Mujer, si te han crecido las ideas
de ti van a decir cosas muy feas
que, que no eres buena, que si tal cosa
que cuando callas te ves mucho más hermosa.
Esto dice sobre la mujer la hermosa canción de Amparo Ochoa, pero hay otra cosita muy fea y es el mismo origen de la palabra mujer.
Dice la RAE (Real Academia Española) en su diccionario:
mujer
Del lat. mulier, -ēris.
1. f. Persona del sexo femenino.
2. f. mujer que ha llegado a la edad adulta.
3. f. mujer que tiene las cualidades consideradas femeninas por excelencia. ¡Esa sí que es una mujer! U. t. c. adj. Muy mujer.
4. f. Esposa o pareja femenina habitual, con relación al otro miembro de la pareja.
Curiosamente esta palabra tiene sus orígenes en la etimología popular. ¿Qué quiere decir esto? Que no podemos encontrar sus raíces en el indoeuropeo (la madre de casi todas las lenguas) y desde allí seguir su evolución al griego y al latín. Por lo tanto, se le busca un sentido a una palabra cuyo origen no se conoce y por similitud fonética (porque suena parecido) o atracción semántica (se une a una familia de palabras con significado común) se la asocia. Este fenómeno ocurre más de lo que imaginamos. Muchas veces se utiliza este “método seudocientífico” de explicar los orígenes de las palabras basándose “fundamentalmente en creencias y tradiciones populares”. En el caso de la palabra mujer, la visión machista y patriarcal es innegable.
Uno de los más famosos creadores de estas falsas etimologías o etimologías populares fue Isidoro de Sevilla eclesiástico católico erudito polímata hispanogodo. Fue arzobispo de Sevilla durante más de tres décadas (599–636) y canonizado por la Iglesia católica, por lo que es conocido habitualmente como san Isidoro de Sevilla. No sabemos si fue Isidoro de Sevilla el creador de esta etimología, pero si no fue él, quizás fue alguno de sus amigos de la Iglesia.
La cuestión de que las mujeres fuésemos blandas y maleables, fáciles de convencer de cualquier cosa implicaba en la Edad Media que éramos fáciles de ser convencidas de pecar.
Si bien, Según, Robert Archer en Misoginia y defensa de las mujeres-Antología de textos medievales: “Aristóteles introduce en el pensamiento occidental la idea de la mujer como un hombre mutilado. (La frase en latín que circulaba en la Edad Media era mas o musculus occasionatus). […] El que fuera Eva quien se deja persuadir por la serpiente es fundamental para la historia posterior del pensamiento occidental en lo tocante a la mujer; su ‘imperfección’ adquiere una dimensión moral según la cual Eva es la puerta y vía del pecado que tanto sufrimiento ha traído al mundo. Y es a partir de San Agustín que se identifica a la mujer con la imagen de una Eva culpable del pecado original, imagen que no era así para los hebreos ni para los primeros cristianos. Y a partir de allí y durante muchos siglos la mujer se identifica con esta Eva débil, inestable, motivada a dejarse persuadir por el diablo, por quién sabe qué deseos (los teólogos conjeturan si será gula, lascivia, soberbia u otros pecados).”
Pienso que, buscando en hembra, tendré mejor suerte y encuentro:
Del lat. femĭna. mujer , la persona del sexo femenino.
7. f. Cola de caballo poco poblada.
8. adj. Delgado, fino, flojo. Pelo hembra.
Y en María Moliner: “Hembra: en algunos objetos, como broches, corchetes o tornillos que constan de dos piezas, de las que una encaja en la otra, pieza que recibe a la otra, o a una parte en su interior. Poco fuerte: pelo hembra. Por ejemplo: cola de caballo poco poblado.”
Queda claro que hasta hoy todo lo femenino se quiere relacionar deliberadamente con lo débil, pasivo, blando, inferior al hombre.
Sin embargo, hay innumerables ejemplos en la historia del mundo antigua y reciente, de lo que las mujeres hemos sido capaces de sostener y transformar con nuestra fuerza. Baste el ejemplo de la Revolución rusa. Pero hace exactamente una semana, en Rosario, nos reunimos, debatimos, votamos (aunque una minoría burocrática lo quiera desconocer) y marchamos 70.000 mujeres llenas de fuerza, denunciando la violencia machista, los femicidios, la complicidad de la justicia y las fuerzas de seguridad con la trata, y la intromisión de la Iglesia en nuestros cuerpos. Y por eso, fuimos reprimidas por los defensores de la misma Iglesia que hace más de dos mil años nos dice que somos blandas pecadoras. Y nuestro pecado consiste en reclamar nuestros derechos.
Reconocemos que somos víctimas sí, pero no nos victimizamos. Contra la falsa etimología de nuestra supuesta debilidad: ¡Peleamos como mujeres!