Hace unos días, como de costumbre abría desde mi celular La Izquierda Diario buscando alguna nota que me llamara la atención. Mientras deslizaba el dedo pude ver una que se titulaba “Ningún pibe nace chorro, lo fabrica el sistema” y le di click sin dudarlo. Esta nota habla de la vida de los presos en las cárceles e incluso tiene un testimonio donde un ex-detenido cuenta su realidad. Al tiempo que leía la nota detenidamente, no pude dejar de pensar en uno de los pasajes donde dice: “tu vista no va más allá de ese muro, tu horizonte es el muro”. Esta frase me hizo reflexionar sobre la vida de los pibes en mi barrio y en tantos otros a lo largo y ancho del país.
En un barrio marginal, donde se vive al día a día, donde el derecho a la educación no existe y el derecho a la salud es bastante precario, la expectativa de vida de la juventud es prácticamente nula. A todas estas deficiencias impuestas por un Estado capitalista que se nutre de estas miserias, se les suma la falta de trabajo, las adicciones y el no acceso a ningún tipo de cultura que pueda elevar la mirada por sobre ese muro imaginario que existe en cada barrio pobre del país.
Últimamente en las mañanas tucumanas el sol brilla con más frecuencia, pero no lo suficiente como para iluminar el camino de la juventud que día tras día, semana tras semana, años tras años, se ve cruelmente castigada con políticas de Estado que permiten que el paco se siga comercializando cual golosina en el “kiosco” de la esquina de mi casa. Clara está la complicidad de la policía, pero este tema merece una nota aparte. En el primer semestre del año “la pipa y el papel” se cobró la vida de diez pibes en mi barrio, el último vivía a una cuadra de mi casa. Estos pibes nunca tuvieron la posibilidad de ver más allá del gris cotidiano de sus miserables vidas.
¿Cómo se podría elevar la mirada por sobre el muro o cruzar el charco, si apenas se termina el almuerzo se está pensando cómo conseguir el del día siguiente? ¿Eso es vida? Muchos no encuentran salida y terminan cambiando su vida por una dosis de pasta base que les permita ablandar la dura realidad. O mejor dicho, esa es la salida que les brinda el gobierno de turno: una muerte a mediano y corto plazo.
Casi todas las noches cuando mi cabeza ya está sobre la almohada me invaden preguntas que me cuesta responder. Preguntas como ¿y si me tocaba a mí? Bueno, por suerte pude zafar del paco, pero de lo que muchos no pudimos zafar es de las políticas a la cual le llaman “progresismo”. En estos doce años de gobierno kirchnerista, nuestras vidas no cambiaron en absoluto, seguimos siendo trabajadores que padecemos extrema explotación, en la mayoría de los casos sin empleo. Los que sí veo que progresaron son los dirigentes de los partidos tradicionales como el PJ y la UCR, ahora se pasean por nuestros barrios con sus lujosas camionetas (literalmente) prometiendo, una vez más, lo mismo de siempre. Tal vez eso fue el progresismo, mejorar la vida de la casta política.
Obviamente esto no fue gratis, por cada político al servicio de los capitalista que se vieron beneficiados en estos últimos doce años, hay millones de familias obreras permanentemente empujadas a la miseria. Familias como la mía, como la de un amigo que vive a la vuelta de mi casa, como la del pibe con siete hermanos que vive enfrente, todos hijos de obreros suspendidos en su fábrica. Muchos dirán “eso con el kirchnerismo no pasaba”, es cierto, porque la manera de favorecer a los empresarios fue diferente, lo que dejó el kirchnerismo fue un colchón bastante cómodo para que venga el macrismo y pueda seguir haciéndonos pagar una crisis de la cual los laburantes no tenemos nada que ver. A pesar de eso, la historia se repite. Con la diferencia que hoy me encuentro agrupado y organizado junto a cientos de jóvenes que ven la necesidad de revertir esta situación y cortar el problema desde la raíz. Lamentablemente por ahora no pude lograr que algunos de los pibes de mi barrio puedan elevar su nivel de conciencia a tal punto de querer cambiar su realidad y la de todos nosotros. Atravesar el muro no es nada fácil. Pero tampoco es imposible.
En un barrio de estas características es común escuchar frases como: “los políticos solo cagan a la gente”, “solo buscan su propio beneficio”… estas visiones sobre la política están alimentadas día a día por los punteros de los partidos tradicionales. Estos tipos sólo administran las miserias de las barriadas populares, se aprovechan de las necesidades de los que están desesperados por zafar un día más bajo este sistema. Cualquier pibe que vea estas prácticas tendrá argumentos sólidos para alejarse de cualquier actividad relacionada con la política. Cuando sólo se conoce una faceta de lo que es “hacer política” es natural pensar así. De hecho hace unos años atrás yo lo pensé, hasta que pude ver que existen otras formas, que se puede defender nuestros propios intereses y no el de los empresarios. Que se puede luchar por los hijos de los obreros que no encuentran una salida en esta sociedad.
Por circunstancias de la vida, o mejor dicho, por las luchas de la vida pude cruzarme con personas que me convencieron de que a los políticos de la patronal se les combate con la política de la clase obrera. Sin claudicar como lo venía haciendo inconscientemente, ni en los más mínimos detalles. Si, por circunstancias de la vida conocí a un “trosko”, a partir de allí me propuse investigar el trotskismo. Esta corriente que apenas conocía, para ver si todo lo que me contaban era cierto. Después de mucha lectura no sólo pude afirmar todo lo que me transmitieron sino que llegue a la conclusión que nosotros los trabajadores somos los únicos capaces de conquistar nuestras reivindicaciones para tener una vida digna.
Actualmente la clase capitalista nos acorrala cada vez más, las privaciones no son casuales, ellos harán lo imposible para que nosotros no logremos ver a la política como herramienta para lograr que la conciencia de los trabajadores se eleve y comience a depositar confianza en sus propias fuerzas. Cuando se logre este objetivo, los males de la juventud serán erradicados con una revolución social. |