"Hay lugar para todos, empresas grandes y chicas, nacionales y extranjeras", les dijo Mauricio Macri a los representantes del capital internacional y algunos de sus socios menores del empresariado local que participan en el Foro de Inversión y Negocios.
“Yo era uno de ustedes”, aseveró el ministro de Producción, Francisco Cabrera, para causar empatía y luego recordar su pasado empresario. Los guiños no son casuales. El macrismo ruega que lleguen inversiones.
El mini Davos no es pequeño sólo por el volumen de representantes del poder económico y político mundial presentes, sino también por sus objetivos. Mientras en Suiza debate cómo avanza el capital sobre la clase obrera mundial en el CCK los objetivos son de cabotaje: se remata el país al mejor postor.
“Yo era uno de ustedes”, aseveró el ministro de Producción, Francisco Cabrera, para causar empatía y luego recordar su pasado empresario. Los guiños no son casuales. El macrismo ruega que lleguen inversiones.
Cuando termine el foro, desaparezca el glamour de tan “honorables” visitantes y se diluya ese clima artificial, volverá a quedar el pantano de la economía real.
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Sin reacción
Los datos que se comienzan a conocer podrían sugerir que el gobierno ganó la batalla contra la inflación: el Índice de Precios al Consumidor que mide el Indec registró una suba de apenas 0,2 % en agosto. Hay que recordar que hubo meses de alrededor de 7 %.
Ese resultado contiene el impacto del fallo de la Corte Suprema que frenó hasta la audiencia pública el tarifazo del gas. Pero la verdadera política para detener la inflación es la recesión y el ataque al consumo popular.
La desaceleración de la inflación de agosto no implica una tendencia definitiva. Eso lo advirtió el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Además, todavía se ubica generosamente por encima del 40 % anual.
Incluso resta ver el impacto de los tarifazos, no sólo por el efecto directo sobre los ingresos de los trabajadores, sino también por los efectos indirectos por el traslado a precios que hagan los empresarios cuando reciban las facturas de servicios públicos incrementadas.
“Lo primero que hicimos fue normalizar la economía”, afirmó Cabrera en su escueta alocución en el mini Davos. Pero los hombres de negocios que lo escuchaban no se terminan de convencer.
La desaceleración de la inflación de agosto no implica una tendencia definitiva. Eso lo advirtió el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Además, todavía se ubica generosamente por encima del 40 % anual.
Las variables económicas dejan a la vista un desorden creciente: desocupación en alza, más pobreza e indigencia, caída del salario, recesión, déficit fiscal y alta inflación.
Si la desaceleración inflacionaria es circunstancial, la caída económica no lo es. El macrismo todavía no encuentra el motor que ponga en marcha la producción.
¿Qué quieren?
El macrismo busca crear un clima de negocios favorable al ingreso de inversiones externas. Pero aún no logra convencer a la “burguesía nacional” para que tome en sus manos esa tarea.
Acosados por la recesión y la caída del consumo, los “nacionales” exigen mayor protección. Las tensiones entre el gobierno y los dirigentes de la UIA se expresó el Día de la Industria.
Por el momento se trata de disputas por temas puntuales, pero no menores, como la relación con China, la “invasión” de importaciones o el nivel del tipo de cambio.
Sergio Massa, que aspira a representar a ese sector empresarial, planteó la suspensión de las importaciones, aunque después moderó su iniciativa. Daniel Scioli se hizo eco.
Esas tensiones aun no expresan programas económicos alternativos. Todos acuerdan en el levantamiento del “cepo”, la liberalización cambiaria para fugar sin trabas, el pago a los buitres, la quita de retenciones, el tarifazo y en poner en el centro del ataque al salario.
El consenso ajustador lo puso blanco sobre negro Miguel Bein. El asesor de Daniel Scioli durante la campaña electoral defendió lo actuado por el macrismo: “El diagnóstico era claro, faltaban dólares, sobraban subsidios, lo demás era chamuyo”, afirmó hace días al diario La Nación.
No obstante, las confrontaciones entre funcionarios y la UIA se desarrollan en el marco de una compleja transición económica luego del largo “fin de ciclo” kirchnerista y en perspectiva podrían llegar a implicar diferentes salidas frente a la actual situación económica.
El dominio imperialista sobre los principales resortes de la economía es una tendencia histórica que se agudizó con los gobiernos peronistas (en sus formatos neoliberal o “nacional y popular”) de las últimas dos décadas y media.
Esa transición está atravesada por los realineamientos dentro del peronismo, el giro en situación política de América Latina, que a su vez se tensa por las pretensiones de Estados Unidos y China sobre la región, como así también por del telón de fondo de una economía mundial que no logra una reactivación sustentable, ni parece que vaya a lograrla, desde la crisis de 2008.
No hay antagonismo entre el capital nacional y el extranjero. La "burguesía nacional" sólo busca negociar las formas de subordinación y las cuotas de negocios con el capital extranjero en el medio de los reacomodamientos.
