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6 de septiembre de 2016 Twitter Faceboock

Panorama Político
Encuentro Peña - Trump: subordinación gubernamental y crisis en el gabinete
Pablo Oprinari | Ciudad de México / @POprinari

Las últimas semanas han estado plagadas de acontecimientos que afectaron sensiblemente la popularidad del gobierno de Enrique Peña Nieto, arrastrándola a un paupérrimo 23%.

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La investigación de la periodista Carmen Aristegui destapó el escándalo del plagio de su tesis de licenciatura. A pocos días de ello, el anuncio de la invitación a Donald Trump, el ultraderechista candidato republicano, despertó indignación y levantó olas en el panorama político nacional.

La entrega en tiempos de Peña Nieto

Trump no sólo hizo una campaña xenófoba, antiinmigrante y “antimexicana”, sino que después del encuentro con el presidente dijo -con la soberbia de quien se postula para dominar el mundo-, que el muro lo pagará México.

Para decenas de millones a ambos lados de la frontera, estas declaraciones fueron una verdadera burla, viniendo del magnate que pretende gobernar a la potencia imperialista que expolia a las masas latinoamericanas y que para ello radicalizó el tradicional discurso conservador republicano, contra los millones de migrantes que al interior de EE.UU. son explotados por las trasnacionales.

El viaje de Trump a México -operación impulsada por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray- es una clara expresión de la subordinación extrema al imperialismo estadounidense ante quien, “gobierne quien gobierne”, EPN ya dijo que continuará siendo “un socio y un amigo privilegiado”. Esta acción digna de la tradición entreguista impuesta por priistas y panistas, demostró que la política del gobierno busca que México sea una estrella más de la bandera yanqui.

Un gobierno cuyas acciones van a la baja

Sin duda EPN no contaba con las declaraciones de Trump, que resultaron un golpe bajo para su administración. Y no hicieron más que profundizar unas consecuencias políticas que podían preverse desde el anuncio del viaje. Se avizora una mayor caída en su popularidad, ya propiciada por los escándalos de corrupción, y que viene desde la derrota electoral del pasado 5 de junio, lo cual ya analizamos aquí. La entrevista con Trump ya tiene un calificativo de proporciones: “error histórico”.

Pero las consecuencias no se detienen en la relación ya mermada entre el gobierno y la población, cuyo sustrato es el descontento con las políticas priistas, el ataque a las condiciones de vida y el bajo desempeño económico.

Lo nuevo es que se abrió una crisis en el gabinete: la jugada de Luis Videgaray (y el apoyo presidencial) implicó un verdadero duelo de éste con la secretaria de relaciones exteriores, Claudia Ruiz Massieu, y el secretario de gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, que incluyó los trascendidos de que habrían presentado la renuncia, la cual no fue aceptada por la presidencia.

A esto hay que sumar que los demás partidos -incluyendo al proimperialista Acción Nacional- y hasta el Consejo Coordinador Empresarial, así como analistas y personalidades, como el director de cine Iñarritu, cuestionaron el encuentro con Trump. Todo esto mina la fortaleza del gobierno y lo debilita también a los ojos de la población.

El descrédito de Peña Nieto tiene consecuencias directas en el descenso de las expectativas para su partido. El 2018 aparece como un escenario sombrío, mediado por las elecciones en el Estado de México, bastión tradicional del priismo donde nada está asegurado.

Cabe preguntarse si la desazón que esto provoca en las filas priistas, aunado a la posible predilección presidencial por Videgaray como candidato para el 2018 (no olvidemos que éste ya impuso a Ochoa Reza en la dirección del PRI), provocará una crisis al interior del partido de gobierno. E incluso, como algunos comienzan a entrever, una rebelión silenciosa contra el candidato oficial.

Los frentes de conflicto de Peña Nieto son varios, desde la Iglesia católica hasta el creciente “malhumor” social. A esto podría sumarse el “fuego amigo” si Peña Nieto no genera el consenso que requiere, ahora más que nunca, al interior de su propia administración y de su partido.

Un horizonte incierto

Con el trasfondo poco favorable de un enlentecimiento económico que ya alarma, el desprestigio de la administración de Enrique Peña Nieto es el factor más dinámico en el panorama político actual.

Por eso la urgencia gubernamental por desactivar la movilización magisterial, aprovechando que la enorme resistencia del magisterio democrático en algunos estados no se extendió al resto del país, ni a otros sectores de trabajadores, con excepción de los padres de familia; ni llevó a un gran paro nacional de todo el movimiento obrero, en lo cual la responsabilidad de las direcciones sindicales es evidente, como planteamos aquí.

La imagen de debilidad que proyecta el gobierno puede alentar que el descontento social se exprese en nuevos escenarios de protesta obrera y popular en los próximos meses. La indignación social con la visita de Trump, plantea una gran oportunidad para desarrollar el descontento y la movilización contra la opresión imperialista y la subordinación a los Estados Unidos.

Leer también: Desaire de Hillary Clinton, la candidata demócrata, a Peña Nieto

 
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