A poco de los 40 años de la noche de los lápices, estudiantes del colegio Larroque recorrieron el ex centro clandestino de detención, Olimpo, que funcionó en la última dictadura cívico-militar, entre el 16 de agosto de 1978 y fines de enero de 1979.
Los veo mudos, incoloros,
detenidos en el tiempo,
viviendo eternamente en una fotografía vieja.
Recorro los pasillos de aquel lugar en donde te arrebataron la vida.
Aquel lugar frío penetró mis carnes.
A medida que caminaba por las marcas de tu vieja celda,
el frío se alojaba en mis huesos.
Y aquellas historias que contaban cómo resistías generaban en mí
una leve sonrisa apagada.
Sigo recorriendo los pasillos de aquel lugar
en donde las bestias de uniforme alimentaban sus entrañas
con la vida de algun joven luchador.
Observo a mi alrededor.
El tiempo parecía haberse detenido.
Ya el viento siquiera hacía sonar los árboles.
Mis lágrimas impotentes de bronca contenida
se cristalizaban y estallaban contra el suelo en donde vos estuviste.
Sigo caminando por los pasillos y el silencio pareciera aturdirme.
Ahora todo está calmo, vacío, gris.
Pero antes de irme vuelvo a ver tu rostro irradiando felicidad,
detenido en el tiempo, viviendo dentro de los marcos de una fotografía.
Levanto la vista y observo a todos mis compañeros irradiando fuerza en sus pupilas.
Y esta vez nadie se robará tu voz,
ni intentará corromper tus esperanzas.
Porque habitas en cada uno de nosotros.
Porque esta vez nosotros cuidaremos de aquel frágil brote que vos plantaste
hasta verlo convertirse en árbol fuerte,
irradiando belleza,
sacudiéndose con una fresca brisa de libertad.
Ahora al salir de las sombras del esqueleto de aquel edificio,
pisamos con mucho más ímpetu y más seguridad.
Porque nos protege tu voz y nos abrigan tus brazos.