“Nos venden cosas que duran poco tiempo, en estos tiempos donde el consumismo hace que dure poco tiempo todo. Está diseñado para que se rompan pronto las cosas, nosotros nos reímos porque hacemos cosas con otro concepto, que dure, trascienda y que sean instrumentos de primera línea.”
Monte adentro, en la provincia de Santiago del Estero, pudimos acceder a un lugar poco conocido, donde la familia Paz lleva adelante un ambicioso proyecto que no sólo está ligado a la luthería - con la creación de instrumentos de percusión - sino que también tiene el objetivo de mantener la armonía de la naturaleza del lugar, con un proceso de reforestación de árboles de ceibo, algarrobo y quebracho hace cinco años. Este proyecto familiar permite mantener el concepto de unicidad y trascendencia que se contrapone a la idea mercantilista de producción descartable tan necesaria para el consumismo feroz, común en nuestros días.
Entrevistamos a Mariano Paz (luthier, profesor de instrumentos de percusión y actual percusionista del Dúo Coplanacu), uno de los hijos de Mario Paz (reconocido luthier santiagueño).
Contanos ¿dónde estamos?
Mariano Paz: Estamos en la Reserva del ceibo, es una reserva forestal que la llevamos adelante con mi familia - la familia Paz – donde fabricamos los bombos Mario Paz. Nos dedicamos a hacer instrumentos de percusión, bombos legüeros aquí en Santiago del Estero, y este lugar queda en el Departamento Silípica, a 23 km. de Santiago capital, hacia el sur.
Durante el recorrido del lugar nos contaban que es la única reserva mundial de ceibo.
Sí, es el único lugar donde se foresta árboles para hacer instrumentos. Es algo simbólico, muy importante. Realmente nosotros comenzamos a hacerlo para hacer algo y devolverle algo a la naturaleza. Nosotros como seres humanos, a medida que tomamos más conciencia del lugar donde habitamos y lo poco trascendental que somos, le devolvemos algo de lo poco que hacemos. Este es un lugar hecho para compartir, para estar entre amigos, con música. Es un componente directo entre la música, el arte, la artesanía y lo ecológico. Es un vínculo, un lazo de unión y lo que intentamos llevar adelante con ese sentido.
¿Cómo es la historia de tu familia vinculada a la construcción de bombos?
Nosotros somos la segunda generación de artesanos luthiers junto a mis hermanos y continuamos el camino iniciado por mi papá (Mario Paz, ya marca de los bombos), que comenzó hace unos 50 años haciendo instrumentos. Nosotros hemos heredado el oficio. Todos mis hermanos estamos vinculados al trabajo artesanal y llevamos adelante la construcción de los instrumentos de diferentes formas. Cada uno se dedica a diferentes cosas vinculadas entre sí (somos músicos, luthiers). Yo personalmente me dedico a tocar percusión, soy profesor de percusión en el Conservatorio y actualmente estoy tocando con el Dúo Coplanacu.
Actualmente llevamos adelante junto a mis hermanos la construcción de instrumentos, ya que mi papá hace 11 años que no trabaja en la producción de instrumentos. En la parte de la forestación sí se dedica exclusivamente mi papá, Mario Paz. Él ha tenido un ACV que le provocó un derrame cerebral hace 11 años, y eso nos hizo hacer “un click”, para que se modifiquen muchas cosas internas para llevar adelante la construcción de instrumentos y también por eso, este lugar se sigue en pie. Nosotros no lo tomamos como un problema, sino como algo que nos impulsa para seguir adelante con este lugar. Tal es así, que mi padre es el que viene cotidianamente aquí con las idea de reforestar.
En la recorrida del lugar nos mostraban el proceso de creación de los bombos. Ese tipo de aprendizaje, que es heredado y se contrapone al concepto mercantilista de creación del mismo instrumento en tan sólo una semana en distintos lugares de Santiago del Estero ¿Qué posibilidades hay que se difunda este conocimiento, teniendo en cuenta que es un aprendizaje limitado sólo a los herederos de los luthiers?
Aparte de heredar el oficio tenemos el concepto de crear instrumentos que trasciendan varias generaciones. Nosotros hacemos instrumentos que van a durar entre cien y trescientos años, y esto nos hace tener conciencia de lo “finito” que somos en el tiempo y hacer algo duradero. Siempre pregunto y digo ¿Qué cosas tenemos que duren tanto tiempo? Nos venden cosas que duran poco tiempo, en estos tiempos donde el consumismo hace que dure poco tiempo todo. Está diseñado para que se rompan pronto las cosas, nosotros nos reímos porque hacemos cosas con otro concepto, que dure, trascienda y que sean instrumentos de primera línea. De la mano de eso también pensamos y creemos que hay que enseñar, hay que explicar cómo se hacen los instrumentos, cada paso. Esta cosa de lo secreto no lo aplicamos. El secreto es la dedicación, el tiempo.
Continuando con este planteo, tu hermano comentaba en un sentido muy tradicional, que “esto no se aprende en los libros ni universidades, se aprende con la práctica.”
Sí, además lleva mucho tiempo aprenderlo a hacer, porque en la práctica misma se perfeccionan los distintos procesos que lleva la creación, es prueba y error. Por ahí en un año y medio nos damos cuenta que está saliendo bien. No buscamos que sea rápido, sino que salga bien. Es un proceso lento pero necesario para que salga algo de muy buena calidad. Hacemos mucho hincapié en la enseñanza al lado del conocimiento y que la gente aprenda y sepa cómo se hace un instrumento, que es algo trascendental. Es un tronco que se ahueca, se saca la corteza y cada uno de los pasos va llevando a que se haga un instrumento de primerísima línea.
¿Cómo comenzó el proceso de reforestación del ceibo, algarrobo y quebracho, con riego artificial?
Nosotros hemos tenido la posibilidad de comprar este lugar hace cinco años y cuando hemos llegado era un monte que no era ni alto ni bajo pero era molesto, muchos hormigueros grandes (5 metros de diámetro y 1.80 m. de alto). Hubo mucho trabajo, dedicación, esfuerzo y es algo que nos gusta hacer, porque esto sin placer no le encontraríamos sentido. Era más rentable poner un negocio en Buenos Aires para vender bombos, con la misma plata lo podíamos hacer, pero elegimos esto. Este proyecto va a tener trascendencia en los próximos cien o trescientos años, pero también nos permite integrarnos, conocernos desde otro lugar y respetarnos mutuamente con la naturaleza que es parte de este entorno.
Lo primero que hicimos al llegar fue poner cuatro árboles. Todos los algarrobos que había se han dejado tal como están, dispersos porque crecen en su lugar y la idea es respetar eso, no alterar la naturaleza. De a poco hemos ido logrando instalarnos aquí. Ya tenemos sembradas unas 400 plantas con el sistema de riego por goteo, que implica mucha inversión, tiempo y esfuerzo porque las mangueras van enterradas y deben ser supervisadas constantemente para que funcione correctamente. Pero se logra eficiencia en el uso del agua y en el crecimiento de las plantas.