Corría el año 1932, Copenhague lucía como de costumbre. Fría, triste y enigmática. Como decía Trotsky, “en los fiordos (1), el agua se ha estrellado muchas veces”.
La sala estallaba de gente. No me quedaba otra opción que ingresar, pedir permiso y entrar entre la multitud como un cuchillo que corta la manteca.
La ansiedad se palpaba en el aire. La algarabía y el murmullo tenían una explicación: Una conferencia de Trotsky sobre la Revolución Rusa en Dinamarca con motivo del decimoquinto aniversario de la Revolución de Octubre, no se ve todos los días. Era algo excepcional, y había que estar allí, sintiendo toda esa sinergia del momento.
Avancé hasta casi la mitad del salón. Todos empujábamos a nuestro alrededor, aunque sea para poder estar un poquito más cómodos para cuando empiece todo.
Arrancó al fin. Trotsky habla en alemán. Al inicio, se excusa por no hablar en danés, pero también por su habla germana ya que, a pesar de la riqueza del idioma, “mi lengua alemana es bastante limitada”, dice. ¿Acaso hay alguien que no se exprese mejor que en su idioma natal?
Comienza con una digresión. Dará la conferencia como adversario político. Fue invitado por la Asociación de Estudiantes Socialdemócratas y les dice que sus palabras las dará desde otro lugar, desde otro partido. “¿Se puede hablar sobre una revolución de la que ha surgido la república de los soviets sin ubicarse y plantear una posición política? En mi calidad de conferenciante, mi bandera sigue siendo la misma de aquella bajo la cual participé en los acontecimientos revolucionarios”.
Pero se ataja “El objetivo de mi conferencia es ayudar a comprender (…) sólo quiero explicarla (…) Vamos a poner nuestra conferencia, no bajo la diosa de la rebelión sino bajo el signo de la vieja diosa del conocimiento, Snotra”. No quiere echarlo todo a perder. Costó mucho llegar hasta allí y no iba a dilapidarlo con una conferencia partidaria No obstante, él lo sabe. Comprender hasta el final la Revolución rusa, es tomar partido por ella. Y esa influencia es la que busca con sus palabras, además de dirigirse al mundo.
Llevo mi cámara de fotos Leica en el bolsillo, apretada sobre mi costado. Al estar prohibida la entrada de cámaras, mi objetivo lo es todo. Pero en verdad, las palabras de Trotsky me están llegando profundamente.
Foto: Cámara Leica
Primero explica la revolución: “A cada gran época en el desarrollo de las fuerzas productivas corresponde un régimen social definido.(…) Pero los regímenes no son eternos (…) Todo lo que nace merece perecer (…) La revolución significa un cambio del régimen social. Ella transmite el poder de las manos de una clase que ya está agotada a las manos de otra clase en ascenso. La insurrección constituye el momento más crítico y más agudo en la lucha de dos clases por el poder”.
Y la reflexión termina tajante y firme: “La revolución tiene sus propias leyes (…) y es la intervención activa de las masas en los acontecimientos”.
Adentro de la sala el calor me sofocaba, si bien era noviembre justo cuando en Dinamarca hace un poco menos de frío (en aquellos parajes todo es una variante del frío), la conferencia irradiaba fuego. No se si era el silencio profundo que reinaba en la sala, o las palabras de Trotsky transformadas en rayos que iban y venían, se chocaban con las paredes y se metían en las cabezas de la gente; pero aquello era una hoguera.
Había oído hablar del Partido Bolchevique, ese que fue la palanca de la Revolución Rusa, pero Trotsky lo explica mejor que nadie: “El partido revolucionario reúne en él lo mejor de la clase progresiva. Sin un partido capaz de orientarse en las circunstancias, de apreciar la marcha y el ritmo de los acontecimientos y de conquistar a tiempo la confianza de las masas, la victoria de la revolución proletaria es imposible. Tal es la relación de los factores objetivos y subjetivos de la revolución y de la insurrección”.
