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La Izquierda Diario
27 de septiembre de 2016 Twitter Faceboock

Cultura
El pintor Courbet, la plaza Vendome y los iconos al desnudo
Felipe Difienzo
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La plaza Vendome, ubicada en el centro de Paris, o la plaza de “El rey del Sol” como la llamaron en su momento, fue construida allá por el 1700 en homenaje a Luis IV, Rey de Francia hasta su muerte en 1715. Este rey supo ser el símbolo de la monarquía absoluta, el ideario del gobierno, el descendiente de la divinidad con su gloria “El Estado soy Yo”. En su nombre, la plaza montaba una esfinge dedicada a las glorias del soberano.

Pero los tiempos cambiaron y la monarquía decadente no supo contener los auges de la nueva clase, y la burguesía en ascenso se propuso derribar cuantos iconos se interponían a su paso. Es así, que casi cien años después dieron por tierra, literalmente, a la estatua del Rey Sol y a su heredero Luis XVI. En esos tiempos de revolución, la llamaron la Plaza de la Picas, porque allí se exhibían las cabezas de los aristócratas degollados.

Plaza Vendome en la actualidad

Poco duro la efervescencia revolucionaria, y la vieja aristocracia decadente supo amoldarse a los nuevos tiempos y a la par de la burguesía que defendía sus intereses desfilaron juntos tras la gloria de un general que había obtenido grandes victorias frente a las potencias monárquicas europeas y que les brindaba orden y seguridad. Así, el pueblo francés que había desterrado a la monarquía, pronto tendría un emperador.

Napoleón Bonaparte, luego de derrotar a la coalición de naciones que se le oponían en Austerlitz, fue quien ordenó que se erigiera en el centro de la plaza Vendome, una columna dedicada a su grandeza. Este monolito de bronce de 44 metros de altura, fue construido con el metal de los cañones tomados al enemigo y fundidos para esta finalidad. Su cima se coronaba con una imagen de sí mismo y fue inaugurada el día de su cumpleaños.

Varias décadas después, llegaba a Paris un pintor provinciano, Gustave Courbet, quien al ver el monumento tal vez haya echo suyas las palabras de Marx: “Pero cuando el manto imperial caiga finalmente de los hombros de Luis Bonaparte, La estatua de bronce de Napoleón se vendrá a tierra desde lo alto de la Columna de Vendome” (18 Brumario de Luis Bonaparte, 1852).

“El hombre desesperado”. Gustave Courbet, autorretrato.

Este reconocido y controvertido pintor vanguardista, acuño el término Realismo para definir al nuevo arte que se identificaba con las clases bajas, la sensibilidad social y los movimientos revolucionarios de la época. Amigo de Proudhon, solía decir que “si dejo de escandalizar, dejo de existir” y que quería morir “como hombre libre, sin depender de ningún poder ni religión”.

El análisis de su obra y de su técnica lo dejaremos para los historiadores del arte, lo cierto es que escandalizaba a la elite del momento con su revulsivo talento. Detengámonos en sus cuadros para conocer la historia de uno en particular, que es realmente interesante.

En 1866 pinto “El origen del mundo”, tal vez la pintura más controvertida de todos los tiempos. Courbet representa en el lienzo una figura femenina centrada en el sexo de una joven; su vagina es el centro de la composición y su rostro queda fuera del lienzo negando su identidad al espectador. Se dice que la pintura fue adquirida por un coleccionista turco quien la escondía detrás de una cortina y solo la mostraba en excepcionales ocasiones. A principios del siglo XX el lienzo era propiedad del barón Ferencz Hatvany quien la guardaba junto con su colección pictórica en un palacio de Budapest. El Barón, de origen judío, tuvo que huir tras la invasión Nazi y la pintura cayó en manos de éstos. Terminada la segunda guerra mundial, fue el ejército Soviético quien se hizo del botín cuando entraron con sus tanques en Hungría.

Finalmente la pintura apareció en 1985 en la casa del psicoanalista Lacan, luego de su fallecimiento, oculta tras un cuadro que había pedido por encargo para dicho fin. Hoy el lienzo cuelga en el Museo de Orsay de Paris.

“El origen del mundo”. Gustave Courbet

Pero volvamos a la Plaza y al pintor. Durante la heroica Comuna de Paris en 1871, Courbet fue designado administrador de los museos de Paris para la conservación de las obras artísticas. Fue durante la comuna cuando el pueblo parisino dio por tierra la columna de Vendome, por considerarla un icono del belicismo y el chauvinismo y que atentaba contra la hermandad de los pueblos. Tal vez él, Courbet, no tuvo responsabilidad directa sobre la destrucción del monumento, pero con estas palabras intentaba persuadir a los soldados prusianos quienes asediaban a la ciudad: “Escuchad: dejadnos vuestros cañones de la Krupp y los fundiremos con los nuestros, el ultimo cañón apuntando hacia el aire y el gorro frigio en su extremo…y este magnífico monumento que habremos de erigir juntos en la plaza Vendome es vuestra columna, vuestra y nuestra, la columna del pueblo, la columna de Alemania y Francia que estarán así para siempre unidas”.

Como sabemos, la comuna de Paris no triunfó. Treinta mil hombres, mujeres y niños dejaron su vida en las barricadas defendiendo su sueño. Depuesta la burguesía en el poder, juró venganza de tamaña osadía. Courbet fue encarcelado e intimado a pagar una multimillonaria suma como responsable de la destrucción de La Vendome. Huyó a Suiza donde vivió sus últimos años en el olvido y la pobreza.

Derribo de la Comuna de Vendome. 1971

La restauración del Monumento se realizó poco tiempo después de caída la comuna. Muchas fueron las guerras y la barbarie que se vivieron desde entonces. Dicen que Hitler rindió homenaje a su admirado emperador en la misma Vendome durante la ocupación Nazi de 1940. Si alguien visita Paris, podrá ver por nuestros días la imagen de Napoleón vestido como el César en su cúspide.

Tal vez llegará el día en que se cumplan los deseos de Courbet y los iconos belicistas sean reemplazados de las plazas por cañones apuntando al cielo con gorros frigios como símbolo de la hermandad de los pueblos. O tal vez ocurra algo mejor. Las plazas serán lugares donde los artistas expongan su arte libremente, desnudando la vida y arrancándole la piel.

 
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