El dominio imperialista sobre los principales resortes de la economía es una tendencia histórica que se agudizó con los gobiernos peronistas (en sus formatos neoliberal o “nacional y popular”) de las últimas dos décadas y media: en 1993 el 60 % de la facturación de las 500 grandes empresas que actúan en el país correspondió al capital extranjero para pasar a casi el 80 % en 2012 (último dato disponible).
Hay un acuerdo transversal a la clase empresarial, local y foránea: todos tienen entre sus manos una agenda contra los trabajadores. Es lo que discuten en el mini Davos bajo el eufemismo de mejorar el “clima de negocios”.
Relación de fuerzas
El gobierno todavía no puede avanzar tanto como desea en esa agenda anti obrera, en parte por cálculo electoral, pero también por la relación de fuerza existente entre las clases sociales.
Ese factor es el que crea mayor desconfianza entre las patronales ¿Tendrá Cambiemos el capital político para avanzar más sobre las condiciones de vida del pueblo trabajador?
El termómetro es la capacidad del gobierno en imponer medidas de largo alcance, como la ley del primer empleo que precarice más a la juventud y la ofrezca como mano de obra barata, la reforma de las ART para atacar la “industria” de los juicios laborales en perjuicio de la salud y la vida obrera, elevar la edad jubilatoria mediante una reforma privatizadora del sistema previsional y, principalmente, aniquilar más fuertemente el salario, lo cual en lo inmediato se vislumbra en la pulseada por la reapertura de las paritarias.
Las amenazas de las cúpulas sindicales, y los malabares discursivos del triunvirato que dirige la CGT, sobre las posibles medidas de fuerza son una expresión distorsionada del malestar social que presiona desde las bases del movimiento de trabajadores. La preocupación real de esa burocracia es llevar agua al molino del peronismo más que enfrentar el ajuste.
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En este contexto, no está claro que el gobierno pueda imponer el plan patronal. Una expresión de sus dificultades es el traspié con el tarifazo del gas que tendrá un nuevo episodio este viernes en la audiencia pública. Este “clima” es el que preocupa a empresarios. Por eso la lluvia de inversiones no termina de llegar.
Incluso se observan ciertas complicaciones en el blanqueo de capitales. Ya circulan excusas para explicar el porqué hay evasores y fugadores que no cumplen con las expectativas oficiales: provincias que tardan en adherir al blanqueo o bancos que ponen palos en la rueda. Queda mucho tiempo para evaluar el resultado final, pero por ahora sólo hay caras largas.
Corriendo el arco
El “segundo semestre” está cayendo en desuso. El analista Rosendo Fraga señaló que las inversiones recién podrían empezar a llegar luego que el macrismo confirme sus credenciales de poder en las elecciones del año que viene.
Para ese objetivo, el ex funcionario económico de Raúl Alfonsín y titular de la consultora Econométrica, Mario Brodersohn, estima que el gobierno buscaría generar un “veranito” económico con el objetivo de octubre de 2017.
El problema es que el “veranito” supone gastar más incrementando el gasto con la obra pública y dejar correr los aumentos salariales para mejorar el consumo.
El “segundo semestre” está cayendo en desuso. El analista Rosendo Fraga señaló que las inversiones recién podrían empezar a llegar luego que el macrismo confirme sus credenciales de poder en las elecciones del año que viene.
El camino no está despejado. Contener la inflación y dejar correr los salarios va contra el sentido común empresario (o más precisamente contra sus ganancias).
Además, las contradicciones económicas acumuladas no son pocas. La apuesta por el consumo podría echar fuego a la inflación y a la cotización del dólar, que a su vez engendra tensiones entre industriales que lo quieren un tipo de cambio más alto y el gobierno que lo usa como ancla para contener la suba de precios.
A las contradicciones de carácter económico se suman las preocupaciones del capital financiero internacional, de los CEO y de los analistas del establishment que transitan el mini Davos que son, justamente, el elevado déficit fiscal y el “costo” salarial.
Hay mucho ruido entre la apuesta electoral del gobierno que supone seguir gastando a cuenta y su opción estratégica por un empresariado que le exige más ajuste. En la vida hay que elegir y el gobierno podría quedar desgarrado entre el tiempo presente y el futuro.
La solución a esa encrucijada el macrismo la está intentando dar con la escalada de endeudamiento externo.
No casualmente, en la jornada inicial del mini Davos, Martín Marrón fue uno de los más calurosamente aplaudidos por su entusiasmo en las perspectivas económicas. Se trata de un argentino que ocupa el lugar de director para América Latina de J.P. Morgan, que está desembarcando con todo en nuestro país.
El gabinete económico está lleno de ex empleados de ese banco, entre ellos Alfonso de Prat Gay, el ministro de Hacienda y Finanzas Públicas. La “gloriosa JP” juega de los dos lados del mostrador.
Es la que le permite al gobierno gastar a cuenta con crédito internacional para financiar el déficit y sostener la cotización del dólar.
Argentina está superando a varios países latinoamericanos en la cartera de J.P. Morgan. No trae nuevas fábricas ni infraestructura, son colocaciones meramente financieras. Y sus servicios son onerosos: la hipoteca tarde o temprano se cargará sobre los hombros del pueblo trabajador. |