente a la crisis política y para desenmascarar los límites de las salidas defendidas por la burocracia sindical y señalar el camino para el desarrollo de la movilización independiente de las masas también en el campo político. Es necesario articular un programa que exponga a sectores de masas la construcción de un proceso de movilización, que apunte en el sentido de un gobierno de los trabajadores en ruptura con la burguesía, es decir, un gobierno no electoral y de conciliación de clases como fueron los del PT.

Cualquier nuevo “Frente de Izquierda”, sea en el terreno electoral o de la lucha de clases, que no tenga en cuenta estas necesidades, por más que estén acompañadas de una propaganda anticapitalista o socialista, en la práctica está condenado a repetir en menor escala los mismos errores cometidos por el PT, el PSOL y el PSTU. Los debates y las acciones en común en el ámbito de la izquierda, la lucha política al interior de Conlutas y de la Intersindical y las exigencias de los sindicatos dirigidos por la izquierda a las direcciones de la CUT y del Frente Pueblo Sin Miedo deben tener ese norte político.

Que los sindicatos dirigidos por la izquierda luchen para que las acciones contra los ajustes sean masivos y preparados democráticamente, al mismo tiempo que pelean para ligar esas acciones a las consignas democráticas radicales y transitorias es una precondición para que la izquierda pueda abrir el camino al surgimiento de una vanguardia obrera que sea verdaderamente una alternativa de masas al PT. La resistencia no solo de la burguesía sino también de la burocracia sindical petista, del PSTU y de las mayores corrientes internas del PSOL (US y el MES) a esa política es lo que permitirá una experiencia que siente las bases para la construcción de un partido revolucionario en Brasil.

Pd: Para profundizar la reflexión teórica sobre la utilización de las demandas democráticas en la tradición del marxismo revolucionario y su utilización frente a la expansión de la democracia capitalista en los últimos 30 años, así como la relación entre esas demandas y lo que el marxismo concibe como táctica de frente único obrero, ver el artículo “Gramsci, Trotsky y la democracia capitalista”.

Pd2: El debate planteado en este artículo sobre los problemas políticos que la izquierda enfrenta hoy en el país por supuesto que pide una relectura de la actuación de la izquierda en la historia reciente del país. Naturalmente, esa forma de encarar las demandas democráticas cuestionan la actuación de la izquierda por lo menos en dos momentos históricos constitutivos de su DNA: las Directas Ya, en la década del 80 y el Fuera Collor. ¿En qué medida el punto de vista aquí presentado no permitiría que la izquierda trotskista hubiese aprovechado mejor estas acciones de masas? Un tema para desarrollar en próximos artículos.

 
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