Como tantos otros géneros, la ciencia ficción ha servido tanto para criticar aspectos de la sociedad capitalista, como para reforzar sentidos comunes que la sostienen. No es casual entonces que encontremos momentos históricos donde la cantidad y variedad de producciones del género se amplía: en la URSS, al calor de la revolución, hubo obras que a través del género expresaron sus ansias y propuestas de una sociedad distinta, así como las que criticaron al régimen stalinista posterior; en EE. UU., en los sesenta y los setenta, con el surgimiento de movimientos políticos y sociales contestatarios, muchas obras cuestionaron el consumismo, la publicidad, la manipulación ideológica del espectáculo, la guerra de Vietnam; allí la ciencia ficción se amplió y diversificó.
En su larga trayectoria, buena parte del género se ha destacado por el cuestionamiento de la sociedad capitalista de forma explícita, y no es poco habitual perspectivas socialistas o anarquistas desde las cuales se lo ha hecho.
Antes de cumplida una década del siglo XX, Jack London presentaría en El talón de hierro (nombre del grupo social oligárquico de industriales que dirigía la economía, las fuerzas del orden, la justicia, etc.) no sólo una feroz denuncia de la clase dominante, sino que narraba el enfrentamiento de los sectores empobrecidos en términos de una huelga general en la que se debían sortear provocaciones, ganar aliados, etc.
Para el aniversario de la revolución rusa, Vladimir Mayakovsky escribe Misterio bufo, una obra de teatro donde, después de una inundación que provoca la lucha entre los “sucios” (mayoritarios y trabajadores) y los “limpios” (minoritarios y parásitos de los sucios), llegan a una Tierra Prometida que es uno de los pocos casos de utopías positivas en el siglo (las referencias irónicas a la religión son constantes): allí las personas no tienen más conflictos con “las cosas”, en una clara alusión al comunismo entendido como desmitificación del fetichismo de la mercancía. Ese tipo de representaciones de cómo sería el comunismo sería durante todo el período siguiente objeto de obras de ciencia ficción propiamente dichas, como Estrella Roja de Bogdanov, o Aelita, de Alexis Tolstoi. En cambio Nosotros, de Eugeny Zamiatin, sería una dura crítica de la burocratización del régimen (que retomaremos cuando hablemos del Estado en una próxima edición).
Por estos pagos podríamos citar a El Eternauta; si la nieve mortífera que de repente comienza a caer puede considerarse una metáfora contra los golpes militares, que es hasta donde les gusta rescatar de la historia de Héctor Oesterheld a los kirchneristas; no habría justificación en la historia para limitar a ello una historia donde se resalta la solidaridad y la acción colectiva contra unos cascarudos que atacan despiadadamente pero dirigidos por fuerzas que no controlan.
Todo el cyberpunk está plagado de corporaciones, multinacionales y empresarios que con sus manejos oscuros están literalmente destruyendo el planeta. William Gibson, factótum del subgénero, se dedica especialmente a historias donde la memoria, las costumbres y los rasgos personales de la gente son consideradas como “paquetes de información”, sistemas que se compran y venden como cualquier otro aparejo.
Más recientemente, en la obra The council (El consejo), de China Miéville, quien combina variantes de ciencia ficción con otros géneros afines, un tren en permanente movimiento sirve de morada para un grupo de militantes socialistas que buscan extender la rebelión. Las resonancias a los movimientos anticapitalistas de principios del siglo XX pero también del XXI son claras en ella. En el cine, Distrito 9 o Elysium, de Blomkamp, han cuestionado las diferencias sociales y los apartheids que el neoliberalismo ha sabido profundizar.
Por supuesto, ni estos ni los muchos ejemplos que podrían citarse significan que la ciencia ficción es de por sí un género anticapitalista. En EE. UU. por ejemplo, donde más se ha desarrollado, también durante los cuarenta y cincuenta fue vehículo de justificaciones de la Guerra Fría y argumentos para estar alerta de la “amenaza comunista”. Pero también es cierto que en un género que se define por lo que podría haber sido, lo que aún no es o lo que podría ser, sin duda se podrá encontrar una buena fuente de cuestionamiento a un sistema social que esconde sus formas de dominio y que aunque histórico, busca presentarse como natural e inmodificable. |