Cuando Norberto Rivera abogó contra el matrimonio igualitario, como lo hizo el Papa Francisco en Argentina cuando fue cardenal, y como lo hacen otros jerarcas de la Iglesia lo que defiende la Iglesia es el “orden natural” de la familia tradicional.
También hacen esto cuando agitan contra la educación sexual que, según la Iglesia mexicana, se imparte a partir de los libros de texto gratuitos.
Un orden en el cual los funcionarios de la Iglesia católica viven en el lujo y la opulencia, y constituyen una verdadera “casta parásita” no producen nada que genere riquezas. Al revés, viven gracias a que reciben millones de los gobiernos y empresarios, que se suma a las fortunas recibidas de parte de la nobleza en siglos anteriores.
Un orden que apostaron a mantener mediante el apoyo al fascismo en Alemania y en el Estado Español en el siglo XX, y a las dictaduras latinoamericanas en las décadas de 1970 y 1980.
¿Cuál es la afinidad entre la Iglesia católica y el capitalismo?
Andrea D’Atri afirma en su nota “Marxismo y religión”, “las clases dominantes utilizaron –y utilizan– la religión para mantener a las clases explotadas bajo el sometimiento, apelando a la paciencia y la mansedumbre frente a la miseria y el yugo, justificando el sufrimiento en un más allá lleno de recompensas”. En el caso de la religión católica es la Iglesia, la institución que la difunde a escala masiva.
La Iglesia predica que la pobreza es algo “natural” que no se puede cambiar, y fomenta la resignación ante la creciente degradación de la vida a la clase trabajadora y los sectores populares. Y también predica como “natural” y única forma legítima de unión aquella que se dé entre un hombre y una mujer.
Hoy esta institución milenaria defiende la sumisión de las mujeres y la comunidad sexodiversa a la heteronormatividad porque resulta útil al capitalismo, para abastecerse, por un lado, de nuevas generaciones de trabajadoras y trabajadores, por el otro, se garantiza –sin intervención estatal– una mínima manutención de quienes con la edad avanzada dejan la actividad laboral, que recaerá en sus hijos e hijas.
Al decir de Antonio Gramsci en su folleto “Americanismo y fordismo”, los métodos de trabajo bajo el capitalismo “exigen una rígida disciplina de los instintos sexuales (del sistema nervioso), o sea un fortalecimiento de la “familia” en sentido amplio (no de esta o aquella forma del sistema familiar), de la reglamentación y estabilidad de las relaciones sexuales.
Es decir, el capitalismo –desde sus orígenes hasta hoy– exige la monogamia heterosexual que garantiza que el trabajador (y la trabajadora, agregamos) no desperdicie su energía en la excitante búsqueda del placer sexual ocasional. La obrera y el obrero que van al centro de trabajo luego de una noche de “excesos” no pueden cumplir con los movimientos cronometrados de la producción que exige una mayor tasa de explotación cada vez para incrementar las ganancias de los capitalistas.
Es por eso que es indispensable incluir la separación efectiva de la Iglesia y el Estado como parte de la lucha por los derechos de las mujeres y la comunidad sexodiversa. |