Ilustración: Hermenegildo Sábat
Octavio José Oliverio Girondo, más conocido como Oliverio Girondo a secas, nació un 17 de agosto de 1881 en la Ciudad de Buenos Aires. Hijo de padres adinerados, Juan Girondo Aramburu y Josefa Uriburu Arenales, cuyos apellidos se replican a lo largo de la historia. Realizó sus estudios secundarios en Inglaterra y Francia para terminar recibiéndose de abogado en Buenos Aires.
A la edad de 20 años, en 1911, dirigió el periódico artístico literario "Comedia" junto a René Zapata Quesada y Raúl Monsegur. En 1922 publica en una tirada limitada, impresa en Francia, "Veinte poemas para ser leídos en el tranvía", que incluye ilustraciones realizadas por él mismo. En 1925 publica su segundo libro, "Calcomanías", y la edición de bolsillo de "Veinte poemas...". En 1932 publica “Espantapájaros”, en 1937 "Interlunio" y en 1942 "Persuasión de los días". Para 1946 llegará la publicación del poema "Campo nuestro". Su último libro fue “En la masmédula” que vio la luz en el año 1953.
En 1943 se casó con Norah Lange, poetisa y narradora que supo romper los cánones de la sociedad de esa época al mostrar que una mujer también puede escribir en prosa. En 1967, luego de estar inmovilizado físicamente por seis años producto de un accidente automovilístico, fallece un 24 de enero.
Ícono del ultraísmo
Oliverio fue, junto con Borges y Leopoldo Marechal entre otros, parte de la vanguardia llamada “ultraísmo” que comenzó en España y se desarrolló sobretodo en Argentina. En una publicación de la revista “Nosotros” en 1921, Borges describe los principios básicos de esta nueva forma de escribir poesía entre los que destacan el uso de la metáfora, la “abolición de los trebejos ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciación, las prédicas y la nebulosidad rebuscada” y la “tendencia a establecer una disposición tipográfica nueva de las palabras del poema”, actualmente conocido como pictogramas, algo que se puede ver con claridad en el poema “Espantapájaros” de Girondo.
El ultraísmo se levantó en oposición al modernismo que en Argentina encontraba su mayor expresión en Leopoldo Lugones. Anteriormente se había empezado a desarrollar el sencillismo en el mismo sentido, teniendo en común ambas corrientes la búsqueda de la economía del lenguaje en la poesía. Pero el ultraísmo va más allá, revolucionando la manera de escribir, dejando de lado la rima, eliminando las anécdotas y recurriendo a la conjunción de imágenes quitándole a los poemas todo lo afectivo.
Florida vs Boedo ¿Rivalidad?
En los años ’20 y ’30 en Argentina existían dos grupos literarios: “Boedo”, llamado así por reunirse en la editorial Claridad en la calle Boedo, y “Florida” cuyo punto de encuentro era la revista “Martín Fierro” que se encontraba en la esquina de Florida y Tucumán o en el café “La Richmond” ubicado sobre la calle Florida. La vanguardia ultraísta pertenecía a éste último. Históricamente se opuso a estos dos grupos por haber sido contemporáneos, por mostrar con sus obras cosas muy distintas, sin embargo Borges llegó a decir que la misma no existía más allá de las bromas.
El grupo Boedo se caracterizaba por tocar temas sociales, tener ideas de izquierda y plantear desde sus principios la búsqueda de un vínculo con la clase obrera. En cambio, el grupo Florida también conocido como grupo Martín Fierro por la revista que publicaban, presentaba obras desde lo individual, con una poesía hermética que se relacionaba poco con el contexto que se vivía en su época. Esto no quiere decir que no fuera disruptiva como muestra el poema del libro “Espantapájaros 1” de Oliverio Girondo quien a través de sus versos choca con la concepción de la mujer donde la estética está ante todo y propone como principal motivo de seducción el que la mujer “sepa volar”.
Oliverio: Imágenes que son palabras
El amor, el sexo, las sensaciones, los lugares de Buenos Aires se presentan como imágenes que se agolpan, se concatenan y nos muestran el interior del autor, sus amores, sus sexos, sus sensaciones y sus lugares. Figura de una poesía rupturista que lejos de embellecer las cosas de manera lejana, con adjetivos forzados y vericuetos interminables, plasma una realidad que es su realidad. La metáfora se vuelve corpórea y se pueden dibujar las figuras en la mente de las palabras que se plasman en el papel. Una pareja que se mira, se presiente y se desea; María Luisa con sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado; el deseo de que un día se compruebe que la vida se arranca y se despedaza los chalecos de fuerza de todos los sistemas; que hay amor impostergable y amor impuesto, amor incandescente y amor incauto, amor indeformable, amor desnudo... amor, amor que es, simplemente amor.
De viaje en el tranvía, cual espantapájaros, se pueden encontrar infinidad de imágenes y sensaciones en los poemas de Oliverio Girondo y así arrancar viaje, escapándose, al menos por un rato, del frenesí de la vida.
Fragmento de “Lo que esperamos”
(...) Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra. |