“Estamos en una situación crítica”, aseguraba la canciller alemana, Angela Merkel al llegar a la cumbre. Hace unos meses, después del referéndum donde la mayoría de los votantes británicos se inclinó por el brexit, Merkel dijo a puertas cerradas que se trataba de un “movimiento tectónico” para la Unión Europea. Las consecuencias de esta sacudida profunda todavía están por verse, pero lo que es seguro es que se han ahondado las líneas de fractura dentro de la UE, en varias direcciones.
Un analista del periódico El País aseguraba este viernes que: “El riesgo de desintegración, del todo punto impensable en aquella Unión cada vez más estrecha anterior a los problemas, está ahí: las grandes crisis abren capítulos impensables y demuestran que es imposible anticipar la creatividad de la historia.”
El punto de inflexión entre el “antes” y el “después” ha sido indudablemente el desarrollo de la crisis económica mundial: se cumplieron esta semana ocho años de la caída de Lehman Brothers, la crisis que puso al desnudo todas las contradicciones del proyecto europeo.
Estamos ante una crisis histórica, el fin del ‘consenso europeo’, la crisis del proyecto más ambicioso de las burguesías europeas desde la posguerra. Un analista del periódico Financial Times advierte acertadamente esta semana que un “espíritu hostil a Bruselas” recorre no solo a los emergentes partidos de la extrema derecha, sino que comienza a contagiar al “mainstream” de la UE. Los partidos del “centro político” están presionados por la emergencia de los euroescépticos y toman parte de su agenda.
En el próximo año y medio se realizarán elecciones nacionales en Francia, Alemania, Países Bajos y Austria, además de referéndums claves este otoño en Italia y Hungría. Los partidos que cuestionan el “consenso de Bruselas” por derecha y por izquierda (estos últimos mucho más moderados que los primeros), son los que logran canalizar un extendido malestar social.
Problemas en la Unión y problemas en casa
Cada uno de los jefes de estado y presidentes que llegó hasta la capital de Eslovaquia para participar de la cumbre cargaba a sus espaldas con sus propias crisis y desafíos. Ángela Merkel, la líder indiscutida de la última década europea, afronta en casa fuertes tormentas, con el ascenso de la extrema derecha de Alternativa por Alemania, crisis en la coalición de gobierno y en su propio partido, fuertemente cuestionada por sus políticas migratorias.
En peor estado llega a la cumbre el gobierno francés, socio en el eje que viene articulando el destino de la UE desde su fundación. Hollande atraviesa una fuerte crisis política y ha enfrentado un enorme movimiento social de protesta en la primavera. Se encuentra en su nivel más bajo de popularidad, buscando ‘resistir’ ante el crecimiento de la derecha y la extrema derecha en las encuestas, a 8 meses de las elecciones presidenciales. Todo indica que el próximo gobierno francés estará más a la derecha y pueden profundizarse las tensiones con Bruselas.
El tercero de los “socios fundadores” de la UE es Italia. El país mediterráneo fue parte del grupo de los seis que firmaron los tratados de Roma que dieron bases a la UE -junto con Francia, Alemania, Luxemburgo, Bélgica y los Países Bajos- hace cuarenta años. Pero la tercera economía de la zona euro se encuentra en graves problemas: este país es hoy el “enfermo económico” de Europa, con sus bancos en el punto de mira y un fuerte endeudamiento estatal. Su caída puede llevar a un contagio de la crisis a todo el continente. Renzi enfrenta un referéndum este otoño en el que se juega “el todo por el todo” para avanzar en una reforma constitucional. Con toda la oposición en contra, si fracasa peligra su futuro. El movimiento 5 estrellas, con un discurso euroescéptico y populista de derecha, ha logrado buenos resultados en las últimas elecciones municipales italianas.
El brexit: un divorcio no resuelto
La cumbre del castillo de Bratislava fue una puesta en escena destinada a exorcizar un fantasma: la ausencia del Reino Unido. Un malestar que recorrió la cumbre, pero del que nadie quiso hablar “oficialmente”.
La primera ministra británica, Theresa May, no fue invitada al encuentro, más allá de que formalmente sigue siendo parte de la UE. Pero este divorcio contencioso no parece bien encaminado a resolverse. Los líderes de la Comisión Europea y el Parlamento Europeo presionan para que el Reino Unido avance en la separación, invocando el artículo 50 que permite dar inicio al proceso. Sin embargo, el gobierno británico dilata la cuestión, agobiado por sus propias contradicciones.
La crisis interna del partido conservador, ilustrada con la renuncia de Cameron a su puesto en el Parlamento esta semana, junto a la interna salvaje en el laborismo -en medio de una fuerte disputa donde se juega el liderazgo de Corbyn-, complican aún más el panorama político del otro lado del Canal de la Mancha.
La “contra reforma” xenófoba del bloque del este
Los países del Este de Europa se consolidan en la defensa reaccionaria de su ‘soberanía’ contra los planes de ‘reparto’ de refugiados diseñados en Bruselas. El primer ministro de Hungría, Victor Orban, ha convocado a un referéndum contra la aceptación “obligatoria” de refugiados en ese país, con un contenido altamente reaccionario y xenófobo. Durante la cumbre aseguró que hacía falta una "contrarrevolución cultural" para “salvar los valores europeos”.
El bloque de Visegrado integrado por Hungría, Polonia, Eslovaquia y la República Checa, presentó un documento donde plantean la formación de un ‘ejército comunitario’ para la defensa de las fronteras, el rechazo a la “obligatoriedad” en las cuotas de refugiaos y limitar los poderes de Bruselas.
Paradójicamente, este último es uno de los pocos puntos de “acuerdo” que puede salir de la reunión. Varios países, con Francia y Alemania en primer lugar, quieren fortalecer los sistemas de “defensa” de Europa y sus fronteras contra las “amenazas externas” y el terrorismo, una forma de intentar “salir juntos” de la crisis de forma reaccionaria. No los unirá el amor, sino el espanto. |