La minería en México ha sido uno de los sectores que muestra el lado más rapaz del capitalismo. Desde despojos a comunidades originarias y luchas contra los grandes proyectos mineros, hasta desastres ambientales como el que ocasionó Grupo México en Sonora, derramando 40,000 metros cúbicos de sulfato de cobre al río de Sonora, que provoco la afectación a por lo menos 20 mil personas y pérdida de miles de hectáreas de cultivo y cientos de cabezas de ganado, hasta el homicidio industrial en Pasta de Conchos del 2006, dónde 65 mineros fallecieron.
A día de hoy, la minería tiene 25 mil 425 títulos de concesión vigentes, equivalentes a 22.3 millones de hectáreas, lo que representa el 11.4% del territorio nacional. Los estados dónde se concentran principalmente estas concesiones son: Sonora, Durango, Chihuahua y Zacatecas.
México destaca a nivel mundial entre los 10 principales productores de 22 metales y minerales como el oro, plata, plomo, zinc, yeso, cobre entre otros. Es tercer lugar en destino de inversión global en exploración minera en metales no ferrosos, principalmente oro, plata, cobre y zinc en América Latina y séptimo lugar en todo el mundo.
En 2014 las ganancias en minería alcanzaron los 14 mil 820 millones de dólares y para 2015 se ubicaron en 13 mil 469 millones de dólares. Pese a la ligera caída del volumen de ganancias, la inversión en 2015 fue de 4mil 630 millones de dólares y para este año se estima que será de 4mil 700 millones de dólares. Lo cierto es que se trata de uno de los sectores que goza de más privilegios en el país: la paga por el derecho de extracción minera, es una burla, el precio por hectárea oscila entre $5.08 y $11.00 pesos.
Es así que en este país la burguesía minera paga un boleto de metro (en la Ciudad de México el boleto cuesta $5.00pesos) por explotar una hectárea (equivalente a toda una manzana grande en una ciudad) y llevarse ganancias millonarias.
Los millonarios nacionales tras la minería
Pese a la presencia de empresas mineras españolas, canadienses, estadounidenses y demás, los empresarios mexicanos no se quedan atrás. Cuatro son los empresarios mexicanos que tienen negocios en la industria energética y extractiva: Carlos Slim Helú, Germán Larrea, Ricardo Salinas Pliego y Alberto Bailleres González.
Bailleres es presidente de Grupo Peñoles, empresa que se ostenta como la mayor exportadora de plata del mundo y la segunda compañía minera más grande del país. Salinas Pliego, no es inversionista directo, pero tiene relación a través de Grupo Dragón.
Slim es propietario de la minera Frisco en Sonora, una de las tres empresas que más oro producen en México y Larrea es propietario de poco más de la mitad de Grupo México, la minera más grande del país y la tercera productora de cobre del mundo.
Las empresas mineras gozan no solo de facilidades para la explotación de millones de hectáreas, también aparecen impunes frente a la devastación ambiental de la minería a cielo abierto y de desastres como el de Grupo México en Sonora.
El despojo a comunidades indígenas, el asesinato y encarcelamiento de líderes comunitarios en contra de sus proyectos muestran el panorama de complicidad con el Estado no sólo en sus concesiones sino con la represión abierta a quien se oponga a la barbarie que viene tras de la instalación de las mineras.
La luz está en el fondo de la mina
Lo que pocas veces se menciona cuando se habla de minería es de los trabajadores mineros. Invisibles, los miles de mineros, los 353 mil 635 que hacen que esta industria se mueva, son borrados o en muchas ocasiones tomados como los culpables del despojo y el daño ambiental.
Esta enorme fuerza obrera, tiene la capacidad de pararle la mano a las empresas y pegarle dónde más le duele a la patronal: sus millonarias ganancias en esta pelea contra los abusos de los empresarios mineros, detener el proceso productivo para defender nuestros derechos, es una medida elemental de lucha, y en este sentido el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM) dirigido por Napoleón Gómez Urrutia ha tenido una responsabilidad clave en las últimas décadas en la industria minera, pues está presente en la mayoría de las grandes empresas y negocia directamente las condiciones de trabajo con cada patrón, ya sea en México o en Canadá donde se asientan la mayoría de las mineras extranjeras instaladas en nuestro país. Además de disputarle a los charros de la CTM la titularidad en diversos centros de trabajo.
Pero a pesar de su “apoyo” los trabajadores mineros siguen con tremendas carencias. Al parecer las negociaciones no son muy eficaces, y esto sucede porque los verdaderos interesados en cambiar las condiciones laborales no están al frente de cada lucha, sino sus representantes que negocian alejados de la base y que desprecian el método de hacer la Asamblea General una herramienta de poder obrero, que haga prevalecer las ganas de conquistar las demandas por sobre las relaciones que tienen los altos “representantes obreros” con los altos representantes del capital.
Para terminar con el despojo y la rapacidad minera, es clave el accionar de los mineros mexicanos.
Cada sindicato tiene que movilizarse desde las bases contra la impunidad de las patronales, tiene que tomar como su principal bandera no solo la lucha contra el trabajo precario y las condiciones paupérrimas de seguridad, que se han cobrado la vida de decenas de mineros, sino la interrelación de la organización sindical con los pueblos adyacentes para apoyarse mutuamente contra la explotación laboral y la devastación ecológica provocada por las mineras.
En la medida que se desarrolle este tipo de luchas se podrá aspirar a la lucha por la expropiación sin indemnización de la industria minera bajo el control de sus trabajadores, en la perspectiva de poner esta industria estratégica bajo un plan que realice la extracción de minerales de manera racional.
El sindicato que se requiere debe de tomar la lucha contra el despojo y la contaminación irracional agrupando al conjunto de luchas de las poblaciones afectadas. Sin embargo, es clave entender que no basta con procesos legales frente a instituciones que no están al servicio de los trabajadores y la población.
Hace falta impulsar una verdadera movilización, que incluya el paro, la huelga, y unirse a los procesos de lucha de otros sindicatos y comunidades bajo un verdadero plan de lucha a nivel nacional, cosa que hasta hoy la dirección del sindicato minero no ha impulsado. Su base, una vez organizada en asambleas democráticas, tendrá la palabra. |