Foto: Primera marcha por #NiUnaMenos en Villa Carlos Paz, 3 de junio de 2015
Las impactantes y multitudinarias movilizaciones que, en Argentina, se convocaron bajo la consigna #NiUnaMenos, marcaron un antes y un después en la sociedad. Miles de mujeres salieron del ámbito doméstico y comenzaron a alzar su voz; y, cada vez más, a comprender que la violencia machista es un problema estructural, profundo, social.
Como marcaba la fundadora de la agrupación de mujeres Pan y Rosas, Andrea D’Atri, en un artículo: “En este marco, pudo visibilizarse que la violencia contra las mujeres no era un fenómeno excepcional, originado en el extravío o la patología de un individuo aislado. La violencia contra las mujeres dejó de ser un tabú, silenciado tras la privacidad de las cuatro paredes del hogar, para salir a la luz como un mecanismo de disciplinamiento, un instrumento de intimidación y coerción de las mujeres que mantiene el statu quo del orden social patriarcal en el que están subordinadas.”
En Carlos Paz, este fenómeno comenzó a tener su expresión en las calles, llegando a suscitar movilizaciones masivas, como las 5000 personas que marcharon a raíz del femicidio de Andrea Castana, exigiendo justicia y expresando un fuerte repudio por el accionar del fiscal y la Policía. También, recientemente, como ocurrió en todo el país, levantando la bandera de #LibertadParaBelén y por el derecho al aborto legal. En esta última marcha, tomaron la palabra mujeres en situación de violencia y que se encuentran peleando por justicia, por su propia seguridad y la de sus hijos; haciendo públicas sus denuncias y convocando a los vecinos de la ciudad y a las organizaciones de mujeres a acompañarlas en sus reclamos y denuncias. Tanto frente al Estado, que no da respuesta a las necesidades urgentes de las mujeres en situación de violencia; al Poder Judicial misógino; y a la policía que las maltrata y se niega a tomar denuncias por violencia.
El último viernes se convocó a una movilización frente a la comisaría tercera de Carlos Paz para reclamar por el caso de una mujer a quien la policía se negó en cuatro ocasiones a tomar sus denuncias contra su ex pareja, quien llegó a casi quitarle la vida. Recién a raíz de la quinta denuncia que realizó la joven madre se ordenó la detención. “Me acompañaron a hacer la denuncia, por quinta vez, porque no me animé a hacerla yo sola, llegué a tener miedo de denunciar porque me amenazó con un arma de fuego” –relató la joven-. “Él tenía la custodia de mi hijo. No entiendo por qué la fiscalía le da la custodia de mi hijo a una persona que ya tiene cuatro denuncias por violencia de género. Reclamo que me devuelvan la tenencia de mi hijo y que él cumpla con su castigo. (…) Yo trabajo tres veces por semana en casa de familia por 160 pesos por día, no me alcanza. El Estado no me ayuda”, agregó.
Días antes, el martes de la misma semana, tuvo lugar otra convocatoria a movilizarse a Tribunales para acompañar a una mujer que también reclama por la tenencia de su hija, y denunció la violencia ejercida por su ex pareja contra ella y la niña.
Acompañaron estas movilizaciones familiares y amigos, integrantes del Colectivo #NiUnaMenos Carlos Paz, organismos de Derechos Humanos como el Centro de Protección Familiar de La Falda, organizaciones de mujeres y partidos políticos de izquierda.
Un debate abierto entre las mujeres: ¿Cómo luchar contra la violencia de género?
Entre las mujeres, jóvenes, trabajadoras, madres, que se encuentran en cada una de estas movilizaciones, se oye siempre la pregunta: “¿Cómo hacemos para acabar con esto?”. Es una urgencia real que agobia a tantas mujeres, que es inevitable que se repita una y otra vez esa pregunta. Porque #VivasNosQueremos, como se consigna en cada marcha, es necesario darnos respuestas.
Una de las visiones más extendidas que atraviesan a todos los movimientos de mujeres, agrupaciones feministas e incluso las izquierdas en el mundo actual, sitúa a las mujeres en una posición victimizante y propone que el Estado asuma, esencialmente mediante un aumento de su poder punitivo, la supuesta solución para la opresión patriarcal.
Pero la tipificación en el sistema penal y el establecimiento de castigos, aunque recoge una relación de fuerzas engendrada por la lucha y la movilización de las mujeres contra la opresión, no puede más que mitigar –apenas en casos singulares– las consecuencias de la violencia patriarcal. El establecimiento y aumento de penas o los castigos ejemplares, demostraron no ser efectivos para acabar con la violencia patriarcal que se sigue reproduciendo, porque es estructural a las sociedades de clase.
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Desde la agrupación de mujeres Pan y Rosas acompañamos todas las luchas por arrancarle al sistema capitalista las mejores condiciones de vida para millones de personas sumergidas en los oprobios más inimaginables. De hecho, los diputados nacionales del PTS/Frente de Izquierda, Nicolás del Caño y Myriam Bregman, presentaron un proyecto de ley, Plan Nacional de Emergencia contra la Violencia hacia las Mujeres, en junio 2015, que establece un régimen de asignaciones a las víctimas, la creación de refugios transitorios y planes de vivienda, licencias laborales, licencias y pases educativos, la creación de equipos interdisciplinarios para la prevención, atención y asistencia a las víctimas, etc.
Pero, si para transformar la vida de raíz hay que mirarla a través de los ojos de las mujeres, no es posible limitar la lucha contra la violencia y la opresión al objetivo de endurecer los “castigos” para quienes la ejercen, pidiendo a la Justicia que actúe cuando ya es tarde; o al Estado que brinde protección ante una violencia que éste mismo reproduce.
Para que no seamos #NiUnaMenos, debemos luchar por una sociedad liberada de las cadenas de la explotación y todas las formas de opresión que hoy hacen, al ser humano, el “lobo” de sus congéneres. El primer paso, es saber que es posible. |