Bronca, odio. Asquerosos “mulos” del patrón tirando a mansalva a trabajadores que llevan adelante una histórica lucha, que sienta y sentará un precedente para nuestra clase.
Orgullo de pertenecer a una organización que no sólo defiende poniendo el cuerpo en cada acción sino que apuesta consecuentemente a la organización de la clase obrera internacional. Y saben que seguimos en pie.
Al ver las imágenes de la represión se me hierve la sangre. Esas mismas fuerzas de choque de un Estado que se dice justo, que se dice democrático, que se dice tantas cosas que no es, tantas supuestas demandas que no nos da, no sólo que su origen no es cumplir las demandas del pueblo pobre y trabajador si no que nos da palos, nos reprime cuando salimos a luchar, no nos da vivienda ni trabajo, ni salud digna, ni educación digna.
¿Qué tengo? ¿Qué tenemos por perder? Si lo único que me pertenece es mi fuerza de trabajo, mis manos, que se han desempeñado en los 28 años que tengo en trabajos precarios, informales, sin obra social, sintiéndote la escoria de esta sociedad que se dice justa. Y más vale que tengo bronca. ¡Mucha bronca! No puedo mirar al costado como si nada, no puedo mirar mi ombligo.
Tengo odio, sí. Harta de ver cómo persiguen, amenazan y golpean a quienes se plantan, a quienes sí les importa el hambre, la desocupación, el no poder acceder a las necesidades dignas de millones en el mundo.
Harta de la impunidad. De que los genocidas que asesinaron a nuestros camaradas sigan impunes. Harta del gatillo fácil, de los negocios sucios de la policía con la trata de personas, de las desapariciones, de las causas fraguadas, del espionaje y las condiciones que tenemos que afrontar los trabajadores, los que movemos el mundo. Esto es lo que tiene para darnos el capitalismo.
Harta de estos gobiernos que sólo defienden sus intereses y los de las empresas. Harta de que destinen millones y millones de dólares a las deudas que ellos generaron y que nuestras realidades sigan empeorando.
Y este hartazgo se convierte en fuerza, se convierte en organización consciente, se convierte en estar ahí, en que es un orgullo estar al lado de los trabajadores de Lear, de Donnelley, de Kraf, del Subte, los docentes, estudiantes, comisiones internas combativas. Del lado de los que se plantan, de los que no se callan la boca, de los que la pelean. De los que si dicen algo y acompañan en cada injusticia sea propia o ajena, porque lo que importa es que nos unamos, que nos organicemos. Lo que importa es que sepamos que si no lo hacemos, los políticos burgueses y este sistema sólo nos darán más hambre, muerte y miseria.
Y no empezamos de cero. Tenemos una historia inmensa plagada de lecciones y de grandes batallas que sí hemos conquistado. Más vale, no les conviene que la tomemos en nuestras manos. Pero nos pertenece, somos parte de eso, somos eso que no nos enseñaron. Somos los que ahora decimos basta, somos los únicos que decimos “familias en la calle nunca más”.
Se convierte en saber de qué lado estás. Y sí, estoy de este lado y sigo harta pero con la certeza de saber que vamos a volver. |