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La Izquierda Diario
19 de agosto de 2016 Twitter Faceboock

76 ANIVERSARIO DEL ASESINATO DE TROTSKY
Trotsky en México y el cardenismo
Pablo Oprinari | Ciudad de México / @POprinari

Este 21 de agosto se cumplen 76 años del asesinato de León Trotsky, ocurrido en Coyoacán. En este nuevo homenaje, presentamos un articulo analizando sus elaboraciones sobre México y el cardenismo.

Link: https://www.laizquierdadiario.com/Trotsky-en-Mexico-y-el-cardenismo

Trotsky llegó al puerto de Tampico, junto a su compañera Natalia Sedova, el 9 de enero de 1937. Durante los años siguientes y hasta que fuera asesinado por un agente estalinista, fue un periodo prolífico del fundador de la IV Internacional, tanto en su incansable actividad militante como en su elaboración teórica-política.

Aquí retomamos lo que presentamos en el ensayo introductorio a la cuarta edición de los Escritos Latinoamericanos (EL) -y en otros trabajos previos como los publicados en la revista Ideas de Izquierda– en torno a sus elaboraciones sobre América Latina, las cuales consideramos una enorme aportación al marxismo del siglo XX y XXI, y a la comprensión de la historia y la actualidad de los países de la región.

La Teoría de la Revolución Permanente y América Latina

En los EL puede encontrarse una profundización de la teoría de la revolución permanente a la luz de la realidad de la región. Trotsky aprehende correctamente la importancia fundamental que tiene en los países latinoamericanos la cuestión agraria como motor de la revolución. A su vez, le da todo su peso a la independencia nacional, claro reflejo del impacto que tuvieron en esos años las movilizaciones por la expropiación petrolera.

Partiendo de la incapacidad de la burguesía nacional para llevar hasta el final la lucha por esas tareas claves, Trotsky, en una discusión afirmaba:
… la clase obrera de México participa, y no puede sino participar, en el movimiento, en la lucha por la independencia del país, por la democratización de las relaciones agrarias, etcétera. De esta manera, el proletariado puede llegar al poder antes que la independencia de México esté asegurada y que las relaciones agrarias estén organizadas. Entonces el gobierno obrero podría volverse un instrumento de resolución de estas cuestiones [1].

Esta posibilidad estaba claramente sujeta a la capacidad de la clase obrera de ganarse al campesinado. Introducía la idea de la “competencia” entre la burguesía nacional y el proletariado, así como que el apoyo campesino a la burguesía era el factor fundamental para la emergencia de los regímenes bonapartistas
…durante el curso de la lucha por las tareas democráticas, oponemos el proletariado a la burguesía. La independencia del proletariado, incluso en el comienzo de este movimiento, es absolutamente necesaria, y oponemos particularmente el proletariado a la burguesía en la cuestión agraria, porque la clase que gobernará, en México como en todos los demás países latinoamericanos, será la que atraiga hacia ella a los campesinos. Si los campesinos continúan apoyando a la burguesía como en la actualidad, entonces existirá ese tipo de estado semibonapartista, semidemocrático, que existe hoy en todos los países de América Latina, con tendencias hacia las masas [2].

La experiencia de los trabajadores y las masas debía acompañarse pero sin dejar de preservar –aun cuando existiesen medidas gubernamentales de enfrentamiento con el imperialismo– la independencia organizativa y programática y por ende la construcción de una organización revolucionaria.

Y es que para Trotsky era fundamental esto, solo así la clase obrera podría “competir” con la burguesía nacional, convertirse en clase dirigente de la revolución socialista y resolver las aspiraciones de las amplias mayorías. El giro conservador de los últimos meses del cardenismo fue la demostración de que estas aspiraciones no podían ser resueltas por el nacionalismo burgués. Como planteaba Clave, aunque la revolución empiece impulsada por las tareas democráticas más elementales, “en su conjunto, terminará con la toma de poder por el proletariado, se transformará sin solución de continuidad en revolución socialista” [3]. Este era el camino para, en palabras de Trotsky, “completar la obra de Emiliano Zapata” [4].

