El pasado fin de semana tuvo lugar el XXXI Encuentro Nacional de Mujeres, fue una hermosa fiesta que explotó en vínculos, promesas de cambio y justicia, en deconstrucciones interpersonales, en la sabiduría de lo colectivo, en pueblo y lucha. Pero también explotó otra cosa, una cosa que hizo mucho más ruido: explotaron los moldes, y quedo en evidencia que los “destrozos” son el opio del macho.
Sobre dos frases que acompañan la obra de Hélio Oiticica (1937-1980, artista brasilero, pensador libertario y principal influyente del movimiento tropicalista) “la pureza es un mito” y “sé marginal, sé un héroe”; encastran mecanismos semióticos, lingüísticos y del imaginario popular que desenmascaran la falsa sensación de orden y el arrebatamiento de las libertades individuales. ¿Cómo responden las fuerzas preceptivas? ubicando a todo disidente en el banquillo de la marginalidad.
Así operó el partido massmedia, la lumpen burguesía, el poder eclesiástico y muchos representantes del estado nacional y provincial de santa fe, unidos en la desaprobación hacía más de 80 mil mujeres empoderadas, a través de reclamos de todo tipo por las intervenciones urbanas en la vía pública y privada. Voy a tratar de transmitirles mi visiónde algo que considero una práctica mágica que no se compara con ninguna otra experiencia artística que haya vivido.
Seja marginal, seja herói, (1968), Helio Oiticica
Paredes unidireccionales sintieron refrescante baño de libertad al cuestionarse los mandatos que imperan sobre ellas, con la fuerza de la intervención urbana; no se necesita ser paredologo para darse cuenta:
¿Alguien le pregunto a las paredes si querían seguir ploteadas de idílicos vinilos publicitarios o preferían estamparse con las caras terrestres de travestis mitológicas asesinadas por la heteronorma?
Claro las paredes no hablan, pero tienen dueños, y sus dueños sí hablan. A diferencia de las niñas victimas de trata, por ejemplo, que también parecen tener dueño y precio, pero sus dueños nunca hablan, porque prefieren tenerlas cautivas para consumirles los sueños de libertad y futuro, esas estampas son más difíciles de quitar. Esas mujeres también se descartan y cambian, como cuando cambiamos un vidrio roto, en pedazos, en una bolsa de consorcio negra.
Que suerte que tienen las paredes que son representadas por miles, por los medios que le dan tapa, por los indignados reaccionarios, por los católicos, por los propietarios, por miles de hombres y mujeres que no tienen ni idea de que las revoluciones que han permitido que hoy día vivamos en un símil estado de derecho -y la conquista de los mismos- no se lograron firmando un petitorio en change.org, bien bañaditos y perfumados frente a la computadora que nos costó la fuerza productiva de dos meses, si señor 320 hs. de trabajo. Sino más bien, se lograron con el fuego de la irreverencia; porque esa sensación de orden que perseguimos cuando pensamos que las fuerzas y el estado hacen su trabajo al reprimir en realidad es una falsa ilusión, la pureza es un mito. ¿Porque? Por muchos motivos, pero resumámoslo en el accionar mismo, como dice Walter Benjamin: “Para cuidar lo permitido se combate lo prohibido, haciendo uso de los mismos mecanismos que se prohíben”, eso es lo que hizo la policía de santa fe al reprimir mujeres con balas de goma y gases lacrimógenos.
Recorte de la obra: PN2, Pureza è um mito, 1967, Helio Oiticica
Asumir la marginalidad puede ser un arma potente, me recuerda a ese mismo proceso de descontextualización con el que la comunidad LGBTTTI opera al asumirse como travas, tortas, maricones, putos y demás términos que vienen del terreno de los despectivo, de los insultos que convertimos en nuestras banderas de lucha. Ese mismo proceso, de supervivencia aguerrida, es el que las mujeres desenfundan al autodefinirse como brujas, feminazis, asesinas de machos, femimonstras, locas, viejas, indias, putas, trolas, villeras y gordas. Y escuche a mucha gente preguntando porque estas mujeres quieren matar hombres -vamos señores sacudámonos el hormigueo del adormecimiento, que vuelva a pasar la sangre por las venas hasta el cerebro- lo que quieren matar estas mujeres es la norma heteropatriarcal que las oprime. Son marginales, son heroínas.
Muchas situaciones fueron una revelación manifiesta y reaccionaria del cinismo estructural que siempre estuvo, una señora católica fue el domingo a misa, muy poco informada la pobre, porque los medios que consume no cubrieron la realización ni el resultado de los talleres del encuentro (ya que hubo una cobertura descaradamente selectiva del partido massmedia que ora por prohibir el encuentro). Y con la mala suerte de caer a una hora de que desemboque la marcha en la catedral. La señora indignada por el susto que tuvo que vivir pide más táctica e inteligencia a las fuerzas del estado en una entrevista para canal 3 de rosario, seguramente algún acto fallido.
Ahora si, despojándonos del dualismo empobrecedor que ofrece el bien y el mal. En mi práctica personal participar de la marcha fue una experiencia artística fascinante, poder ver como todas las ordenes que gritan las publicidades que nos circundan diariamente eran desafiadas, con creatividad, alegría y fuerza combativa. El acto fundamental de darle respuesta a lo que parece impuesto, así las veganas les respondían a las cadenas multinacionales de comida, las abortistas a las paredes de los tribunales y clínicas donde abortan quienes cuentan con el privilegio económico de hacerlo (convirtiendo un derecho que se hace desear en un negocio), las anticapitalistas, comunistas y anarquistas a los bancos y demás entidades, hubo muchos mensajes para la administración legislativa de turno que nos ajusta y deja sin trabajo, hubo muchas caras: las paredes se llenaron de rostros de las invisibles, de las asesinadas por el mandato patriarcal, de las travas y de las tortas. Era una formación de más de 45 cuadras que a su paso dejaba al descubierto lo que nos pasa, mostraron otras dimensiones del deseo que no eran dirigidas solo a las masculinidades como estamos acostumbrados, lo que padecemos y no queremos ver, lo que nos ocultan los medios. Tal echo no fue más que una experiencia artística inolvidable, la praxis de la lucha cultural, la puesta en marcha del afán incidente de quienes queremos un mundo más equitativo y menos egoísta.