Dos de las obras censuradas. "Tachitos" de Urbomaquia (P. Ávila, M. Lucero, L.Di Negro), 2005; y pesebre de Marcos Acosta de 2003.
Quienes participaron de la charla hacen obras artísticas muy disímiles desde lo formal, pero se asemejan en que salen de lo políticamente correcto. Cuestionan lo establecido o invitan a la reflexión (con desnudos, escenas de sexo con gestos de grafía infantil, caricaturas e instalaciones con íconos religiosos, intervenciones en la vía pública, juegos visuales provocadores, etc.). Por eso sufrieron todo tipo de censura. Desde pedidos de retirar ciertas obras, clausuras de exposiciones completas, hasta destrucción violenta de pinturas, atentados sobre sus personas y cárcel.
Entre sus anécdotas se podía entretejer una misma denuncia implícita: muchos de los que han ocupado -¿y ocupan?- puestos en el estado en cultura en Córdoba no quieren difundir un arte crítico y libre, sino que responden a intereses de sectores conservadores y de la Iglesia.
Vencer el "miedo" al arte
“Los encargados de Cultura le tienen miedo al arte, a la alegría, al sexo … odian a los artistas, sepan que nos odian… salvo que nos pongan su sello” concluyó Patricia Ávila, como en un intento de dejar algo al público, en su mayoría estudiantes de arte, que los prepare para enfrentar la hostilidad del sistema cultural oficial local. Carla Barbero insistió en dejar de abstraer la responsabilidad por la censura, que hay que denunciar a los funcionarios con nombre y apellido, y considerar que son parte de un plan político general de partidos políticos concretos. Así, Juan Juares propuso que se podía resistir si los artistas se organizasen y que por lo tanto formar un gremio sigue siendo una tarea pendiente. En ese sentido hablaron del desarrollo interesante de un circuito de arte autogestionado, que a pulmón da lugar a experiencias que son excluidas del circuito oficial.
Más que anécdotas
Alfonso Barbieri, artista plástico y músico, contó que en 1995 el director del cabildo quiso cancelar su muestra aduciendo que la tapa del catálogo era “pornográfica” (tenía dibujitos de preservativos formando un corazón y en el centro una pareja, vestida, dándose un beso). En 2004 en el Centro Cultural España Córdoba grupos religiosos entraron y destrozaron sus obras. Antes de eso y ante la mirada atónita del artista, el director, Daniel Salzano, hizo pasar a un cura para que “aprobara” la muestra. Durante los destrozos la policía no actuó. El hecho fue muy mediático y tuvo cola: intentaron prenderle fuego la casa y en la ciudad de Buenos Aires lo abordaron y golpearon dos jóvenes “con cruces así” (con sus manos forma un recuadro uniendo las puntas de los dedos índices y pulgares).
Juan Martín Juares relató que en 2004 iba a exponer en el Centro Cultural de Villa Allende cuando el intendente de la localidad lo increpa para que saque unas pinturas con desnudos. Ante la negativa del artista, el intendente cancela la exposición, lo que impulsa un escrache. El conflicto llegó a los medios y amenazó el puesto de trabajo de docente de secundaria del artista. El director del Centro Cultural que invitó al artista fue removido de su cargo.
Marcos Acosta habló de la experiencia que vivió junto a otros artistas censurados por presión de la Iglesia en una exposición del cabildo en 2003 (“Navidad, diez artistas, diez miradas” junto con O. Fraticelli, M. Grinberg, R. Bianchedi, F. Schule, R. Menas, C. Silvestro y P. Scherbengraf). Contó que tenían desde hacía varios meses la palabra de los funcionarios de que podrían hacer arte sobre la Navidad con total libertad. Pero eso cambió al momento en que representantes de la Iglesia los desaprobaron. Luis Juez, intendente en ese momento, ratificó mediáticamente la clausura de la exposición. Marcos contó que no se les había querido pagar por exponer, pero que luego del escándalo les querían pagar por no exponer, lo cual todos rechazaron. Los artistas resistieron no queriendo quitar su obra, por lo que durante el tiempo que duró la exposición hubo un policía en la puerta impidiendo la entrada al público. Los funcionarios que habían organizado la muestra desaparecieron los catálogos en los que figuraban sus nombres como impulsores del evento.
Patricia Ávila, Magui Lucero y Liliana Di Negro son artistas y docentes de la Universidad Nacional de Córdoba. Forman “Urbomaquia” haciendo intervenciones artísticas urbanas que ponen en cuestión el espacio público cada vez más reducido ante el avasallamiento de “lo privado”. En 2005 intervenían un tacho de basura con una breve inscripción, las denunció un transeúnte y fueron encarceladas. Siguieron presas aun luego de demostrar ser artistas reconocidas. Luis Juez nuevamente vociferaba en los medios contra las artistas ratificando su encarcelamiento y premió como “ciudadano ilustre” al denunciante.
Desde el público se sumaron otros casos: Cristina “Kikì” Roca contó su experiencia de 1993 con el famoso “Chancho Cecor” secuestrado por la policía en un hilarante episodio. En las paredes de la sala una exposición de registros sumaba los casos de Federico del Prado y su muestra “Iconografía para baños” de 2001, de Sofía Chaij y Juan Manuel Burgos censurados en el Buen Pastor por una muestra sobre los derechos LGTB en 2012.
Una anécdota positiva
También se hizo mención a la exposición que en 2007 organizó la Universidad Nacional de Córdoba con todos los artistas que habían sido censurados hasta el momento en años recientes. Si bien grupos de derecha acudieron intentando clausurarla, el accionar de autoridades, público y artistas logró vencer la valla que impedía el paso y se logró realizar la exposición. |