David Harvey se encuentra entre los autores marxistas que más originalmente retratan el capitalismo en su época neoliberal. Geógrafo de formación, su obra abarca un amplio espectro, que va desde los estudios sobre la producción capitalista del espacio (que continúan la labor pionera de Henry Lefebvre en ese terreno y ampliaron todo un campo para la investigación marxista) hasta los estudios sobre El capital de Marx, pasando por uno de los más exhaustivos abordajes en el debate sobre la posmodernidad (La condición de la posmodernidad) y varios estudios sobre el imperialismo y la crisis que atraviesa la economía mundial, por sólo detenernos en algunos aspectos de su prolífica obra. Su último trabajo, de reciente aparición en castellano, se llama Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo.
Traducido por Juan Mari Madariaga y publicado por Prácticas Constituyentes, este libro ya se encuentra disponible en versión digital de forma gratuita.
El punto de partida de este libro de Harvey es la crisis. Su premisa es que el capitalismo no permanecerá igual a lo que venía siendo después de las ondas expansivas que sigue produciendo la quiebra de Lehman Brothers en 2008. En el curso de las crisis, “sus desequilibrios son confrontados, remodelados y reorganizados para crear una nueva versión de su núcleo dinámico”. Las crisis también alteran de forma profunda las ideas, instituciones y relaciones entre clases. Lo peculiar de la crisis que atravesamos es que, ya transcurriendo el sexto año de iniciada, “deberíamos contar con diagnósticos concurrentes sobre lo que está mal y con una proliferación de propuestas para enmendar las cosas. Lo que sorprende es la penuria de teorías o estrategias políticas nuevas”. Las respuestas hasta el momento se mueven entre el intento de continuar y profundizar las políticas neoliberales de los últimos treinta años, o algún keynesianismo diluido.
En este contexto, Harvey se propone con su libro exponer con rigor una mirada integradora y una exposición sencilla de las contradicciones que caracterizan al capital en su configuración actual para definir los trazos posibles en los que intervenir sobre el desarrollo de las mismas pueda abrir paso a una superación de este orden social. Las contradicciones, en el sentido planteado por Harvey, surgen “dos fuerzas aparentemente opuestas simultáneamente presentes en una situación, una entidad, un proceso o un acontecimiento determinado”.
Como el nombre del libro lo indica, son diecisiete las contradicciones que aborda. No porque estas agoten toda la complejidad de las relaciones de producción basadas en el capital, sino porque son las que para el autor encierran hoy la mayor actualidad. Estas se organizan en tres niveles: siete contradicciones fundacionales, otras siete que denomina contradicciones móviles, y tres contradicciones peligrosas. El primer grupo está asociado a rasgos básicos de funcionamiento del sistema, son “características permanentes del capital en cualquier tiempo y lugar”. La contradicción entre valor de uso y valor de cambio, que se expresa en la tensión, cada vez más agudizada, entre las demandas sociales de acceso a bienes y servicios fundamentales y el afán del capital de someter todas las esferas a su sed de ganancias. “Por esta razón, muchos tipos de valores de uso que hasta ahora eran distribuidos gratuitamente por el Estado han sido privatizados y mercantilizados: alojamiento, enseñanza, sanidad y servicios públicos han ido todos ellos en esa dirección en muchos países del mundo”.
Otra importante contradicción es aquella que se genera entre la apropiación privada y el bien común. Contrariando las idílicas presentaciones de la economía capitalista como una basada en los mercados y que genera valorización “a través de intercambios legalmente sancionados”, Harvey sostiene que existen fuertes razones teóricas para considerar que una economía basada en la desposesión (es decir la apropiación de la riqueza común por parte de agentes privados) yace en el corazón de lo que define fundamentalmente al capital”. Otra de las contradicciones fundacionales la constituye la relación capital-trabajo.
Las contradicciones móviles, en cambio, tienen como único elemento constante que son inestables y están en continuo cambio. Estas contradicciones refieren al desarrollo de la técnica y su apropiación por el capital, al desarrollo desigual que lo caracteriza, con sus contornos específicos de cada momento, a las disparidades de ingreso y riqueza, y a la dialéctica de liberación y dominio. La forma que asumen en cada momento determina cambios significativos en la estructura del sistema capitalista, aunque sus leyes básicas permanezcan iguales.
Finalmente, el último conjunto es el de las contradicciones que Harvey define como “peligrosas”. Las denomina como peligrosas por contraposición a fatales, distinción que apunta contra la idea de que el capitalismo vaya a colapsar por el peso de sus contradicciones.
La última de las contradicciones peligrosas es la alienación universal. “[E]l trabajador queda separado de su pro¬ducto así como de otros trabajadores” y “de la naturaleza”. Esta carencia y desposesión “se experimentan e internalizan como una sensación de pérdida y tristeza ante la frustración de los propios instintos creativos del trabajador”. El malestar generalizado que tiende a crear la desposesión en todos los órdenes de la vida, y que el capital intenta remontar con el impulso de un consumismo vacío, podría llegar a constituirse en el freno fatal para la distopía que promete el capital como perspectiva. La posibilidad de una alternativa, para nada garantizada, depende de una revuelta generalizada ante la alienación universal.
Sin embargo, luego de un convincente análisis de las contradicciones que desgarran al capital, a modo de cierre de Diecisiete…, Harvey ofrece como “guía para la praxis política” una serie de “mandatos” –diecisiete, como respuesta de cada una de las contradicciones reseñadas en su libro– para una sociedad no capitalista. Eso, y la aspiración de un “humanismo revolucionario”, es todo lo que nos ofrece. Nos advierte en su libro contra el error de poner demasiado en el centro a la clase obrera y la contradicción capital/trabajo en la lucha contra el sistema, y también nos señala que al mismo tiempo que es necesario luchar contra todas las “formas de discriminación, opresión y represión violenta presentes sistémicamente en el capitalismo”, ninguna lucha “debería trascender o sustituir a la guerra contra el capital y sus contradicciones. Evidentemente, se necesitan alianzas de intereses”. Esta necesidad de alianzas está fuera de duda. Sin embargo, desdibujando cualquier potencial sujeto a partir del cual pueda articularse una lucha decisiva contra el capitalismo y por otro orden social, estos planteos no encuentran en Harvey medios para ser alcanzados.
Podes leer más sobre el libro de Harvey en “La lógica turbulenta del capital”, Ideas de Izquierda nº 11. |