Foto: Mariscal / EFE
Hoy lunes arranca una semana que, salvo sorpresas de última hora, terminará como empezó: con un gobierno en funciones y sin visos de solución a la crisis de gobernabilidad que afecta al Régimen del 78 desde el 20D. Un empate a tres bandas que a estas alturas sólo deja dos vías abiertas, o terceras elecciones o una aguda crisis en el PSOE que ayude a Rajoy a pasar con las 11 abstenciones socialistas (de mínimo) que necesita.
El pacto suscrito entre el PP y Cs viene a ser una reedición aún más derechizada del que suscribieron en el “primer round” Sánchez y Rivera. Éste último lo ha presentado asegurando que de los 150 puntos del acuerdo actual, 100 estaban contenidos en el firmado entre su partido y el PSOE para tratar de investir a Sánchez.
Lo cierto es que es un porcentaje bastante realista sobre el grado de acuerdo existente entre los tres principales partidos del régimen. A las medidas cosméticas de regeneración, limitadas a los casos de corrupción, se suma el firme compromiso de respetar el cumplimiento del déficit, el pago de la deuda, mantener lo esencial de los ajustes y reformas estructurales aplicadas de 2008 en adelante y la ofensiva españolista ante la cuestión catalana.
El acuerdo entre la vieja y la nueva derecha tiene un cáriz aún más conservador que su predecesor. En este no se dice ni una palabra de modificar la reforma laboral del 2012 – algo que el PSOE sólo estaba dispuesto a hacer en algunos aspectos -, el salario mínimo se mantiene congelado – frente al pírrico 1% de subida que pactaron PSOE y Cs – y otras promesas “sociales” desaparecen -como el subsidio de desempleo a los mayores de 52 – o menguan -como las políticas de conciliación familiar-.
También en la cuestión territorial se cargan un poco más la tintas. Si bien Cs renuncia a incluir una de sus principales banderas, acabar con el régimen fiscal vasco, para ver si se logra sumar a los 5 diputados del PNV -algo difícil, al menos antes de las elecciones vascas el 25S-, se le “compensa” incluyendo medidas que atentan contra el modelo de inmersión lingüística del sistema educativo catalán.
Sin embargo, no es en estas diferencias de grado donde reside el mantenimiento del “no” de Sánchez, que incluso ha llegado a calificar de “prescindible” la cita con Rajoy de este lunes en la que el presidente en funciones le ha reclamado que “no bloquee” la formación de gobierno. Sánchez, y de momento la mayor parte de la dirección del PSOE, no quiere “quemar” a su partido como la “alternativa” a un gobierno del PP que nacerá débil, con una agenda de ataques muy agresiva y que puede alentar una nueva oleada de indignación y protestas sociales.
Rajoy apela a su responsabilidad de Estado para que posibilite formar gobierno, que se cumplan los compromisos con la Troika y se aprueben los presupuestos de 2017 con un tijeretazo de hasta 10.000 millones. Desde un punto de vista de los intereses más inmediatos de los capitalistas españoles no le falta razón, la inestabilidad política es una de las líneas de falla de la estructuralmente débil recuperación económica.
Pero Sánchez ve su responsabilidad de Estado en otro nivel, además de por supuesto mediada por su propio instinto de supervivencia al frente del PSOE. Si el PP reabre la crisis del Régimen por abajo, él debe garantizar que el recambio histórico del bipartidismo esté en condiciones de actuar de contención, desvío electoral y alternativa de un nuevo gobierno más legitimado que evite que el Régimen del 78 quede contra las cuerdas nuevamente. A fin de cuentas se trata de dejar a buen resguardo a su partido del peligro latente de la “pasokización” que hasta la fecha ha evitado.
Estas dos perspectivas sobre cual debe ser el rol de uno de los dos grandes partidos del régimen son las que discute hoy el establishment. Por el momento la que prima es la primera, de más corto alcance. Es la que asumen el PP -parte interesada por otro lado-, Cs -que es el mejor representante de la voz del IBEX35 -, todos los grandes medios con El País a la cabeza y hasta la importantes editoriales extranjeras como la de este lunes del Financial Times.
Dentro del PSOE por el momento es la segunda la que prima, pero hay voces -desde Fernández Vara hasta el mismo Felipe González- que trabajan para un “cambio de rumbo”, es decir por dejar gobernar a Rajoy. Pero este posible giro, dado la identificación de Sánchez con el “no”, no podrá hacerse sin traumatismos importantes, sin descartar la misma caída en desgracia del Secretario General. Ya algunos hablan de reabrir el debate interno, como el barón valenciano Ximo Puig, y otros, como la baronesa andaluza Susana Díaz, guardan un inquietante silencio. Si finalmente se virase hacia una abstención, crisis de dirección mediante, sería un hecho que erosionaría todavía más al PSOE como posible futura “alternativa” de un nuevo gobierno Rajoy débil y antipopular.
Por eso, y aunque no aparezca en las “quinielas”, no se puede descartar algún tipo de “tamayazo” que le permita al PSOE salvar los muebles y facilitar el gobierno. Aunque encontrar a los 11 “mártires” en el grupo parlamentario socialista, que quedarían marcados como tránsfugas, no es tarea fácil.
Si esto no sucede, es decir si Sánchez logra capear las presiones de fuera y dentro del PSOE, no se produce ningún “tamayazo”y el PSOE se mantiene en el “no”, es muy probable que se llegue a las terceras elecciones. En tal caso, los dos partidos del bipartidismo son de entrada los que mejor se están preparando para la posible campaña de otoño. El PP hábilmente fagocita a su principal competidor, Cs, que se ha convertido en su furgón de cola. Y el PSOE se presentará como la garantía de que no gobierne el PP, aprovechando la casi desaparición de escena de Podemos en los últimos dos meses.
Aunque por caminos inescrutables, todas las vía conducen antes o después a algún tipo de restauración conservadora. Lo laberíntico del trazado habla de que ésta, nazca en el segundo round o en un tercero, vendrá cargada de debilidades, expresión de una crisis del Régimen que, si bien se está logrando contener, está aún lejos de encontrar una salida duradera.
Ante este escenario es incomprensible la actitud de los dirigentes de Podemos, que oscila entre el mutismo y la insistencia en conformar una alternativa al PP junto al PSOE, el mismo partido que pacto con Cs hace solo unos meses un acuerdo de gobierno en lo esencial muy parecido al que se presentará mañana en las Cortes.
Ante las salidas que se cocinan por parte del PP, el PSOE y Cs, aunque sea tirándose las sartenes y las ollas por la cabeza, y que nada tienen que ofrecer a los trabajadores y sectores populares, que proponen seguir la misma senda de ajustes de los años anteriores, mantener los candados del 78 “atados y bien atados”... lo que toca es justamente lo contrario. No seguir “blanqueando” al PSOE como socio preferente y trabajar por reactivar la organización y movilización social que va ser imprescindible reactivar para enfrentar los planes del gobierno cuando deje de serlo en funciones.
Las posiciones institucionales y el peso mediático alcanzado por Unidos Podemos podría ponerse al servicio de esta hoja de ruta, pero por el momento sus dirigentes siguen optando por mantener un discurso de moderación e integración en el juego parlamentario que desarma cada vez más la capacidad de resistencia ante la tanda de ataques que se vendrá una vez la crisis de gobernabilidad se supere por una u otra vía. |