Confrontar; no estar al margen; no abstenerse; incomodar; tomar posición. Es parte de la inspiración con la que muchos entramos a Sociología, sobre todo quienes queremos aportar a transformar una realidad que pareciera la única posible. Por ello cabe preguntarnos si en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, la carrera de Sociología tiene un carácter cuestionador y crítico de la realidad y si está ligada a los procesos sociales.
¿Acaso no hay mucho para debatir y cuestionar sobre las políticas de Macri y Cornejo en la actualidad? Desde ataques a los trabajadores con paritarias a la baja, o el ítem aula a las maestras bañado de la construcción de un discurso que pone a los trabajadores como caja de Pandora de todos los males; pasando por los millonarios regalos a los grandes grupos económicos, hasta el encendido discurso de la “seguridad” que promociona la demagogia punitiva y alienta los linchamientos por mano propia.
El alineamiento del rectorado de la Universidad con el gobierno actual de Cornejo, así como la participación en el mismo de las agrupaciones MNR-AREB y SUR que conducen la coordinación de sociología, nos plantean la necesidad de pensar nuestras organizaciones estudiantiles en función de la sociología que queremos.
La sociología puede transformarse en una herramienta fundamental, no solo para cuestionar de fondo la realidad en la que vivimos, sino también para debatir alrededor de las posibles salidas a los problemas estructurales de la sociedad. Sin embargo, el escepticismo que nos transmiten muchas veces los contenidos y la forma en la que nos los enseñan, puede verse como una contradicción en sí misma para cualquiera que quiera ser y ejercer de sociólogo. A su vez, a medida que transitamos la carrera, se combinan una cantidad de factores que tienen que ver con el plan de estudios y sus principales contenidos, la forma y las condiciones de cursada, la organización y el régimen de la facultad y la universidad, la propia fisonomía de la “vida académica”, y otros tantos sobre los que intentaremos hacer un breve recorrido, para poder así debatir.
La “objetividad del apoliticismo” y el “estudio inocente” de la realidad, no son posibles sabiendo que los recortes a la hora de elegir nuestro problema de estudio no son neutrales y que la posición que tomemos será determinante para las conclusiones a las que lleguemos.
La sociología puede transformarse en una herramienta fundamental, no solo para cuestionar de fondo la realidad en la que vivimos, sino también para debatir alrededor de las posibles salidas a los problemas estructurales de la sociedad
En primer año, si nos preguntan, la historia y la economía, desde ya fundamentales para nuestra labor, conforman un área vaciada de nuestro plan. La economía ha quedado reducida a manuales como los de Mochón y Becker, en donde “la mano invisible del mercado” queda grabada a fuego.
Nos preguntamos, ¿cómo comprendemos nuestro presente si la historia está instrumentalizada para analizar un pasado poco reciente escindido del hoy? O, en la que procesos de auge revolucionario en Argentina, como los que acontecieron entre el 69 y el 76 son omitidos. El estudio de los procesos sociales contemporáneos puede entusiasmar en primer año pero luego todo pareciera reducirse a “acotar más y más el objeto de análisis” y las herramientas para estudiar procesos macro son insuficientes. Gran parte de nuestra formación como futuros sociólogos va de la mano con “teóricos” que terminan explicando conflictos localizados sin referencia a la totalidad social de la cual son consecuencia. Esta parcelación lleva a toda una serie de sociologías aplicadas, que al desligarse de una teoría social general, acaban ocultando el carácter histórico de las formaciones sociales. Este mecanismo se corresponde, con un punto de vista tecnocrático de la ciencia que acaba reconstruyendo un tipo de conocimiento descontextualizado. Pues, es necesario cuestionar la formación de expertos que se especializan en ciertos temas específicos como la salud, el trabajo, etc. transformando a científicos sociales en “técnicos sociales” con una visión asistencialista ante la realidad.
