El 2017 será uno de los escenarios electorales más abiertos del último tiempo. Al calor de la crisis de los partidos e instituciones tradicionales, la irrupción de Atria y los guiños de Boric sobre qué alternativa política de izquierda construir, así como el eventual voto de Gabriel Salazar a Alejandro Guillier, han cruzado esta semana el debate en la izquierda.
¿Cuál es la hebra que une estos dos hechos? ¿Qué une a dos figuras de la centro-izquierda a dos figuras de una cierta izquierda “autonomista”?
¿”Desde abajo y la izquierda” hacia “los de arriba” de centro-izquierda?
A la vez que resurgen los discursos del “orden” y la recomposición de la gobernabilidad, con representantes como Lagos, un sector cada vez más amplio se ilusiona con figuras “progresistas” emergentes, con un discurso de renovación de la política así como de mayores derechos sociales y democráticos.
En el caso de Guillier, aunque es una especie de “Outsider” de la Nueva Mayoría, su camino es la renovación de reformas “progresistas” que en su momento encarnó Bachelet. Se muestra con un discurso desafiante a la casta política de los millonarios parlamentarios, a la cual pertenece, y que asusta a los defensores del orden como Walker que alertan el germen del “populismo”.
También, se plantea como un puente “ayudar al proceso de transición para los jóvenes que hoy están anunciando un Chile nuevo, maduren sus propuestas y que esta transición se acelere. (…) Les tengo mis fichas a Giorgio Jackson, Gabriel Boric, Karol Cariola, Vlado Mirosevic y Camila Vallejo.”
Sin embargo, Guillier lo que tiene de “progresista” lo tiene de funcional a auto-reformas por arriba que nada cambian. Ha apoyado un gobierno de reformas que mantienen los pilares de la herencia de la dictadura y de una coalición ligada por lazos económicos, de corrupción, políticos y familiares al gran capital. Como legislador, no sólo ha votado a favor de leyes del régimen: como la “ley mordaza” del Senado para intentar encubrir los casos de corrupción, sino que sus principales proyectos los ha impulsado con parlamentarios de la derecha, como el homo, lesbo y transfóbico de Ossandón llegando incluso a proyectos de mayor represión estatal a la juventud, como el caso de la ley de responsabilidad penal juvenil.
¿Por qué Salazar, que denuncia correctamente la cooptación de dirigentes sociales (como Jackson, Vallejo y Cariola) por lo que él llama “la clase política”, llamaría a votar por quienes encabezan estos puentes de cooptación”? No dijo que lo votará, sino que eventualmente lo “votaría”. Eufemismo para esconder, que ante la falta de una estrategia revolucionaria, es decir, de ruptura con el capitalismo y para que los “movimientos sociales” no sean cooptados, la abstención a hacer política termina históricamente regalando la política a uno que otro político burgués, o apoyar figuras carismáticas o “populistas” que complican al personal tradicional de la clase dirigente acostumbrado al orden, aunque no amenacen la estabilidad de su sistema.
La contradicción de Salazar no es nueva: años anteriores señaló que había votado por Eduardo Frei Ruiz-Tagle, ex presidente demócrata cristiano de la “transición”, así como otras veces por la Vieja Concertación. “Desde abajo” y “la izquierda” hacia “los de arriba”, en un giro a derecha, alimentando ilusiones en la centro-izquierda. La crítica a Boric, Jackson, Vallejo y Cariola, se transforma en fraseología, y el abstencionismo de hacer política se transforma en entregar la política a los partidos burgueses.
La cuestión del Estado de Bienestar Social. La sintonía fina entre Atria y Boric
Atria, del ala “izquierda socialista” PS, es un crítico de los “cerrojos” institucionales del sistema político de la transición, así como de lo que llama el “Estado Neoliberal” que instaló la dictadura y consolidó la Concertación. Sin embargo, busca justificar esta obra con una nueva “narrativa socialista” de “un paso atrás, dos pasos adelante”: reconocer el “paso atrás” de las medidas neoliberales, como bases necesarias para un futuro sistema “socialista”, cuya importancia de reconocer este hecho es cambiar la dirección del movimiento hacia la izquierda, yendo más al fondo en las reformas, acercándose a la idea de un Estado Socialdemócrata de Bienestar Social, con derechos sociales universales garantizados por el Estado, con democracia radical y una nueva relación del estado y la economía: un nuevo “modelo”.
La estrategia de “gobiernos de izquierda” o “gobiernos de cambio” que levanta, es sin ruptura con el capitalismo y con la clase dominante y sus partidos. Estrategia que no ofrece nada más que reformas graduales, y a lo sumo, si está ligado a movimientos sociales como en el Frente Amplio, con movilizaciones de presión. Su futuro “socialista” en la medida de lo posible no llega más allá de las reformas.
¿Izquierda de la centro-izquierda?
Atria y Guillier, cada uno a su modo, representan la expresión de sectores de los partidos tradicionales gobernantes, que al existir una crisis de representación, de separación con sus bases tradicionales, buscan sintonizar con un cambio en las formas de pensar expresada en ideales, cuestionamientos.
Estas nuevas figuras “progresistas” buscan renovar la política burguesa, ofreciendo oxígeno a una coalición ligada al gran capital, a SQM y los casos de corrupción, que ha sido la fuerza de consolidación central de las herencias de la dictadura y el régimen de la transición, y de contención de las luchas sociales y democráticas del pueblo trabajador. Para ello tienden puentes a su izquierda.
La izquierda del Frente Amplio, de Jackson-Revolución Democrática y Boric-Movimiento Autonomista, busca puentes con estos sectores. Así también con el Partido Comunista, “leal” a la Nueva Mayoría y que ha servido “vocero” del Gobierno como el rol conciliador de la CUT. Buscan reconstruir un espacio político de reformas sociales y políticas junto al “progresismo”. Su diferencia con Atria y Guillier radica en si es al interior de los viejos partidos y su coalición, o alrededor de una tercera fuerza “alternativa al duopolio”, “con autonomía del empresariado y de la coalición de Gobierno".
En el caso de Boric, la estrategia de cambios progresivos sin ruptura radical con el capitalismo, y en el caso de Salazar, la falta de estrategia que conduce a una cierta “anti-política” o “anti-partido” (sin diferenciar partidos empresariales a partidos de trabajadores por ejemplo), los lleva a alimentar confianzas en una u otra variante del régimen, en este caso, de una izquierda de la centro-izquierda. |