Foto: "La Isla Desierta" de Roberto Arlt, versionada por estudiantes del Superior de Comercio.
El salón de lectura de la Biblioteca Argentina estaba lleno de secundarios y maestras. Presentaban, en una de las primeras actividades del Festival Internacional de Poesía de Rosario (FIPR), cuatro antologías poéticas, escritas y editadas -con arte de tapa incluído- por los estudiantes de cuatro colegios de las barriadas populares del sur de la ciudad.
La iniciativa corre a cuenta del proyecto #4x4PoetasSudoeste, a cargo del Área de Cultura del Distrito Sudoeste de la Municipalidad de Rosario. A cada una de las escuelas fue un poeta rosarino, compartió sus poemas y los jóvenes tomaron sus versos y los reescribieron, los cambiaron de lugar, le agregaron la voz propia. Luego, pensaron creativas maneras de presentarlo a sus compañeros.
Los chicos de la Escuela 545 del barrio Puente Gallego, editaron “A sol de noche” en base a versos de Florencia Giusti. Lo presentaron en un aula oscura, con cartulinas negras escritas en letras blancas que colgaban del techo. El lector debía entrar en la oscuridad con una linterna, y de esa manera poder leer las poesías.
Los de la Escuela Provincia de Santa Fe, del barrio Las Delicias, presentaron los poemas de “Una oscura soledad” proyectando la imagen de un árbol desnudo en la pared del aula. En el piso, arrojados como hojas caídas del árbol solitario, se leían los versos reescritos de Alito Reinaldi.
En la Escuela Bicentenario de la Bandera, de la mano de Cecilia Gallino, los chicos taparon la puerta del aula con una gran tela roja, sobre la cual realizaron un corte, simulando una herida. Había que pasar por esa herida, adentrarse en ella, para leer los poemas de la antología que, precisamente, se llama “Heridas”.
Por último, los chicos de la Escuela 407 de Las Flores, uno de los barrios más pobres de la ciudad, se la jugaron. Presentaron los poemas de “Un sueño en paz” (quizá soñar en paz sea el deseo de muchos de ellos) escritos en cartulinas negras que colgaron sobre las rejas que rodean las aulas. Eran agujeros en las rejas, una especie de fuga de la cárcel a cielo abierto en lo que se convirtieron muchos barrios de Rosario, tomados por bandas narcopolicías y, próximamente y por segunda vez, por la gendarmería.
Un Rosario de contrastes
Era inevitable pensar, estando en ese salón colmado de libros y estudiantes, que muchos de los chicos allí presentes tienen el perfil justo para ser víctimas de los aprietes, cacheos ilegales, detenciones ilegítimas, muertes por dudosos “ajustes de cuenta” o “enfrentamientos”, por parte de la policía y la gendarmería. Y también, lamentablemente, tienen el perfil de los que pueden ser abordados por una horda de linchadores, como los que atacaron a un presunto ladrón de camisetas en la peatonal Córdoba, azuzados por una brutal campaña mediática y política en favor de la mano dura.
Los poemas que leyeron estos jóvenes hablaban de las estrellas, de la libertad, de la soledad, de las heridas. Desbordaron de creatividad, de valentía para leer frente al público y de respeto por las palabras de los otros. Sin embargo, este mismo joven poeta puesto en la calle con su gorrita y su tez morena es marcado inmediatamente como un delincuente, como un criminal, como alguien que merece la muerte. Y en breve, sus barrios se llenaran otra vez de verde oliva, de esos gendarmes que cuando vinieron la primera vez, fueron denunciados por trescientas veintiocho personas por abusos y apremios ilegales: la mayoría de ellas, jóvenes, muy parecidos a estos poetas.
Metáforas del ajuste y los despidos
Para cerrar la actividad, estudiantes del Superior de Comercio, acompañados por Alejandro Pérez Leiva, del área de cultura de la Universidad Nacional de Rosario, realizaron una original versión de la obra dramática de Roberto Arlt, “La isla desierta”, ubicada en la Rosario contemporánea, de cara al puerto y con una mordaz crítica al despotismo que se vive en los lugares de trabajo.
Las palabras “ajuste” y “despidos” se escucharon fuerte a lo largo de la obra, dichas por un joven actor que personificaba al tiránico supervisor de tres empleados de una oficina. Otra porción de realidad, hecha de metáforas arltianas, que se coló entre los versos y la poesía. |