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La Izquierda Diario
30 de agosto de 2016 Twitter Faceboock

SAN NICOLÁS // OPINIÓN
DesalojARTE
Elizabeth Moretti

Desalojo y represión, la política del intendente Passaglia para los artesanos y artistas nicoleños.

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“Si algo le faltaba a esta ciudad para ser horrible era que no nos dejen vender. Somos nosotros los que le ponemos onda a la ciudad”. El diálogo, con ribetes de humor y sarcasmo y, mucho de tristeza y resignación, aunque no refleje la realidad en su totalidad, sí expresa una buena parte de ella.

Empecemos por desmitificar esa idea (que se escucha mucho en nuestras calles) de que San Nicolás es un desierto cultural, donde las expresiones artísticas no tienen ningún lugar. Para ser justos tenemos que decir que en San Nicolás hay mucho arte, que la escuela de arte que funciona en la ciudad es uno de los institutos educativos más dinámicos de la zona; que esa parte aparentemente desvalorizada del arte que se denomina “artesanía”, tiene en la ciudad numerosos y destacados exponentes; que cuando las luces rojas de los semáforos se encienden, pueden verse malabaristas, bailarines, payasos, humoristas urbanos improvisados cambiando sus rutinas cómicas por unas monedas; que los fines de semana, los bares se pueblan de músicos y hasta de poetas compartiendo su arte con los comensales ocasionales.

Definitivamente, eso que llamamos comúnmente arte, también existe en San Nicolás. Lo que no existe, lo que nunca existió en la ciudad, es una política tendiente a considerar a los artistas como ciudadanos con derechos, como cualquier otro, digamos por caso, un empresario o un concejal.
Y es que (a diferencia de los poetas de principios del siglo pasado) esta nueva camada de artistas que antes ejemplificábamos, provienen en su mayoría de familias obreras, han crecido en casas donde los libros y los lápices de colores no abundaban, como no abunda nada en las casas de los trabajadores, saltaron al arte quizás como un modo de escapar de la vida rutinaria y monótona que nos depara el sistema; quizás con la idea de que el arte sea un medio de expresión y de denuncia de los sufrimientos y tristezas que también nos depara el sistema. Y siendo así, siendo estos artistas de extracción obrera, siendo hijos y nietos de los que siempre fueron parias, ¿qué esperaban sino seguir siendo parias?

El capitalismo ha sabido convertir el arte en una mercancía más, entonces éste deberá estar en su lugar designado: los pasillos de un museo o las paredes de un millonario coleccionista, o la bodega de un banco. No es admisible ver arte por todas partes, mezclándose con las cosas cotidianas de la vida. No puede haber un bajista tocando en una vereda cualquiera, no puede haber una pintura en cualquier pared, al lado de un “te amo” chorreado de aerosol; no puede haber artesanos vendiendo en las calles. Sobre todo, no puede haber artesanos vendiendo en las calles.

¿Por qué?, nos preguntamos. Porque después de la libertad de conciencia, la más peligrosa de las libertades para el estado burgués es la libertad económica de un miembro de clase trabajadora. Porque un artista que puede vivir felizmente de su arte es, por supuesto, un obrero menos para la fábrica, un policía menos para el estado, un cliente menos para el paternalismo pre electoral. Un artista que vive de su arte es alguien menos a quien explotar.

Esperemos que esta larga introducción sirva para comprender la arremetida del gobierno municipal contra los artesanos que intentamos vivir de nuestro trabajo, vendiendo nuestros productos en las calles céntricas. Que sirva para entender las amenazas de decomiso de la mercadería, los aprietes de los trabajadores municipales, la ausencia de respuestas cuando uno quiere hacer las cosas por la vía legal. Y para los distraídos les decimos que sí, que es el mismo gobierno municipal que no paga un centavo a los músicos locales que convoca para tocar en sus actividades, y que utiliza fondos educativos para pavimentar calles cuando las escuelas públicas se caen a pedazos; ese mismo.

 
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