Soy músico de la Banda Sinfónica de la Ciudad de Buenos Aires hace 25 años, por lo que pasé por muchos momentos. Este organismo fue creado en 1910 para conmemorar el Centenario de la Revolución de Mayo. Paradójicamente para los festejos del bicentenario no fuimos invitados a participar en ningún evento. Esto deja a las claras el desinterés y el desprecio hacia el organismo por parte de esta gestión y las anteriores.
Cumplimos una función social que es la de llevar a los barrios y salas de concierto donde no es habitual escuchar organismos de este tipo en forma gratuita, y damos conciertos didácticos en las escuelas, donde aproximadamente nos ven 20.000 chicos por año, sin contar la gente que asiste a los conciertos de sala (que también son gratuitos). Una tarea hermosa y que me llena de orgullo, difícil de sostener teniendo en cuenta los intentos desesperados por revertir esta idea de gratuidad y socialización de la cultura por parte de los distintos gobiernos, especialmente este último (que ya lleva 8 años en el poder en la Ciudad) en connivencia con los sindicatos burócratas y vetustos que no defienden a los trabajadores.
Trabajadores organizados contra el vaciamiento
En estos 25 años que llevo en la Banda, recuerdo que una de las primeras luchas que iniciamos, cuando muchos de los que entramos teníamos 21 años, fue la de conseguir una sala de ensayo propia. Empezó un derrotero que se extendió en el tiempo deambulando por clubes sociales como unidos de Pompeya, Club Español, etc. Luego de 9 años de lucha los trabajadores de la banda obtuvimos nuestra propia sala de ensayo en el Centro Cultural San Martin. Esto nos duró poco tiempo hasta que la gestión de Teresa Parodi, como Directora General de Música, nos quitó la sala de ensayo ¡que fue convertida súbitamente en un café! Años más tarde, como premio, le dieron el cargo de Ministro de Cultura de la Nación.
Actualmente ensayamos en el Club Italiano, lo cual nos trae un sin número de problemas. El primero y más evidente es que acústicamente no está preparado para esa función, sin mencionar que circula gente constantemente, y cuando vamos al baño nos tenemos que llevar los instrumentos. El segundo es que permanentemente se suspenden ensayos porque el camión que lleva los instrumentos no puede estacionar sobre la Av. Rivadavia para descargar. Este camión transporta los instrumentos más grandes como contrabajos, timbales, cellos, etc. y duerme con los instrumentos adentro a la intemperie en el Parque Centenario, invierno y verano. Imaginen estos instrumentos de madera soportando temperaturas altísimas o muy bajas, según la época del año. Además el archivo musical (atriles, partituras, sillas) se encuentra en otra dependencia, en la calle Alsina, en pleno centro, y cada vez que ensayamos hay que armar y desarmar este organismo. Un dislate organizativo y un despilfarro de trabajo.
Hoy en día faltan nos faltan 27 músicos impidiendo así que más del 70% de las obras se puedan tocar, cosa que nos limita mucho. Entre otros datos graves hay uno que quiero destacar especialmente, ya que tenemos una compañera que no puede tocar (es arpista) porque se rompió el arpa hace 8 años y no la arreglan. Cabe aclarar que luego de haber presentado más de cincuenta notas pidiendo pronta solución a este problema, todavía no hay noticias.
Sosteniendo la calidad y gratuidad de la Cultura
En el correr de estos 25 años que me tocaron ser parte, dimos muchas luchas contra la corriente. Una de ellas fue en el Teatro Avenida en un evento cuasi privado en el cual nos querían obligar a tocar, y, unos minutos antes de que comenzara la función, los compañeros reunidos en asamblea decidimos no dar el concierto. El cobro de entradas y la producción en manos de una productora privada fueron determinantes para desencadenar la negativa de la banda. Defendimos la tradición social y cultural de la misma, una victoria que aún hoy nos acompaña y fue precursora de muchas luchas por intentos de avanzadas similares.
La banda se mantiene gracias a la labor incansable de los trabajadores. Tenemos dentro del organismo una llamada Comisión de Músicos conformada por un representante (votado por nosotros) de cada familia de instrumentos, la cual realiza toda la programación del año: aproximadamente 180 conciertos anuales incluidos los didácticos. Esta comisión visitó todos los colegios y las salas de concierto haciendo un relevamiento de cada lugar, para así organizar nuestras actuaciones.
Me parece importante destacar un proceso que se fue dando en el correr de estos años, ya que en un principio los jóvenes que habíamos entrado en la banda empezamos a instaurar un sistema de asambleas en la cual incluimos a todos los compañeros, archivistas, copistas y contratados que, hasta nuestra llegada, se les prohibía participar de asambleas y se los invitaba “cordialmente” a retirarse. Encontramos resistencia a nuestras prácticas de base, hasta que al fin lo vamos logrando. Este miércoles nos reunimos en asamblea en la sede central de la Dirección de Música para seguir peleando por todos nuestros reclamos. Seguimos sufriendo muchos ataques que tratan de ponerle límites a nuestra cultura asamblearia de intercambio y discusión de ideas.
Los trabajadores de la Dirección de Música, nucleados en ATE y no afiliados, luchamos contra el vaciamiento y también por los derechos de nuestros compañeros de las diferentes sedes (Oficinas de Alsina, Estudio Urbano y Anfiteatro del Parque Centenario) que sufren contratos basura, les niegan la efectivización hace años, y cobran 6.000 pesos, por debajo, incluso, del magro salario mínimo que fijó el Gobierno.
Es un camino muy difícil, pero muy rico y gratificante, en el cual vamos a seguir hasta lograr todos nuestros derechos. |