El mal tiempo (el fuerte viento y las lluvias: la sudestada) no impidió que el público de Caetano Veloso se diera cita en el estadio Luna Park la noche del pasado domingo 2 de noviembre; mucho menos el hecho de que el artista bahiano viniera para presentar, por segunda vez –como ya lo hiciera en 2013, llenando tres veces el teatro Gran Rex–, su último disco, Abraçaço (2012). Unas cinco mil personas (de todas las edades –el autor de esta nota vio entre el público del “campo” a adolescentes–) aplaudieron, cantaron, gritaron, saltaron y bailaron, disfrutaron con Caetano y la “banda cê” que integran Pedro Sá (guitarra), Marcelo Callado (batería) y Ricardo Dias Gomes (bajo y teclado).
Como parte de una gira que comenzó aquí en Buenos Aires e incluye a Rosario, Córdoba y Mendoza, Caetano abrió su concierto con “A bossa nova é foda”, primer tema de su disco, repleto de referencias a la cultura, historia y músicas del Brasil y del mundo: desde Gilberto Gil (“el brujo de Juazeiro”) a Bob Dylan (“el bardo judeorromántico de Minnesota”) y los deportistas de artes marciales Víctor Belfort y Anderson Silva. Le siguió su clásico “Baby” (interpretado ya en 1968 por Gal Costa), a modo de balada-rock (y hasta por momentos emparentada, en esta versión, por su “suavidad”, con la zamba argentina), con el bello añadido (o “cita”), al final del tema, de “Diana” (gran éxito de Paul Anka en los 50), tomado de su disco de covers –y contracara o “lado b” de lo que hizo previamente en el latinoamericano/latinoamericanista Fina estampa (1994)– A Foreign Sound (2004).
Siguieron “Quando o galo cantou”, y “Abraçaço” (una maravilla de arpegios y melodía, que suena en su estribillo –o funciona– como si fuera una maravillosa “caja musical”, de aires fellinianos); un tema que, como “A Bossa Nova É Foda” (cuando entra el teclado), combina y alterna la suavidad y sutilezas típicas de las composiciones de Caetano con la fuerza rockera que le imprimen los solos de guitarra de Sá.
Como si fuera poco este comienzo, el cuarto tema fue dedicado a quienes cumplían años esa noche: “Parabéns”, un “fiestero” machaqueo rítmico –tipo maracatú– cuya letra in crescendo proviene de una adaptación que hizo Caetano de un e-mail que le enviara el cineasta Mauro Lima, justamente, en saludo por su cumpleaños.
También sonó “Homem” y luego, con un comienzo solemne, grave, del bajo –con todo a oscuras–, “Um comunista”, recordando al guerrillero asesinado por la dictadura Carlos Marighella, tocando todos los músicos bajo el baño de una luz roja –nada más apropiado– mientras Caetano recuerda/canta que los comunistas “guardaban sueños”…
Con “Triste bahía”, del disco Transa (1972), se recupera la experimentación y fusión de la tradición local con el rock, tal como ya lo había advertido, años antes, en 1967, el poeta (“concreto”), ensayista y traductor Augusto de Campos: decía este, en un texto que analiza las canciones “Domingo no parque” y “Alegria, alegria”, de Gilberto Gil y Caetano, respectivamente, que ellos, ante la “música joven” y grupos como The Beatles, “se propusieron, oswaldianamente [por el escritor modernista Oswald de Andrade], deglutir lo que hay de nuevo en esos movimientos masivos y de juventud e incorporar las conquistas de la moderna música popular a su propio campo de búsqueda sin, por eso, abdicar de los presupuestos formales de sus composiciones que se asientan, con nitidez, en las raíces musicales nordestinas” (Balance(o) de la bossa nova y otras bossas, Bs. As., Vestales, 2006). Esas combinaciones, diálogos, entrelazamientos, cruces y fusiones cosmopolitas en la creación artística es algo que desde sus comienzos hizo –y mantiene hasta la actualidad– Caetano su “marca de fábrica”.
Luego llegaron “Estou triste”, “Odeio” y "Escapulario". En “Funk melódico” se abre el tema con otra cita, de menos de un minuto, de Oswald de Andrade: “El Pan de Azúcar de cada día, danos, señor, la poesía de cada día”. Luego vino “Alguem cantando”, del disco Bicho (1977), y “Quero ser justo”.
“Eclipse oculto”, del disco Uns (1983) –y versionado antes, por ejemplo, ultrabatuqueado, en Prenda mina (1999), en lo que sería “Livro aô vivô”–, hizo cantar, mover cabezas y saltar de alegría, y luego llegaron “De noite na cama” (desabroche de la camisa incluida; gritos del público incluidos) y, de su último disco, “O imperio da lei”. Cerró aquí con “Reconvexo” (aplausos de respeto y cariño para Dona Canô) y otro clásico: “Você não entende nada”.
Y para los bises quedaban más sorpresas y maravillas: la primera, el canto (a capella, prácticamente, con algunas notas de guitarra “de apoyo” hacia el final) de la “Tonada de luna llena”, recuperando aquel final solitario –pero igualmente impactante, poderoso– que hacía Caetano en los megashows con banda y orquesta de cuerdas y bronces que finalmente quedaron registrados en Fina Estampa aô vivô (1995). Siguió “Nine out of ten” –aquel samba-rock de los 70, también de Transa, hecho reggae-pop en los 80 y ahora recreado en trío-rock con sabor a ska–, y “A luz de tieta”. Finalizó con su clásico “Coração vagabundo” y, cerrando, “Desde que o samba é samba”, compuesta junto a Gilberto Gil y grabada junto a él para Tropicália II (1993).
Un recital en el que se combinó la fuerza del rock con los sambas y las bossas. Energía y melancolía. Maestría y búsquedas estéticas. Nuevos temas y clásicos de toda la carrera de Caetano. El público aplaudió y agradeció la generosidad y grandeza del artista.
VIDEOS:
http://www.youtube.com/watch?v=kxL-GJe3jpo
http://www.youtube.com/watch?v=Jl3rpUiBZF0 |