El trabajo dignifica.
La familia es la base de la sociedad.
Estas frases se siguen reproduciendo todo el tiempo, se dicen, se escuchan, se sostienen como verdades absolutas.
Hace mucho tiempo que sabemos que no todo trabajo dignifica, Carlos Marx al descubrir los mecanismos de acumulación del dinero, dio cuenta de lo que significaba la alienación del trabajo asalariado que, aunque existente a lo largo de toda la historia, alcanza su cima en la sociedad capitalista.
Lo mismo que el concepto de familia: esa imagen de papá, mamá y los hijos, tan metida en nuestras cabezas desde los libros escolares, la tv y otros medios de comunicación y tan ajeno a las familias ensambladas, monoparentales y homoparentales que coexisten actualmente, no permaneció siempre igual a lo largo de la historia de la humanidad.
Ya Federico Engels en su libro Origen de la familia, la propiedad privada y el estado (Zúrich, 1884), basándose en los estudios del antropólogo Lewis H. Morgan, demostró cómo la humanidad había pasado por distintas formas de organización y cómo la acumulación de producto excedente trajo consigo el nacimiento de las clases sociales y transformó las relaciones parentales pasando del matriarcado al patriarcado.
Como siempre, son las mismas palabras las que llevan dentro sí la semilla de su origen.
Es interesante ver lo que nos dicen desde la RAE y la etimología:
[familia -Del lat. familia.-
1. f. Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas.]
[padre -Del lat. pater, -tris.-
1. m. Varón o animal macho que ha engendrado a otro ser de su misma especie. / 2. m. Varón que ejerce las funciones de padre. / 3. m. Macho en el ganado destinado a la procreación. / 4. m. Cabeza de una descendencia, familia o pueblo.]
Familia es una palabra derivada de famulus, que significa esclavo o sirviente, y no tiene raíz indoeuropea, sino que viene de la lengua osca.
Esta palabra designó originalmente en Roma al conjunto de esclavos pertenecientes a una casa y por extensión a todos los que habitaban en ella, incluyendo a la esposa y los hijos.
Pater (al igual que mater) es una palabra que llega directamente del indoeuropeo. Derivan de allí también: patria, patricio, patriarca, patriarcado, patrón y patronal entre otras.
El pater familias era el ciudadano independiente, bajo cuyo control estaban todos los bienes y personas que pertenecían a la casa; la persona física que tenía atribuida la plena capacidad jurídica para obrar según su voluntad, y ejercer la patria potestas, sobre, respectivamente, los hijos y resto de personas que estaban sujetos a la voluntad, sobre la mujer casada, los esclavos y otros hombres. Inclusive podía desterrar del seno familiar al hijo que no le agradara o matarlo.
A su vez, los sirvientes que hacían las tareas para el pater familias eran severamente castigados si no cumplían con las expectativas de su amo y eran llevados al tripallium un yugo compuesto de tres palos en donde se ataba y azotaba al esclavo. De esa palabra y esa práctica derivó tripalliare y de allí la palabra moderna que es trabajar.
La relación con la palabra no se daba con el acto de pegarle al esclavo sino con el sufrimiento que padecía la víctima.
Cuando esta palabra comenzó a usarse, la mayoría de los esclavos trabajaban en el campo haciendo un gran esfuerzo físico y quedaban exhaustos como si los hubieran apaleado.
¿Qué diferencia hay hoy entre el pater que castigaba a un sirviente o incluso mandaba a matarlo, con las patronales que hoy -por migajas- explotan a sus obreros que cumplen sus tareas en pésimas condiciones al punto de dejar sus vidas en las máquinas y llaman a eso cínicamente “accidente de trabajo”?
¿Qué diferencia tiene hoy, luego de tantos siglos, el dolor y el sufrimiento de los esclavos con la sensación de agotamiento que trabajadores y trabajadoras tienen luego de terminar su día en la fábrica, en la escuela, en la oficina o en la obra?
Así mismo, el antiguo patriarcado, sobre el que la burguesía construyó el fundamento del patriarcado tal cual lo conocemos hoy, le dio sustento para justificar el modelo de familia que, a pesar de las “modernizaciones”, mantiene su núcleo (monogámico y heteronormativo) en que las mujeres seguimos confinadas a las tareas domésticas y el cuidado de hijas e hijos. Un trabajo (doblemente molidas en la fábrica y en la casa) que nadie paga y que el patrón se ahorra.
Y por si alguien tiene dudas, hasta hace unos años la mujer que se casaba legalmente pasaba a llevar el apellido de su marido, y nunca al revés, porque el derecho de propiedad era exclusivamente masculino.
Volviendo al comienzo: depende de nosotros y nosotras que trabajo signifique algún día felicidad y no sufrimiento y que familia y todas las relaciones humanas sean despojadas de la dependencia y las jerarquías y se funden en el afecto -en la forma que tomen-.
Y ojalá algún día en el futuro, alguien busque la etimología de estas palabras nuevamente y se horrorice de que el en los siglos XX y XXI, nos querían engañar con frases como éstas: El trabajo dignifica y La familia es la base de la sociedad. |