Analizando al cardenismo

El 12 de mayo de 1939 Trotsky escribía “La industria nacionalizada y las administraciones obreras”, donde explicaba la política cardenista. Allí planteaba

En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros. La actual política se ubica en la segunda alternativa; sus mayores conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y las compañías petroleras [5].

Es evidente que la reflexión de Trotsky pretende dar herramientas para entender los movimientos pendulares de la lucha de clases en la región en ese periodo. ¿Cómo no asociar la idea de que “puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de la dictadura policial”, al resultado de que varios de los procesos mencionados tuvieron, con el ascenso de Anastasio Somoza o Fulgencio Batista? Dicho esto, sin duda, la riqueza del concepto –una aportación magistral a la comprensión de los regímenes políticos en los países semicoloniales y dependientes–, se ve en torno al cardenismo.

Esta conceptualización consideraba, dinámicamente, la relación que en los países semicoloniales se establece entre las clases fundamentales de la sociedad y el imperialismo. La actuación del cardenismo no podía comprenderse por fuera de un contexto internacional donde las potencias imperialistas orientaban sus energías hacia la próxima conflagración mundial, y en el cual –con particular incidencia en América Latina–, la estrella del imperialismo británico iba en declinación en tanto que los EE. UU. no gozaban aún de la hegemonía que alcanzarían luego. Situación le permitió a Cárdenas “disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros” y –basándose en el apoyo de las organizaciones obreras y campesinas– de mayores márgenes de maniobra para impulsar medidas como las de 1938.

Trotsky era un obsesionado por no caer en el mecanicismo y en el esquematismo vulgar, de lo que dan cuenta la propia teoría de la revolución permanente y sus consideraciones sobre el estado obrero ruso. La definición de bonapartismo sui generis surge de un fino análisis de la realidad internacional y nacional y le permite comprender el posicionamiento del cardenismo, sus giros concretos, sin dejar de apreciar su carácter de clase ni de sostener una postura independiente.

Desde ese ángulo se explicaban las expropiaciones de los ferrocarriles y las compañías petroleras. Las mismas, mientras “se encuadran enteramente en los marcos del capitalismo de estado”, representaban una medida “de defensa nacional altamente progresista” [6] frente al imperialismo, de lo cual se desprendía que la clase obrera internacional debían defenderlas ante el ataque de la burguesía imperialista, aún cuando la expropiación no fue bajo control de los trabajadores y se entregaran indemnizaciones a las empresas imperialistas.

Sin embargo, no confundía la defensa de estas medidas con el apoyo político al gobierno. Trotsky era contundente. No veía en las nacionalizaciones cardenistas y la reforma agraria “desde arriba” el camino para la construcción del socialismo, razón por la cual afirmaba que “para los marxistas no se trataba de construir el socialismo con las manos de la burguesía, sino de utilizar las condiciones que se presentan dentro del capitalismo de estado y hacer avanzar el movimiento revolucionario de los trabajadores” [7].

Su análisis del gobierno de Lázaro Cárdenas, en ese sentido, se distancia también de muchos que creyeron encontrar un Trotsky cardenista, omitiendo la importancia que tuvo la estatización de las organizaciones obreras. La cuestión de los sindicatos es una de las más profundas discusiones que pueden encontrarse en los EL.
Allí afirmaba que en México los sindicatos “se han transformado por ley en instituciones semiestatales, y asumieron, como es lógico, un carácter semitotalitario” [8], criticando su estatización e incorporación al PRM. Y afirmaba que los gobiernos de los países coloniales o semicoloniales, asumen en general un carácter bonapartista o semibonapartista, determinado tanto por la presión del capital extranjero como por la acción de las clases sociales en pugna, siendo que “difieren entre sí en que algunos intentan orientarse hacia la democracia, buscando el apoyo de obreros y campesinos, mientras que otros implantan una cerrada dictadura policíaco militar” [9]. El carácter bonapartista de los gobiernos semicoloniales se expresaba también en la dinámica que adquiere la relación con los sindicatos
… o están bajo la tutela del estado o bien, sujetos a una cruel persecución. Este tutelaje está determinado por las dos grandes tareas antagónicas que el Estado debe encarar: atraer a toda la clase obrera, para así ganar un punto de apoyo para la resistencia a las pretensiones excesivas por parte del imperialismo y, al mismo tiempo, disciplinar a los mismos obreros poniéndolos bajo control de una burocracia [10].

