Idiota: 1. adj. Tonto o corto de entendimiento. U. t. c. s. U. t. c. insulto / 2. adj. Engreído sin fundamento para ello. U. t. c. s./3. adj. Propio o característico de la persona idiota. /4. adj. Med. Que padece de idiocia. U. t. c. s./ 5. adj. desus. Que carece de toda instrucción.
Extraído de: http://dle.rae.es/?id=KuTdCXo
La palabra idiota proviene del griego ιδιωτης (idiotes) para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino sólo de sus intereses particulares.
Para entender profundamente lo que significaba este término para los atenienses o los espartanos del siglo V a.C. hay que entender cómo funcionaba su sistema político y social. En el ágora, que era el centro de la actividad política, administrativa, comercial, social, su foco religioso y cultural, y el lugar de impartición de justicia, los ciudadanos (vale aclarar: ni extranjeros, ni esclavos, ni mujeres) discutían y resolvían todo, por eso quien no se comprometía y sólo se ocupaba de lo suyo, era mal visto.
Faltar a ese deber era incomprensible, pues se pensaba que la vida política beneficiaba a todos, diferenciaba verdaderamente al ciudadano del bárbaro y, además, el Estado ayudaba a ejercerla si había dificultades económicas. En Atenas, por ejemplo, existían las “liturgías” o subvención que el Estado daba por asistencia y participación y que sacaba de los altos impuestos que imponía a sus ciudades sometidas y aliadas.
Es por eso que idiota acabó adquiriendo el valor de alguien un poco tonto e ignorante, que renuncia (por voluntad propia o incapacidad personal) a ocuparse de la política que le afecta.
Es así como el término pasa a denominar a alguien ignorante, burdo y sin instrucción. Este es el valor que conserva durante toda la Edad Media y el Renacimiento (por ende, el ignorante o idiota es en la Edad Media también el que no cree en Dios).
En el siglo XVII la medicina francesa establece una clasificación de las deficiencias psíquicas o retrasos mentales, y utiliza el término idiota, al igual que lo hace con el vocablo latino imbécil, para denominar uno de esos grados de minusvalía psíquica. De ahí sus acepciones como enfermedad mental recogidas en los diccionarios, y de ahí también el que, al igual que sucedió con la palabra imbécil, acabara convirtiéndose en un insulto que hace referencia a las escasas dotes mentales del insultado.
Hace unos días, estuvo circulando por las redes, un fragmento de una entrevista que Susana Giménez le hizo a Chano, el cantante de Tan Biónica. En medio de la entrevista de este dúo de genios, haciendo apología de la “reconciliación de los argentinos”, Chano afirmó que no le interesa involucrarse en política, ni militar, y ni siquiera leer nada. Digamos que sería el exacto ejemplo del idiota en su original acepción.
Pero el problema no es que un mediocre cantante confiese a título personal esto en un programa de televisión, el problema es lo que subyace a esa idea: que es malo hacer política porque eso divide a los argentinos (¡El último grito de la moda reaccionaria!). Y que sostener que está bien “no involucrarse” -en medio de una crisis económica que nos afecta a trabajadoras y trabajadores, con inflación, pérdida de conquistas, de poder adquisitivo y despidos- significa dejar que se involucren otros y resuelvan otros.
Y cuando otros resuelven por nosotros los que perdemos somos siempre los mismos: quienes formamos parte de la clase trabajadora. La única clase que produce la riqueza es la que debe involucrase en la resolución de sus problemas.
Como dice Bertolt Brecht es su poema “El analfabeto político”:
El peor analfabeto
es el analfabeto político.
Él no oye, no habla
ni participa en los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida,
el precio de los frijoles, del pescado,
de la harina, del alquiler, del calzado
y de las medicinas
dependen de las decisiones políticas.
El analfabeto político es tan animal
que se enorgullece e hincha el pecho
al decir que odia la política.
No sabe el imbécil que
de su ignorancia política proviene
la prostituta, el menor abandonado,
el asaltador, y el peor de los bandidos,
que es el político aprovechador,
embaucador y corrompido,
lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.
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