Miles manifestantes en Hong Kong se reunieron hoy en el centro de la ciudad, convocadas por las federaciones estudiantiles y los líderes de Occupy Central, para conmemorar el primer mes de protestas y para decir al Gobierno que sus peticiones de mayores libertades no van a diluirse con el tiempo.
A las 17.57 hora local abrieron sus paraguas, la misma hora en la que el pasado 28 de septiembre la policía hongkonesa intentaba dispersar a los allí concentrados con gases lacrimógenos, un hecho que marcó un antes y un después en las protestas.
La continuidad de la ocupación en varias zonas de la ciudad mantiene abierto el reclamo contra la ingerencia del gobierno central chino en las elecciones del Jefe del Ejecutivo local. Como una pelea de boxeo en la que ninguno de los contrincantes puede imponerse sobre el otro, uno preocupado por la respuesta que pueda generar su ataque (el gobierno local) y el otro por falta de una estrategia que le permita ganar (los manifestantes), el final de la disputa y las implicancias de la misma se mantienen inciertas.
El gobierno de Hong Kong no ha logrado terminar con las protestas callejeras ni encausar el cuestionamiento político, aunque ha logrado aminorar el daño económico que está podía producir. El intenso flujo comercial y de inversiones entre China no se ha modificado por las protestas y el mercado de valores de Hong Kong no ha tenido grandes cambios. En gran parte esto expresa que el gobierno local mantiene el apoyo de los grandes empresarios de la isla y del Partido Comunista Chino.
Para el gobierno de Hong Kong y los grandes empresarios de la isla, esta unidad se basa en garantizar la continuidad de los grandes negocios del llamado modelo “un país, dos sistemas” bajo el cual la isla se integraba como parte de China pero seguía organizada bajo las reglas del libre mercado y conservaba un grado considerable de autonomía política.
Para los líderes del Partido Comunista Chino una concesión a los reclamos en Hong Kong podría tener implicancias impredecibles. El crecimiento menor al esperado, el creciente descontento social y la pérdida de autoridad del PC, junto al reverdecer de los reclamos de las minorías en China fueron algunos de los temas centrales del Pleno del Comité Central del PC celebrado hace pocos días.
Las manifestaciones en Hong Kong no han golpeado los puntos centrales de la economía de la isla, ni han avanzado lo suficiente en sus reclamos para generar una crisis política que ponga en jaque al gobierno local. Así el gobierno de Leung, apoyándose en los empresarios y el gobierno de Beijing, mantiene su política de no ceder y esperar a que el desgaste de los manifestantes termine definiendo la disputa.
Las manifestaciones democráticas superaron largamente el plan de unos días de concentraciones y protestas para presionar al Ejecutivo local, que pretendían desde el movimiento Occupy Central, liderado por el académico Benny Tai. La represión de aquel 28 de setiembre fue el detonante para que, además de los reclamos democráticos que han prevalecido, una serie de cuestiones sociales comiencen a hacerse eco en los sectores movilizados. Hong Kong, una de las ciudades más prósperas del mundo, también tiene una de cada cinco personas viviendo bajo la pobreza. El índice de Gini, que mide las desigualdades, ha aumentado durante los últimos años y los ingresos del 10% más pobre se han reducido un 16% entre 2001 y 2011, según el gobierno.
Durante este mes de movilizaciones, la espontaneidad permitió superar una y otra vez los planes de desmovilizar y llevar el reclamo a la negociación con el gobierno por parte de los líderes de Occupy Central y las organizaciones estudiantiles. Pero también, luego de un mes de movilizaciones, la principal debilidad de las protestas es que aún no ha surgido una organización y dirección de los sectores en lucha, capaz de enfrentar a la alianza entre el gobierno local, los grandes empresarios y el Partido Comunista Chino.
Un mes de movilizaciones y ocupación han mostrado que en Hong Kong un sector de la juventud, mayoritariamente estudiantil, se mantiene firme en las calles. También que la falta de radicalización de las movilizaciones no las ha hecho avanzar del reclamo democrático del sufragio universal a un cuestionamiento profundo de las desigualdades sociales en la isla.
La preocupación de las autoridades locales y de Beijing sobre el movimiento muestra que la “Revolución de los Paraguas”, con todos sus límites, comienza a expresar las contradicciones sociales que los años de crecimiento chino no lograron superar y que se han vuelto más explosivas como muestra, en los últimos años, el estado de conflictividad y efervescencia sin precedentes de la clase obrera china, la más numerosa y concentrada del mundo. |