¡Aiya mellon! O traducido del Quenya (idioma elfico) “Saludos amigo” y nunca una mejor forma de conmemorar un nuevo aniversario del fallecimiento de John Ronald Reuel Tolkien quien fuera nada más y nada menos que el creador de todo el mágico mundo de El señor de los anillos.
J.R.R Tolkien nació el 3 de enero de 1892 en la ciudad de Bloemfontein en Sudáfrica, hijo de Arthur Reuel Tolkien y Mabel Suffield, pero en 1895 cuando apenas tenía 3 años su madre decide regresar a Inglaterra. Su padre que en cambio se había quedado en Sudáfrica debido a su trabajo, fallece el 15 de febrero de 1896 a causa de un episodio de fiebre reumática por lo que luego de su deceso y sin ingresos su madre decide mudarse junto a su familia en Birmingham.
Cuando apenas contaba con 4 años de edad John sabía las bases del latín que habían sido enseñadas por su madre, sabía ya leer y al poco tiempo escribir con fluidez. Rápidamente se despertó en él una gran curiosidad por los idiomas. Puesto que uno de sus entretenimientos era inventar los suyos propios, tal fue que en su edad adulta y como parte del señor de los anillos creó el Quenya, lenguaje de los elfos, que junto con el Sindarin, es el idioma más difundido y estudiado de las más de quince ideolenguas.
En 1904 con apenas 12 años de edad John sufre el fallecimiento de su madre por lo que él y su pequeño hermano Hilary se quedan al cuidado del padre Francis Xavier Morgan, un sacerdote católico (de origen Jerezano) del oratorio de Birmingham. Es allí donde, con tan solo 16 años conoce, a Edith Mary Bratt, pero le es prohibido acercarse a ella hasta tanto no cumpliese la mayoría de edad.
Una vez hubo cumplido los 21 años, declara su amor a Edith y es así que ambos se comprometen en enero de 1913 y se casan en Warwick el 22 de marzo de 1916.
Se graduó con una mención de honor en Literatura y Lenguas Inglesas en la Universidad de Oxford y poco tiempo después, debido al comienzo de la primera guerra mundial, se alistó en el ejército donde sirve como oficial de comunicaciones en el 11º de los fusileros de Lancashire, con el que combatió en la batalla de Somme (1 de julio – 18 de noviembre de 1916) y donde muchos de sus amigos de la infancia perdieron la vida. Luego de caer enfermo es enviado nuevamente a Inglaterra y es durante su convalecencia y a modo de catarsis cuando comienza a dar forma a todo un conjunto de historias y leyendas de los días antiguos de la tierra media.
John dedicaba todo su tiempo libre fuera de la enseñanza académica a estar con su familia y a su obra literaria. Todo ese conjunto de leyendas e historias es lo que con el tiempo (e incluso después de su muerte) se convertirían en una de sus más grandes obras literarias: “El Silmarillion”. Siempre se había lamentado de que su país no poseyese una mitología propia al igual que muchos países mediterráneos. Inventó su propia mitología. Se interesó especialmente por mitologías nórdicas y realizó también importantes traducciones y estudios de obras medievales.
Ya en Oxford, en 1926 conoció a C.S Lewis (Creador de Narnia) que al igual que él estaba fascinado por la literatura fantástica y la creación de historias propias.
John y Edith tuvieron cuatro hijos y fue precisamente para ellos para quienes escribió un cuento infantil titulado “El Hobbit”. Dudando de que a alguien pudiese llegar a interesarle, y pese a su propia sorpresa, el cuento fue publicado en 1937 por la editorial George Allen & Unwine. Rápidamente su editor pidió que escribiese una secuela puesto que el público demandaba saber más acerca de los hobbits y fue así que Tolkien emprendió una labor que le llevó 12 años y que fue publicada en 3 entregas: “La comunidad del anillo”, “Las dos torres” y “El retorno del Rey”. Si “El Hobbit” sorprendió a Tolkien, nunca se imaginó que El señor de los anillos tendría éxito y repercusión a nivel mundial.
Se jubiló en 1959 y se mudó junto a Edith a la localidad de Bournemouth. Tras la muerte de su esposa el 29 de noviembre de 1971, John hizo escribir sobre su lápida el nombre de Lúthien. John fallece un 2 de septiembre de 1973 y hoy la tumba de John y Edith en el cementerio de Wolvercote de Oxford llevan grabadas el nombre de Beren y Lúthien).
Canción entonada por Aragorn en la cima de los vientos
(El señor de los anillos – La comunidad del anillo)
Las hojas eran largas, la hierba era verde,
las umbelas de los abetos altas y hermosas
y en el claro se vio una luz
de estrellas en la sombra centelleante.
Tinúviel bailaba allí,
a la música de una flauta invisible,
con una luz de estrellas en los cabellos
y en las vestiduras brillantes.
Allí llegó Beren desde los montes fríos
y anduvo extraviado entre las hojas
y donde rodaba el Río de los Elfos,
iba afligido a solas.
Espió entre las hojas del abeto
y vio maravillado unas flores de oro
sobre el manto y las mangas de la joven,
y el cabello la seguía como una sombra.
El encantamiento le reanimó los pies
condenados a errar por las colinas
y se precipitó, vigoroso y rápido,
a alcanzar los rayos de la luna.
Entre los bosques del país de los ellos
ella huyó levemente con pies que bailaban
y lo dejó a solas errando todavía
escuchando en la floresta callada.
Allí escuchó a menudo el sonido volante
de los pies tan ligeros como hojas de tilo
o la música que fluye bajo tierra
y gorjea en huecos ocultos.
Ahora yacen marchitas las hojas del abeto
y una por una suspirando
caen las hojas de las hayas
oscilando en el bosque de invierno.
La siguió siempre, caminando muy lejos;
las hojas de los años eran una alfombra espesa,
a la luz de la luna y a los rayos de las estrellas
que temblaban en los cielos helados.
El manto de la joven brillaba a la luz de la luna
mientras allá muy lejos en la cima
ella bailaba, llevando alrededor de los pies
una bruma de plata estremecida.
Cuando el invierno hubo pasado, ella volvió,
y como una alondra que sube y una lluvia que cae
y un agua que se funde en burbujas
su canto liberó la repentina primavera.
El vio brotar las flores de los elfos
a los pies de la joven, y curado otra vez
esperó que ella bailara y cantara
sobre los prados de hierbas.
De nuevo ella huyó, pero él vino rápidamente,
¡Tinúviel! ¡Tinúviel!
La llamó por su nom bre élfico
y ella se detuvo entonces, escuchando.
Se quedó allí un instante
y la voz de él fue como un encantamiento,
y el destino cayó sobre Tinúviel
y centelleando se abandonó a sus brazos.
Mientras Beren la miraba a los ojos
entre las sombras de los cabellos
vio brillar allí en un espejo
la luz temblorosa de las estrellas.
Tinúviel la belleza élfica,
doncella inmortal de sabiduría élfica
lo envolvió con una sombría cabellera
y brazos de plata resplandeciente.
Larga fue la ruta que les trazó el destino
sobre montañas pedregosas, grises y frías,
por habitaciones de hierro y puertas de sombra
y florestas nocturnas sin mañana.
Los mares que separan se extendieron entre ellos
y sin embargo al fin de nuevo se encontraron
y en el bosque cantando sin tristeza
desaparecieron hace ya muchos años.
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