Y sostenía que la administración obrera de las empresas nacionalizadas auspiciada por el gobierno,
… no tiene nada que ver con el control obrero de la industria porque al final de cuentas, la administración se hace por intermedio de la burocracia obrera, que es independiente de los obreros pero por el contrario depende totalmente del estado burgués [11].

Aunque Trotsky no volvió a escribir sobre la deriva del cardenismo, presenció su giro conservador, expresado, por ejemplo, en la aceptación como su sucesor del candidato “moderado”, Manuel Ávila Camacho. Cárdenas dirá sobre esto: “El señor general Múgica, mi muy querido amigo, era un radical ampliamente conocido.Habíamos sorteado una guerra civil y soportábamos, a consecuencia de la expropiación petrolera, una presión internacional terrible. ¿Para qué un radical?”.
El movimiento pendular del cardenismo, su giro conservador así como los aspectos claves analizados por Trotsky y que presentamos en este artículo, son una muestra evidente de los límites del nacionalismo burgués.

La caracterización y conceptualización marxista del cardenismo como una forma de bonapartismo sui generis, permitía comprender los zigs y los zags, y su carácter de clase. Asimismo, es una herramienta teórica política fundamental para aproximarnos -considerando por supuesto las diferencias existentes con el gobierno de Lázaro Cárdenas y las medidas que lo caracterizaron- a la experiencia de los gobiernos “posneoliberales” en América Latina y comprender desde una óptica marxista su ciclo de ascenso y agotamiento. Así como para sostener una postura independiente frente a otras variantes burguesas “opositoras” que sostienen un discurso de reforma y humanización del capitalismo, como es el caso de Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena.

El análisis de la situación de los sindicatos en América Latina -que ilustra claramente la dinámica de su relación con el estado, y la política que tuvieron desde el cardenismo mexicano hasta el peronismo argentino- conserva toda su vigencia. Así como la postura sostenida por Trotsky de pelear por recuperar a los sindicatos como organizaciones para la lucha, conquistando su independencia respecto al estado y expulsando al charrismo de los mismos.

Los Escritos Latinoamericanos, en síntesis, constituyen parte fundamental del bagaje marxista para entender la realidad latinoamericana de ayer y de hoy, y enriquecen la estrategia política para su transformación revolucionaria.

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NOTAS
[1] “Discusión sobre América Latina”, 4 de noviembre de 1938. Resumen estenográfico de una discusión entre Trotsky, Curtiss y otros militantes, publicado originalmente en Trotsky, León, Oeuvres, Tomo 19, 1985. Tomado de Trotsky, León, Escritos Latinoamericanos, Buenos Aires, CEIP-Museo Casa León Trotsky, 2013, pp. 123-124.
[2] Ibídem, p. 124.
[3] Fernández, Octavio, “¿Qué ha sido y adonde va la revolución mexicana?”, en Trotsky, ob. cit., p.279.
[4] Trotsky, León, “Algunas notas previas sobre las bases generales para el segundo plan sexenal en México”, en Trotsky, ob. cit., p. 145.
[5] Trotsky, León, “La industria nacionalizada y la administración obrera”, publicado sin firma en Fourth International, agosto 1946. Tomado de Trotsky, ob. cit., p. 154.
[6] Trotsky, León, “México y el imperialismo británico”, en Trotsky, ob. cit., p. 98.
[7] Trotsky, León, “La industria nacionalizada y la administración obrera”, en Trotsky, ob. cit., p. 155.
[8] Trotsky, León, “Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista”, ob. cit., p. 158.
[9] Ibídem, p.161.
[10] Ídem.
[11] Ibídem, p.164.

 
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