Desde la puesta en funcionamiento de la mina Bajo la Alumbrera, esta fue perfeccionando a lo largo de los años la forma, el modus operandi, para lograr la tan mentada “licencia social”. Así creó un departamento destinado a ayuda social, que tenía un presupuesto de algunos millones de pesos mensuales, para ayuda inmediata. Así Alumbrera apareció a lo largo de estos años auspiciando cursos de formación docente, concursos de fotografías, solventando los gastos de reparación de la motobomba del cuerpo de bomberos de Santa María o regalando computadoras, muchas veces nuevas otras reparadas (en desuso).
He presenciado actos escolares donde se le agradece a la minera por la donación de pintura para la fachada del edificio y casos más patéticos como la entrega de medallas a pobladores de Andalgalá en el día del aniversario de la fundación de aquella ciudad con el logo de la minera atrás a pocos días de la pueblada que pedía a gritos que se fuera del territorio. O las sábanas del Hospital de Belén con el logo de Alumbrera, cuando se sospecha que a raíz de los derrames ácidos y de la contaminación de las aguas se habrían aumentado en forma exponencial los casos de cáncer en la región aledaña a la mina.
Una empresa que tiene la prebenda de la estabilidad fiscal por 30 años (concedida en el último acto de gobierno de Duhalde mediante decreto 416, con la firma del entonces diputado Diaz Bancalari y la Ministro de Trabajo Graciela Camaño), que saca el mineral a través de una declaración jurada, que no es ni siquiera revisada por nadie en la aduana (puerto de San Lorenzo), que se descuentan los gastos de maquinaria, que tiene subsidio al combustible, que gasta 100 millones de litros de agua por día sin pagar canon de agua alguno (se trata de agua apta para el consumo humano), lo mismo que utiliza la ciudad de Catamarca y así la lista es larga. |