Eduardo Cunha, uno de los principales articuladores del golpe institucional en Brasil, acaba de ser detenido por la Policía Federal en una nueva acción de la Operación Lava Jato. Cunha, uno de los políticos brasileros más reaccionarios, ha alentado el odio contra las mujeres, negros y LGBTs. Su papel en el proceso de impeachment contra Dilma Rousseff, fue dirigir el show de acusaciones en la Cámara de Diputados para luego ser acusado por el mismo bloque golpista, con el fin de lavar la imagen del régimen al pedir su renuncia.
Los trabajadores condenaron a Cunha desde hace tiempo porque es un político corrupto que se enriqueció a costa de la población trabajadora y pobre. Pero incluso siendo evidente para todos los vínculos de Cunha con los esquemas de corrupción, su juzgamiento solo se dio en un momento conveniente para la derecha y los planes de la Operación Lava Jato. Ahora su prisión está al servicio de legitimar este régimen.
El amplio sentimiento de repudio hacia Cunha y su trayectoria corrupta no puede hacernos cerrar los ojos frente a la interesada Operación Lava Jato, que jugó un papel central y fue parte del golpe institucional, dirigida por el no menos reaccionario juez Sérgio Moro, entrenado por la CIA en los Estados Unidos. Una Operación que está lejos de tener como objetivo el combate a la corrupción, que es inherente a este sistema capitalista, sino que solo busca sustituir un esquema de corrupción con rostro petista por otro, con el rostro de la derecha, fortaleciendo la arbitrariedad del poder judicial contra los trabajadores. Cualquier combate serio a la corrupción no vendrá de las manos de la Operación Lava Jato, conmemorada por los grupos golpistas como el Movimiento Brasil Libre, e incluso por organizaciones de izquierda.
Una verdadera salida a izquierda e independiente del PT vendrá de las manos de los trabajadores y la juventud, organizando su lucha desde los lugares de trabajo para enfrentar los ataques del gobierno de Temer, construyendo una alternativa independiente de los trabajadores. |