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La Izquierda Diario
26 de agosto de 2016 Twitter Faceboock

Sociedad
¿Argentina sin Chagas? Una crónica cotidiana que se multiplica por miles

En el “Día Nacional por una Argentina sin Chagas” compartimos reflexiones y vivencias de una trabajadora estatal en torno a esta problemática social desatendida a lo largo de la historia sanitaria nacional.

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Ella es Elda, nació el 30 de Julio de 1957 en un pueblo llamado Frías en la Provincia de Santiago del Estero. Junto con otros cinco hermanos vivió allí hasta los doce, cuando la familia por razones económicas decidió mudarse a Buenos Aires. Lo común para la zona era que las familias vivieran en casas de adobe y techo de paja, en “ranchos”. Allí es donde el vector que transporta el parásito que causa el Mal de Chagas toma contacto con el humano y puede producir la transmisión de la enfermedad. El vector es conocido regionalmente como vinchuca y comparte el hábitat con los seres humanos. No todas las vinchucas transmiten el Chagas sino sólo aquellas que están infectadas por el parásito Trypanosoma Cruzi.

La vinchuca se alimenta de sangre, si lo hace de alguna persona o animal que está infectado, el parásito se aloja en sus intestinos. Cuando se alimenta a la vez va defecando, la picadura causa escozor y cuando se recurre al rascado para aliviar la sensación, se lastima la piel y se abre la puerta para el ingreso del parásito al cuerpo. En el caso de una persona sana esta sería una de las formas posibles de adquirir la enfermedad.

Mi mamá tuvo a los nueve años lo que se conoce como ojo chagásico (Signo de Romaña). Este se manifiesta un tiempo después de haber contraído el parásito. Para mi abuela en aquel entonces, la inflamación ocular era señal de alguna pelea en la escuela o entre hermanos. Motivo por el cual no hubo una revisión médica. El ser pobre, el no saber, y el no tener acceso a información hizo que mi abuela pasara por alto que lo que estaba sucediendo era algo grave. Fue recién a los 18 años que mi mamá supo que estaba enferma. A partir de ese momento algunas cosas cambiaron en su vida. Si bien no hizo un tratamiento con medicamentos, sí fue haciendo los chequeos que permiten estar al tanto de si están ocurriendo lesiones en los órganos. Hasta hace algunos años todavía estábamos convencidos de que no había tratamiento ni cura. Supimos que había un medicamento cuando el laboratorio multinacional que lo fabricaba discontinuó su producción, ya que no era un negocio rentable.

Lo triste pero cierto es que de las personas que conozco, enfermos con Chagas, al no presentar lesiones orgánicas graves ni que les impidan vivir normalmente, no están dispuestas a llevar a cabo un tratamiento que posee muchísimos efectos adversos. Están convencidos que esta altura de sus vidas, con 30 o 40 años de enfermedad a cuestas, no les puede cambiar nada. En mi caso familiar particular, el médico a cargo del control manifestó que luego de los 5-7 años de edad, ya ni siquiera valía la pena realizar algún tipo de intervención medicamentosa.

Frías 2012, ruinas de casa lindera al lugar donde vivía mi familia

La enfermedad de Chagas es una enfermedad de pobres y como tal no tiene difusión ni campañas realmente efectivas. En la Ciudad se muestra como algo que nunca va a llegar a Buenos Aires y deja de lado que un gran porcentaje de quienes viven en la Capital han migrado de provincias con alto índice de enfermos. Se decide olvidar que son muchas las formas de contagio. Las políticas de los gobiernos de turno parecen hacer hincapié en ampliar la brecha entre las pocas posibilidades de estar sano y las tantas formas de contraer una enfermedad que condicionara el resto de la vida de los que quedan fuera del sistema de salud.

La medicación es difícil de conseguir y el trabajo sanitario en las zonas afectadas no cuenta con los recursos necesarios para que sea efectivo. No basta con fumigar cuando hay gente contagiada que no sabe que lo está. No sirve enviar personal sanitario cuando no se les brindan los recursos mínimos para poder trabajar. No basta con que un laboratorio haga el medicamento que puede curar un gran porcentaje de la población enferma, si no hay políticas que hagan que esos medicamentos lleguen a esas personas. No sirve la campaña mientras ni siquiera se hace un intento cumplir con lo promulgado en la ley 26.281 en la cual se declara de interés nacional y se le asigna un carácter prioritario, a la prevención y control de todas las formas de transmisión de la enfermedad de Chagas hasta su erradicación definitiva dentro del territorio nacional.

Desde 1909 (cuando Carlos Chagas la describió por primera vez) a la fecha pocos cambios han habido en las políticas tendientes a trabajar sobre lo que significa esta enfermedad a nivel social, político, económico e histórico. Casi como una predicción, así lo reflejó Chagas en su carta a Salvador Mazza en 1928:

“Hay un designio nefasto en el estudio de la Tripanosomiasis. Cada trabajo, cada estudio, apunta un dedo hacia una población mal nutrida que vive en malas condiciones; apunta hacia un problema económico y social, que a los gobernantes les produce tremenda desazón pues es testimonio de incapacidad para resolver un problema tremendo. Es un problema de vinchucas, que invaden y viven en habitaciones de mala factura, sucias, con habitantes ignorados, mal nutridos, pobres y envilecidos, sin esperanza ni horizonte social y que se resisten a colaborar. Hable de esta enfermedad y tendrá gobiernos en contra. Pienso que a veces más vale ocuparse de infusorios o de batracios que no despierten alarma de nadie.”

 
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