Este martes 16, el Partido Obrero publicó través de su prensa una nota de opinión de Alejandro Marzeñuk, titulada Sobre Monsanto y los transgénicos. Esta es nuestra crítica.
La nota de Marzeñuk empieza remarcando un supuesto error en las discusiones contra las multinacionales del agro, el cual consistiría en “mezclar los transgénicos u OMG (Organismos Modificados Genéticamente) con los herbicidas” para luego afirmar que “al hacer esa mezcla se crea una confusión entre la población y se expanden ideas como que un OMG tiene necesariamente que ir asociado al glifosato”.
En primer lugar el error está en decir que los agroquímicos no están asociados a los transgénicos, teniendo en cuenta el actual modelo agrícola (agroquímicos + transgénicos + fertilizantes). La realidad es que la gran mayoría de los OMG utilizados en el agro están modificados genéticamente para ser resistentes al glifosato. Acá podemos mencionar algunos de los cultivos transgénicos más utilizados en nuestro país, como lo son el maíz BT, o la soja RR. Y tenemos nuevos eventos como la soja Xtend de Monsanto que además de resistir el glifosato también lo hace al Dicamba. O la tecnología Enlist de Dow, que agrega las características de resistencia al glifosato, al 2,4-D y al glufosinato de amonio.
La elección de los cultivos que se modificaron (mayormente soja, maíz, canola y algodón) y de los rasgos que se insertaron en los OGM (resistencia a herbicidas y resistencia a insectos) no se basa en ninguna razón biológica o en la necesidad de aumentar la producción, sino que fueron simplemente dictadas por el mercado ya que deliberadamente promueven la continuación del mismo modelo.
Siguiendo con la nota nos encontramos con la siguiente afirmación: “Además se difunde la idea muy equivocada de que los OMG son malos de por sí”.
Los transgénicos, en algunos casos son conflictivos de por sí, si bien deben examinarse caso por caso. Tenemos el ejemplo muy claro del maíz Starlink que tuvo que ser retirado del mercado. También podemos nombrar el maíz BT, que está generando variedades de lepidópteros resistentes a la toxina BT que produce el cultivo, dejando sin efecto esta tecnología. Casos similares suceden con la aparición de malezas resistentes al glifosato, producto de años de la aplicación del mismo paquete tecnológico. En esta afirmación también están omitiendo muchas problemáticas, como es la contaminación de maíces nativos (no OMG) por polinización cruzada con especies modificadas. Tampoco mencionan que la aplicación del modelo agroextractivista ha conducido a la pérdida de biodiversidad dentro de nuestro país, poniendo en riesgo servicios como la protección contra la erosión y la regulación del ciclo del agua.
Más adelante: “Las técnicas de modificación de los genes de plantas y animales son un gran avance para el desarrollo de plantas que toleren más la sequía, que produzcan alguna vitamina (arroz dorado, por ejemplo), trigo sin gluten (para beneficio de quienes padecen de celiaquía), que produzcan más con la misma superficie sembrada para no seguir con la deforestación y el empobrecimiento de la tierra”.
Si hablamos de plantas tolerantes a sequias, no podemos olvidar mencionar que se pueden obtener iguales o mejores resultados con variedades autóctonas, obtenidas mediante cruzamientos y selección de variedades más aptas. La aplicación de una receta tecnológica única como los OGM (que además son genéticamente uniformes) desconoce la presencia de realidades locales.
Es una gran irresponsabilidad el plantear livianamente la liberación masiva de transgénicos al medio, no así la producción en ambientes confinados como la bacteria que produce insulina y otros tantos ejemplos.
El caso del arroz dorado es el caballito de Troya de las multinacionales del agro. La realidad es que hace más de 20 años que lo vienen investigando, y nunca comprobaron que pueda ayudar en la deficiencia de vitamina A. Que además, dicho sea de paso, se equivocan al decir que produce vitamina, cuando en realidad está modificado para producir beta-caroteno o pro-vitamina A. Pero para convertir el beta-caroteno en vitamina A, una persona necesita tener una salud y alimentación balanceadas, cosa que carecen, precisamente, las poblaciones con deficiencia de vitamina A.
Cuando se habla de “producir más” estamos encubriendo un problema real que no es la falta de alimentos, sino la pésima distribución de los mismos. Casi un 40 % de los alimentos son desperdiciados, sumado a la desigual repartición de los mismos. La solución no es “producir más”. Esa conclusión dejémosela a las multinacionales que quieren vender sus productos a cualquier costo, sin importar el daño ambiental ni la salud de la población.
Los transgénicos no son indispensables para combatir el hambre en el mundo. Hace 20 años prometieron eso y nunca lo lograron. Hay ya sobrada evidencia de establecimientos agroecológicos y orgánicos como el caso de La Aurora en Benito Juárez donde se producen alimentos sin utilización de OMGs, ni químicos sintéticos, obteniendo mejores resultados inclusive, promoviendo una mejor salud del suelo y los cultivos, y obviamente de los productores y sus consumidores.
Finalmente, cabe destacar la coincidencia del artículo de Prensa Obrera con la política científica llevada a cabo por el gobierno anterior (y continuada por el actual): para "luchar porque la tecnología no sea propiedad de una o de unas pocas empresas (...) se necesita que los trabajadores de la tecnología de OMG sean financiados por el Estado, a través de universidades públicas".
Esto es exactamente lo que ocurre. La investigación en OGM en nuestro país es financiada por el Estado. La biotecnología es un área prioritaria a la que se vuelcan recursos humanos y materiales. Pero lejos de ser una garantía de investigación independiente, se ha convertido en una asociación entre el Estado y empresas privadas que comercializan las patentes sobre las semillas modificadas, lejos de los intereses reales de la sociedad. Similar es el caso de los convenios entre facultades de agronomía de varias universidades y empresas como Monsanto.
"Una cosa es la tecnología, que no es ni buena ni mala per se". Una visión “neutral” de la tecnología como la que expresa la nota de Alejandro Marzeñuk es funcional a los sentidos comunes que buscan instalar las multinacionales en la población.
Desde el PTS (en el Frente de Izquierda) pensamos que lo que realmente debe hacer un partido revolucionario en estos casos es desenmascarar esos discursos estafadores que se cubren de “espíritu científico” y denunciar los intereses de las multinacionales del agro, luchando no solo por la expulsión de estos pulpos imperialistas, sino también denunciando las metodologías que utilizan, cuya única razón de ser elegidas es maximizar la ganancia capitalista a costa del daño ambiental y de la salud de la población. En ese camino es elemental ganar para la causa a los honestos “técnicos, biólogos, veterinarios, farmacéuticos y especialistas de distintas ramas” para repensar un modelo nacional de agricultura basado en relaciones democráticas, solidarias y sustentables, en alianza con el pueblo trabajador del campo y la ciudad y los pueblos originarios.
• El autor es militante de la Juventud del Partido de los Trabajadores Socialistas, estudiante de agronomía en UNLP y responsable de la sección de Ecología y medioambiente de La Izquierda Diario.