De lo que se trata es de actualizar, conocer los nuevos debates, apostar a la divergencia de miradas, a romper con el abordaje estático o parcelado de nuestro objeto de conocimiento
La propuesta puede ser superadora, en el sentido de incentivar el debate colectivo y disputar con una la visión de transitar la carrera de manera individual. Es posible que prime el debate, la reflexión y el intercambio entre las cátedras; que como futuros sociólogos, busquemos otra alternativa ante la perspectiva casi única de “escritorio y paper”. Son innumerables los proyectos que los estudiantes realizamos para las materias metodológicas de cada uno de los que pasamos por la carrera que quedan cajoneados e invisibilizados.
Las cátedras paralelas son una gran deuda, ante la necesidad apremiante de que todas las corrientes teóricas y políticas de las ciencias sociales tengan expresión, incorporando pensadores hoy ausentes en el contenido de nuestros programas. Podemos nombrar distintos ejemplos como comenzar a ver autoras como Freiser, Federici, Buttler (Feminismo, género y trabajo femenino), textos que problematicen los cambios en el mercado de trabajo (flexibilización, polifuncionalidad, part-time, trabajo telemático a distancia, trasnacionalización) como los que analizan Enrique de la Garza Toledo (trabajo no clásico) y Ricardo Antunes (La clase que vive del trabajo). Incorporar visiones sobre la acumulación por desposesión que estudiaron Harvey, Rosa Luxemburgo, O´Connor y su vinculación con los movimientos sociales a manera de Taddei, Seoane. Profundizar sobre la “Sociología histórica” y sumar herramientas para un análisis histórico concreto de la formación de las clases sociales con postulados como los de Sckopol, Shumpeter, Tilly, Waldo Ansaldi, Barrington Moore, Immanuel Wallerstein, etc. Adentrarnos en la Sociología Internacional con debates como la trasnacionalización, financiarización, geopolítica, etc.
A nivel nacional, sumar interpretaciones del peronismo como la que realiza Daniel James (marxismo cultural). Incorporar a la Sociología de la vida cotidiana con autores como AgnesHellery que autores latinoamericanos tal como Marti y Mariategui no queden relegados a una visión superficial. Finalmente incluir nuevas metodologías, como el análisis del discurso con Focault, Barthes, AnibalVeron) y la metodologiaconfiguracionista que se presenta en De la Garza Toledo.
De lo que se trata es de actualizar, conocer los nuevos debates, apostar a la divergencia de miradas, a romper con el abordaje estático o parcelado de nuestro objeto de conocimiento, dar respuestas sobre “lo que todos están hablando”, o sobre lo que los medios están ocultando, o sobre lo que un discurso de un político o dirigente dice y no dice. Quizás el hecho de que nos hagan preguntas como “¿Para qué sirve la sociología?”, “¿Qué hace un sociólogo?” o el abandono de estudiantes, por ejemplo, comiencen a ser menos frecuentes cuando nos peleemos por formarnos como futuros profesionales que desentonen ante las presiones cotidianas del “status quo” y rompan con la abstención ante la realidad que está frente a nuestra narices.
Esto sería posible, si por ejemplo, nos empapamos de los procesos que están determinando las vidas de millones en la región y el mundo, desde la crisis capitalista profundizada desde el 2008 hasta la geopolítica internacional; la situación en Medio Oriente y el surgimiento de fenómenos reaccionarios como el ISIS. Los golpes de los gobiernos imperialistas contra las masas en Europa y la emergencia del “neorreformismo”, como el de Podemos en España y Syriza en Grecia o el fenómeno de Bernie Sanders en Estados Unidos. En gran parte de América Latina estamos ante el debilitamiento de los gobiernos llamados “posneoliberales” y se fortalecen las derechas en la región. En Argentina, el fenómeno muy profundo del NiUnaMenos, los linchamientos, la “inseguridad”, el ajuste y los tarifazos, la megaminería contaminante, entre otros son algunos ejemplos de los acontecimientos de masas, de los cuáles abstenerse puede significar corroer el verdadero sentido por el que queremos ser sociólogos.
El potencial de la sociología como cuestionadora y crítica de la realidad en la que vivimos, puede entonces, realmente transformarse en una herramienta para debatir alrededor de las posibles salidas a la barbarie económica, social y ecológica de nuestra actualidad; y es esto, en definitiva, lo que está en nuestras manos poniendo nuestros conocimientos en función de las necesidades de los trabajadores y el pueblo. |