Otro clásico y nuevamente lluvia para Boca. A diferencia de los anteriores, el equipo de Arruabarrena jugó con suplentes y no comenzó con una coyuntura favorable. De entrada el local lo peloteó con una de Verón y una triple llegada. La velocidad le permitía a San Lorenzo generar peligro con cierta facilidad, sin depender de una idea potable. Si bien se diluyó en amagues, el equipo de Bauza tuvo la iniciativa y cerró el primer tiempo con una sensación más plena. De Boca, sólo un tiro de Carrizo que se fue sobre el travesaño y el alivio de irse en cero al descanso.
Pasarían sólo seis minutos en el complemento para que Verón complete una jugada personal y en segunda instancia habilite a Cauteruccio con un centro. El delantero apenas debió elevarse para vencer a Orión y dejar en relieve la desatención del debutante Komar y la poca ayuda de Insúa para con éste. Ahí mismo dio la sensación que Boca difícilmente podría remontarlo.
Cinco minutos después el mismo Verón se aprovechó de la lluvia con viveza y gambeteó hasta tener el tiro que se convertiría en el 2-0. Si antes el visitante estaba merodeando la lona, a partir de ahí sólo le quedaba esperar al final con dignidad.
Arruabarrena hizo lo que podría esperarse cuando no hay ideas: Acumuló delanteros e intentó meter presión más desde el nombre y los números que desde el juego, ese gran ausente en estos tiempos. La consecuencia de esto fue bastante lógica: Boca casi ni llegó. Recién a nueve del final Martínez estrelló un tiro en el travesaño. No como resultado de una chance asociada, sino tras un error de Buffarini.
Así se cerró el partido lentamente. Con un visitante que trató de empujar (y ni siquiera lo logró) y un San Lorenzo que esperó tranquilo el final. Lo ganó claramente, y no por jugar bien o a algo. Simplemente tuvo en claro que quería llevarse el ramo, mientras que Boca nunca supo bien para que había ido al Nuevo Gasómetro. | 
