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3 de septiembre de 2016 Twitter Faceboock

LA PLATA / BERISSO / ENSENADA
Muertes obreras en la región: un genocidio silencioso
Juan Contrisciani | Delegado de sector cobrería y paritario en Astillero Río Santiago | Agrupación Marrón | Dirigente del PTS
Hernán García | Agrupación Marrón-Astillero Río Santiago | Dirigente del PTS

Hace tres días murió un trabajador en la planta de Ternium - Siderar de Ensenada. Una nueva muerte que se suma a la lista de los “accidentes” de trabajo.

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Juan Ruiz Díaz era un obrero tercerizado de la Unión de la Construcción de la República Argentina (UOCRA) que trabajaba en la empresa Ternium - Siderar, ex Propulsora. Hace tres días sufrió un “accidente” fatal en la planta; cayó desde una escalera mientras arreglaba un techo y murió. Ramón “Chirola” Ramírez era obrero de Astillero Río Santiago, del sector mantenimiento eléctrico. Murió en un “accidente” en su puesto de trabajo: fue aplastado por un ascensor.

En julio de este año, 18 obreros de la Empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) fueron internados producto de un “accidente” laboral: se intoxicaron. A León Centurión, obrero de Miller Building de la ciudad de La Plata, se lo tragó una máquina y murió en el acto. La empresa lo llamó “accidente laboral”.

Contratados, tercerizados, en planta permanente; todos hechos de la misma carne; trabajadores en relación de dependencia, bajo la orden de algún abusivo patrón o capatáz. Durante los 12 años de gobierno Kirchnerista, y ahora bajo el gobierno de Macri los empresarios han hecho ganancias millonarias, mientras el cuerpo y las vidas que se pierden son de la clase trabajadora.

¿Accidentes de trabajo?

Estas muertes no son accidentales, si entendemos como “accidentes” a los “sucesos eventuales que alteran el orden regular de las cosas”. Por el contrario, los “accidentes” a los que nos referimos son sucesos ordinarios, regulares, evitables en la mayoría de los casos, que se producen como consecuencia del régimen de trabajo asalariado.

Los capitalistas para maximizar sus ganancias les imponen a los obreros jornadas de trabajo extenuantes que disminuyen su capacidad de atención. Intensifican los ritmos de trabajo, aumentan la velocidad de las máquinas, no invierten el dinero necesario para la modernización y tecnificación de los procesos productivos. No adoptan las medidas preventivas más elementales, generando condiciones de trabajo y medioambientales perjudiciales y riesgosas, convirtiendo los establecimientos laborales en trampas mortales.

En las fábricas donde hay medidas de prevención mínimas, el área de Seguridad e Higiene, junto con la patronal salen a responsabilizar al obrero en forma individual si se produce un accidente, sea este fatal o no. Es error del obrero por no utilizar, o utilizar mal los elementos de seguridad y no culpa del empresario por superexplotarlos.

No se trata sólo de una evidente indiferencia de los empresarios por los intereses vitales de los obreros. Los empresarios tienen que competir en el mercado, necesitan bajar los costos de producción (que incluye el costo de las medidas preventivas de seguridad e higiene) para que no se reduzca su margen de ganancia y de esa forma no ser desplazados del mercado por otros empresarios. Las patronales le roban a los obreros días, horas y hasta minutos de descanso, porque para ellos no son vidas, son números.

Cifran que dan miedo

Según los datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, entre el año 1996 y el año 2014 fallecieron 16.891 trabajadores a causa de “accidentes” de trabajo. Estos datos sólo se refieren a los trabajadores registrados, pero no tienen en cuenta a los que están sin registrar (en negro).

Según las estadísticas de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC entre los años mencionados, la suma de los trabajadores registrados y los precarios dio un total de 27. 508 trabajadores muertos en “accidentes laborales”.

En 1996, el Menemismo sancionó la ley de riesgos del trabajo (24.557) aún vigente, que dispone que a cambio del pago de una indemnización (que actualmente promedia el 3,3% del salario de cada obrero) el patrón se ve eximido de cualquier tipo de responsabilidad por los “accidentes” ocurridos en su empresa independientemente de su culpabilidad.

Una vez que se produce el accidente la ley determina que es la Aseguradora de Riesgos de Trabajo (ART) la que debe hacerse cargo de la reparación, dejando libre de responsabilidad a la patronal.

La “ley de Mendiguren” que sancionó el Kirchnerismo en el 2012 abrió la posibilidad de hacer reclamos judiciales contra las patronales a cambio de imponerles a los trabajadores la renuncia a las miserables indemnizaciones de la ART.

¿Quiénes son los responsables?

Desde la agrupación Marrón de Astillero denunciamos a la actual gestión de la Gobernadora Vidal y Scavuzzo (presidente de la fábrica al momento del accidente de Ramírez) como lo hicimos con las distintas administraciones que fueron pasando en la provincia y en el Astillero bajo los gobiernos provinciales de Daniel Scioli, Felipe Solá, y sus predecesores Ruckauf y Duhalde, todos miembros del PJ.

Ellos son los responsables de la muerte de nuestro compañero, así como de todas las que ocurrieron en el ARS producto de décadas de desinversión y vaciamiento. Todos los días que vamos a trabajar es un riesgo para nuestras vidas.

No son los únicos responsables. Cuentan con la complicidad de la burocracia sindical de todos los grandes gremios de la industria (UOM, UOCRA y también ATE - CTA) que hacen el trabajo sucio: les dan todo el tiempo posible a la patronal para que arreglen sus asuntos, quiebren la moral de los obreros y la de la familia del compañero muerto.

Envenenan la cabeza del trabajador efectivo, diciéndoles que precario o en negro, vale menos que efectivo o permanente, cuando la mayoría de las muertes por accidentes se producen entre los trabajadores precarizados.

De esta forma, se va naturalizando que estar “en negro” es prácticamente ser un elemento descartable. No es así; somos todos trabajadores y es tarea de los que estamos efectivos levantar la bandera de la defensa de los precarios que son nuestros hermanos de clase. Nuestro enemigo es la patronal y la burocracia que le sirve de comparsa.

Para terminar con este genocidio silencioso es necesario que los trabajadores se organicen democráticamente para poder conquistar comisiones internas, seccionales y sindicatos combativos; luchar por la unidad entre contratados y efectivos, organizar comités de seguridad e higiene y el control de la producción.

Para las patronales el tiempo es dinero; para los trabajadores una cuestión de vida o muerte.

 
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