Este 14 de septiembre hubiera cumplido 39 años la joven leyenda del jazz. Aquí una reflexión sobre su paso por este mundo, acompañados por Lev Vigotsky.
"Lo diré una vez más: la música en sí está aislada de nuestro comportamiento cotidiano; no nos impulsa hacer nada, solo es un vago y formidable deseo de ciertas acciones; abre el camino para que broten las poderosas fuerzas que se esconden en nuestro interior, actúa como un terremoto que sacará a relucir estratos desconocidos y ocultos en nosotros. Aunque la música no genera acciones directas, su efecto fundamental, la dirección que imprime a la catarsis psíquica, es esencial para el género de fuerzas que va a liberar, cuáles va a liberar y cuáles va a empujar a un segundo término. El arte es la organización de nuestro comportamiento futuro. Es una exigencia que tal vez nunca se cumplirá pero que nos obliga a esforzarnos por conducir nuestra vida en pos de todo aquello que se encuentra más allá de sus límites.”(Lev Vigotsky, "El arte y la vida", capítulo 11 de Psicología del Arte, disponible Aquí)
Contra el marketing del “club de los 27” y las personalidades autodestructivas, la perspectiva psicológica del marxista ruso nos permite pensar que, desde temprano, Amy Winehouse desarrolló una personalidad ‘combativa’ en su interior y, quizás sin conciencia de ello, luchó por superar todos los límites que le puso la vida: carencias afectivas en la infancia, bulimia en la adolescencia, desamores juveniles, presiones de productores, pánico escénico y otros montones. La prueba de ello no está escondida. Los primeros 10 segundos de su álbum debut Frank presentan a una joven de 20 años de un barrio humilde de Londres que se proyectaba a capela como todas las voces, historias y personalidades de las grandes cantantes pobres y oprimidas del siglo pasado. Ella Fitzgerald, Billie Holiday y Nina Simone, por hablar de los géneros cercanos, son de esta familia de mujeres.
Entonces, la música no fue lo que la llevó a perder la batalla a los 27 años (el brillante y justo documental de Asif Kapadia muestra con claridad al enemigo definitivo: la máquina de dólares que hacen los capitalistas con el talento artístico a costa de todo). Por el contrario, el enfoque de Vigotsky en su tesis doctoral de 1920 citada más arriba, nos invita con fundamentos científicos a reflexionar respecto al lugar de la estética en la vida de las personas y la sociedad. Cabe sostener que la música, más bien, fue algo que mantuvo viva a Amy, quien acudía al alcohol y los vicios cuando ya la presión de escenarios, contratos y trabajo la sobrepasaba (antes de la fama, muestra su documental, sólo tuvo un "bajón" de estos, que pudo resolver con su guitarra). Sus letras son una biografía en este sentido y en el que lo propone el psicólogo marxista: no retratan directamente la realidad, sino aquello que en la misma no encontraba asidero y no se podía realizar.
“El arte es el centro supremo de los procesos individuales biológicos y sociales en la sociedad, un método para encontrar un equilibrio entre el hombre y su mundo en las etapas más críticas e importantes de su existencia”, asegura Vigotsky en el trabajo mencionado.
Más acá en el tiempo, en el año 2004, Amy dirá que "Escuchaba jazz y el jazz me retaba". Aquí todavía la encontramos entera. En otras de esos años, luego del éxito de Frank y antes del segundo y último disco, refiere un giro en el estilo musical ya que había notado que para llegar a un público juvenil, al cual quería llevar su música, necesitaba ampliarse o correrse del “elitismo del jazz”. Se nota el hip hop, el rhythm y soul, y el blues en Back to Black, disco que la llevó a la fama mundial
El 14 de septiembre hubiera cumplido 33 años, y al respecto, no podemos dejar de soñar y de trabajar por un mundo en que los "clubes de los 27" sean un gris y lejano pasado de la historia de la humanidad. Así que... melódicamente hablando: ¡Que viva en las nuevas generaciones de mujeres jóvenes a las que ella les inspira el camino del arte y la vida!
