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7 de abril de 2025 Twitter Faceboock

Teoría
Las ciencias sociales, las humanidades y el capitalismo
Farid Reyes
Eugenio Hernández

Continuamos con la serie de artículos para pensar las ciencias sociales y las humanidades en nuestro tiempo. En esta ocasión aportamos algunas reflexiones sobre la forma en que son desdeñadas estas áreas por cierto sentido común.

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Para la clase empresarial, mantener las ciencias sociales y las humanidades sólo tiene sentido si ésta va en función de mantener el status quo. Estas áreas del conocimiento tienen en su haber diferentes pensadores quienes sostienen que es el sistema capitalista el mayor logro racional de la especie humana.

El pensamiento liberal-burgués tiene representantes en las distintas carreras de las ciencias sociales, así como escritores en las humanidades. Esta posición comúnmente señala la importancia de mantener una “neutralidad” de los científicos sociales ante la política, dejando de lado que el simple hecho de mantenerse ambiguo o neutral es en los hechos tomar postura.

No obstante, también en las distintas carreras de estas áreas hay importantes críticos del orden capitalista, los cuales ven al individuo no de manera aislada sino en sociedad, en constante movimiento y entienden que las transformaciones sociales son posibles a partir de desarrollar un nivel de conciencia superior en las masas. Muchos de los principales pensadores críticos no sólo desarrollaron un profundo análisis teórico sino que llevaron a la práctica sus ideas y fueron partícipes de los grandes movimientos de su época.

Sin embargo, esta disyuntiva que se presenta en estas áreas del conocimiento y que genera importantes debates y reflexiones, es desdeñada por el sentido común influenciado por la clase que domina. Así el trabajo intelectual de un científico social aparece como “improductivo” en posiciones políticas de derecha y es menospreciado por amplios sectores de la sociedad.

El neoliberalismo durante las últimas décadas ha impulsado una corriente ideológica, cultural, económica y política a través de la comunicación de masas, induciendo a millones a hacerse de una postura “competitiva” y hedonista, a favor de un “un mejor provecho económico” marginando y desprestigiando a las carreras pertenecientes al ámbito social y humanístico.

No obstante, estas carreras tienen un enorme campo de análisis e investigación, dado que apuntan a explicar el comportamiento social desde diferentes aristas y tienen la capacidad de entender fenómenos políticos, económicos, sociales o culturales basándose en la interacción de los individuos con su medio. Al tiempo tiene la capacidad de anticiparse a transformaciones sociales o a momentos críticos que conllevan conflictos los cuales atañen al conjunto de la sociedad.

En la actualidad, muchas veces se escucha que acercarse a las humanidades “es una pérdida de tiempo” o que invertir en las ciencias sociales es un despilfarro de recursos económicos. Bajo esta línea de discursiva, se argumenta que “lo que realmente importa” es formarse en un trabajo “productivo” que fortalezca el desarrollo económico del país.

Estos comentarios parten del sentido ideológico burgués, que considera a las áreas de conocimiento “importantes” según su utilidad empresarial, es decir que tanto sirve el conocimiento a los designios del mercado.

A partir de este criterio justifica la preponderancia del estudio para desarrollar la ciencia y la tecnología en clave empresarial, sin importar las consecuencias sociales de la puesta en escena de estos avances tecnológicos y científicos al servicio de aumentar la ganancia de los grandes propietarios, dejando de lado los intereses de las grandes mayorías que sufren los problemas ambientales, pobreza o desplazamientos.

“El capital humano”

El desbordamiento del capitalismo del ámbito económico hacia los ámbitos de la vida cotidiana, exige pasar de formar seres humanos, a la formación de “capital humano”. Este concepto que se encuentra dentro de la teoría económica burguesa (neoclásica) plantea que si el individuo se forma y adquiere conocimientos puede aspirar a una mejor calidad de vida.

Por supuesto que esta visión deja de lado las dificultades objetivas de millones para acceder a la educación por un lado, y por otro el hecho de que para lograr una “movilidad social” no sólo basta con tener conocimientos, sino comportarte de forma sumisa y obediente ante el sistema, los más abnegados servidores del gran capital pueden, en determinados casos, acceder a mejores puestos o a volverse capataces de trabajadores operativos.

El mercado mundial no tolera la improductividad, favorece al desarrollo de las ciencias naturales y la tecnología, mientras que sentencia a la desaparición de forma paulatina a las humanidades o se mantienen como elemento ornamental en las universidades.

Por otro lado, las ciencias sociales se ven cada vez más cuartadas en su carácter crítico y opositor, buscan quitarle el filo revolucionario a las teorías críticas y tranquilizar la conciencia de estudiantes ávidos de ideas revolucionarias ante una situación cada vez más crítica.

Lo social no es importante, lo importante es la competitividad, la eficacia y la maximización de los recursos. Se buscan individualizar los problemas. Si aumentan los suicidios, por ejemplo, no se ve como un problema social producto de la forma en que el sistema engendra determinadas condiciones de vida, sino se restringe a las problemáticas que determinado individuo vive y su incapacidad de hacerles frente.

No está demás decir que esta lógica es perfectamente funcional a la clase que domina, a los grandes empresarios y banqueros, que al lograr que los problemas de las masas no se entiendan de forma social, pueden despreocuparse de que los trabajadores o determinados sectores se unan para pelear por sus derechos.

La sociedad como un todo orgánico

El mantenimiento y la profundización de los problemas sociales, económicos, políticos o ecológicos en el actual sistema mundo es resultado de mantener modelos socioeconómicos y políticos nacionales e internacionales que únicamente benefician al gran capital y que se vinculan con un patrón internacional de desigualdad social que crece.

Para poder pensar en planteamientos y estrategias que puedan frenar o acabar con los estos problemas es de vital importancia pensar que los fenómenos sociales por su forma se manifiestan nacionalmente, pero por el contenido sus raíces son internacionales. La realidad social se encuentra en constante movimiento y transformación, es un proceso interrelacionado con cada uno de sus elementos y no un conjunto de procesos sumados.

Lograr un enfoque global y multidisciplinario de la estructura capitalista, puede sacar del estancamiento en la que muchas disciplinas han caído, abriendo nuevos horizontes para el desarrollo del pensamiento. Estamos en una época donde todo parece muy agitado a nivel mundial. La subjetividad no es estática, las masas pueden comenzar a cuestionar la forma en la que viven, hacia dónde se dirige el mundo o el propio orden social. Los científicos sociales tienen una enorme tarea, las humanidades pueden dar cuenta de estas transformaciones también en otros ámbitos.

Lejos de recortarse la matrícula de estas áreas deben abrirse más lugares en estas disciplinas, generar más investigación, promover el debate y la participación. Si los criterios empresariales avanzan buscarán acabar con las posiciones críticas pero también con la creación literaria o la poesía. La educación es un terreno de disputa, al igual que cualquier otro ámbito de la vida social, no está exenta de la lucha de clases.

 
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