Sigo avanzando por entre la multitud. No es un concierto ni una manifestación callejera, pero parece. La gente sigue apiñada, pero atenta. Parece como si deseara que el momento no termine.
Trotsky continúa ya metiéndose en el tema en cuestión: “El hecho de que el proletariado haya llegado al poder por primera vez en un país tan atrasado como la antigua Rusia zarista (…) es en realidad completamente lógico(…) Rusia es un país atrasado pero es sólo una parte de la economía mundial, un elemento del sistema capitalista (…). La cadena se ha roto por su eslabón más débil”.
La guerra, las penurias, el hambre más agobiante, la opresión constante. Ese fue el combustible. No se pueden crear las condiciones objetivas, aparecen. “Ninguna receta táctica hubiera podido dar vida a la Revolución de Octubre de no llevarla Rusia en sus entrañas”.
Estoy a punto de llegar al escenario. Mientras tanto Trotsky sigue narrando la Revolución Rusa con tanta vida que casi se asemeja a un pintor, de esos detallistas extremos.
El proletariado, el campesinado, la revolución permanente, el bolchevismo… El cuadro va adquiriendo coherencia lentamente. Como con esos dibujantes que de a poco, le van dando forma a la obra y uno empieza a vislumbrar que significa.
“Para tomar con seguridad y firmeza el poder en sus manos, el proletariado necesita un partido. Y el bolchevique es el más revolucionario en la historia de la humanidad”. Tenía obreros con temple, fogueados en escuelas de guerra como en el ensayo revolucionario de 1905, o la Revolución de Febrero. Había iniciativa y disciplina. Era la creación de Lenin, la figura más grande de la historia rusa.
Trotsky dice convencido “un pesado martillo destruye el vidrio, pero forja el acero. El martillo de la revolución forja el acero del carácter del pueblo”. Se refiere al acero de hacerse cargo del destino, el necesario para gobernar al fin luego de siglos de opresión y dominación.
Estoy cada vez más cerca del pequeño atril montado adelante junto al escenario. Hay una avalancha. Me caigo y me levanto. Logro escuchar el cierre de la conferencia “La tarea histórica de nuestra época consiste en reemplazar el juego incontrolable del mercado por un plan razonable, en disciplinar las fuerzas productivas, en obligarlas a obrar en armonía, sirviendo así dócilmente a las necesidades del hombre”.
“El género humano tiene derecho a estar orgulloso de sus Aristóteles, Shakespeare, Darwin, Beethoven, Goethe Marx, Edison, Lenin ¿Pero por qué estos hombres son tan escasos? Ante todo, porque han salido, casi sin excepción, de las clases elevadas y medias. Salvo raras excepciones, los destellos del genio quedan ahogados en las entrañas oprimidas del pueblo (…). El socialismo significará un salto del reino de la necesidad al reino de la libertad”.
Llego adelante de todo. A pesar del movimiento de la gente, sacó mi cámara fotográfica Leica del bolsillo y disparo. Tomo varias fotografías pero una es la mejor. Logro captar la pasión, la energía y el convencimiento de Trotsky. Ahora yo estoy convencido.
Ese mismo día, por la noche, me propongo a revelar las imágenes. La fuerza que irradian es increíble. Pero hay una que llama mi atención. Es LA foto. Aquella que había tomado y que era la elegida. Se daño el negativo. Tiene manchas y fisuras. Pero es la mejor. Le había sacado una foto a la mismísima revolución proletaria.
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Robert Capa (1913-1934), el gran fotógrafo de origen húngaro que fotografió la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, también estuvo en aquella Conferencia de Trotsky.
Notas.
1. Un fiordo es una estrecha entrada de mar formada por la inundación de un valle excavado o parcialmente tallado por acción de glaciares.
LIBROS recomendados:
El texto está inspirado en la Conferencia ¿Qué fue la revolución rusa?, incluido en el libro Octubre. Escritos sobre la Revolución Rusa de Ediciones IPS.
¿Qué fue la Revolución rusa? (1932).
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