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La Izquierda Diario
5 de noviembre de 2014 Twitter Faceboock

DANZA CONTEMPORANEA Y VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES
Cuerpos desobedientes
Sofía Gómez
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Todas las carreras en la Facultad de Artes de Tucumán tienen algo distintivo entre sus integrantes, la Carrera de Danza Contemporánea se distingue entre otras cosas por ser casi exclusivamente femenina y LGTB, esto en sí mismo genera un ambiente bastante particular. Lo que busca polemizar esta nota es sobre la incidencia que tiene esta carrera en la subjetividad de sus integrantes.

Delgadas, femeninas y disciplinadas, son las palabras que se me vienen a la cabeza cuando pienso en mis compañeras de Danza de la Facultad ¿a qué se debe? No podemos tener una visión inocente sobre como la academia y el propio oficio forjan una especial subjetividad en quienes hacemos arte, muchas veces de rebeldía, espíritu crítico o sensibilidad; pero no todo es feliz y positivo en el mundo del arte: que sea un requisito “tapado” el que las mujeres tengamos que ser “delgadas, femeninas y jóvenes” para ser bailarinas lleva por todos lados el sello de machismo. Por supuesto que esto es algo que no aparece en los libros de texto, o en los programas de las materias, pero igual existe, las materias pedagógicas le llaman a esto “curriculum oculto” y es un ejemplo más de como la ideología dominante, es volcada en los ámbitos académicos más inhóspitos, es la violencia sobre los cuerpos de las mujeres de mano de la academia.

“No se pueden cortar el pelo así” “acá no pueden pesar más de 50 kg” “vas a tener que hacer dieta porque así de gorda a mi materia no la pasas”… son sólo algunas de las frases que podés escuchar si te sentás charlar un rato con las chicas de danza, ¿y vos qué hiciste? Les pregunto algunas veces “me mato de hambre” “voy a tener que ir a un nutricionista” “dejé la carrera, los profesores no entienden que yo soy así, soy caderona”. Un poco contradictorio para una carrera que lleva como nombre Danza Contemporánea, este estilo nace como reacción a la danza clásica y sus formas rígidas, estrictas y armoniosas, incorporando en la escena movimientos disociados, gran dramatismo, y como todo estilo vanguardista se caracteriza por romper con lo anterior, esto incluye algunas veces la figura clásica de la bailarina, por ejemplo una de sus mayores exponentes: Pina Bausch. Es un ejemplo que enseñan en la facultad, precursora del teatro-danza, revolucionó el mundo de la danza con sus emblemáticas obras que además de lograr integrar más de un recurso artístico (grandes escenografías que mezclan imágenes, sonidos y sensaciones) transgrede con movimientos violentos, repetitivos, sin sentido y la autoexpresión corporal.

Toda esta concepción nueva y esta dimensión hasta filosófica que adquiere la danza no puede ser interpretada por cuerpos monótonos, estereotipados y seriados, los bailarines intentan expresar también estas realidades heterogéneas, casi en un ajuste de cuentas con las categorías impuestas del buen gusto y la belleza dicen algunos.

En este sentido hace bastante ruido esta contradicción, nuestra formación académica pretende vendernos toda una renovación o actualización pero cae ante las formas más básicas y atrasadas de la opresión hacia la mujer, la Universidad Nacional de Tucumán se quiere legitimar con todo un discurso progresista que va desde una rectora mujer que adhiere al kirchnerismo, reformas de estatutos hasta apertura de archivos de la dictadura, pero cuando entramos a las aulas y vemos cosas como estas, sabemos que es solo maquillaje.

Pero no todo es miseria y machismo en Tucumán, no podemos olvidar el conflicto del año pasado desatado por los abusos a las estudiantes de Filosofía y Letras. Allí entre las asambleas y las marchas, las estudiantes de teatro y danza pusieron en pie la Comisión de Intervenciones, donde creaban obras a partir de su profunda sensibilidad ante la violencia de genero e irrumpían en espacios públicos. Esas mismas compañeras que la academia insiste en disciplinar y normativizar se rebelaron asqueadas de todo lo que las rodeaba y generaron un hecho inédito para las luchas estudiantiles de nuestra generación.

Ejemplos como éste hay muchos y nos afirman nuevamente dos cosas: que la lucha contra la opresión hacia las mujeres se libra en las calles y con cientos de mujeres dispuestas a forjar algo nuevo, y que el arte en general puede ser una gran herramienta de liberación individual sí, pero cuando apuesta a grandes procesos de transformación colectiva, su efecto es contundente.

 
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