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3 de noviembre de 2016 Twitter Faceboock

UN ACUERDO QUE ES CASO TESTIGO
Petroleros: ¿anticipo de una nueva oleada de flexibilización laboral?
Esteban Mercatante | @EMercatante

Con la crisis de Vaca Muerta como telón de fondo, los petroleros firmarían un acuerdo que incluye metas de productividad y cede beneficios contemplados en el convenio de trabajo. ¿Modelo para futuras negociaciones?

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El acuerdo que se está discutiendo entre el gremio petrolero neuquino -conducido por Guillermo Pereyra- y empresarios del sector para modificar las condiciones de trabajo y remuneración contempladas en el convenio laboral, va camino de convertirse en un caso testigo de los cambios en las relaciones laborales que el gobierno de Mauricio Macri aspira a extender al conjunto de los convenios.

El acta que según diversos medios suscribieron los sindicalistas (aunque continúan las negociaciones) consiste en una “adenda” (anexo) al convenio de trabajadores petroleros, que sería solo para Neuquén y en exclusivo para yacimientos no convencionales. Tiene la novedad de que ata la remuneración de los trabajadores con su productividad. Así lo expresó con entusiasmo Miguel Gutiérrez, presidente de YPF: “Por primera vez en la historia de la Argentina, firmamos con el gremio un acta con metas de producción”.

Esta es apenas una de las varias “innovaciones” respecto de lo que establece el convenio sectorial. Entre los cambios que tendrán fuerte impacto sobre los ingresos de los trabajadores, está la eliminación de las llamadas “horas taxi”: es lo que los trabajadores cobran por el tiempo que les toma el traslado hasta sus trabajos. Este punto, así como la eliminación de horas extra, llevó a manifestar al secretario general del gremio petrolero en Chubut, Jorge Ávila, que el impacto será una pérdida salarial de 30 % para los trabajadores petroleros neuquinos.

El acta no fue hecha pública, pero el diario La Nación adelantó el miércoles varios aspectos sobre el documento de 4 carillas. Según consigna este medio los gremios aceptaron que “todo personal que esté en condiciones de jubilarse” se adhiera al beneficio previsional; habilitan la reubicación de trabajadores “en forma temporal o permanente en tareas diferentes a las que venían realizando”, siempre con el fin de “evitar despidos”; admiten la ampliación de los horarios de trabajo, permitiendo que el montaje y desmontaje de equipos se lleva a cabo durante la noche, y que “en una misma operación podrán darse tareas simultáneas a los efectos de hacer más eficientes los tiempos operativos”, lo que abre las puertas de la polifuncionalidad, hasta ahora rechazada por la conducción sindical. También se prevén medidas contra el ausentismo laboral, preocupación empresaria que el presidente Macri ha hecho suya en varias oportunidades. Al respecto el documento sostiene que “las empresas se comprometen a instrumentar mecanismos necesarios para realizar los controles de ausentismo a efectos de evitar abusos que podrían generarse por boletas médicas”.

El diario Clarín, que también se refirió a la negociación en su edición del miércoles, señala que entre los aspectos negociados se encuentre el “trabajo con viento”. Hasta hoy, es el sindicato detiene sus actividades cuando considera que el viento es muy fuerte. El acto contempla que esta decisión quede a cargo de una persona por parte de la compañía y el jefe de equipo, quienes serán responsables de esa decisión.

La crisis del shale como oportunidad

Semanas atrás, durante el Coloquio de Idea, el presidente de Shell Teófilo Lacroze sostenía que “hacer pozos en Vaca Muerta cuesta 50 % más que en EE. UU.”. En el contexto de la baja del precio internacional del crudo, los CEOs petroleros afirman que ajustar costos es vital para la viabilidad de la explotación no convencional en el país, y para eso apuntan sus cañones contra los “costos” laborales.

La presión que mete sobre el sector la parálisis de Vaca Muerta, permitió que el gobierno y los empresarios lograran introducir acá una innovación que ya estaba en carpeta, y cuya importancia no puede subestimarse: que los convenios estén atados a la eficiencia y productividad. En ese sentido, podría decirse que los petroleros están jugando hoy el rol que tuvo hace veinte años el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), que abrió las puertas para el salto en la flexibilización y precarización de las condiciones de trabajo formales durante los años ’90. Esa historia, que comenzó en 1994 con el convenio entre el gremio y General Motors, y tuvo un gran hito con el acuerdo Fiat-SMATA de 1996, extendió en sucesivas oleadas los turnos variables, la polivalencia y otras formas de flexibilidad en la organización del trabajo, la flexibilidad para suspender y recortar componentes salariales, para reasignar trabajadores a otras tareas, y distribuir en el año las horas trabajadas según la conveniencia de las terminales (el "banco de horas").

Esta “modernización” de las relaciones laborales fue tomada como ejemplo, y extendida luego a otros gremios en distinta medida durante los años ’90 y los 2000.

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¿Qué implica la cláusula de productividad?

¿Por qué es tan importante la inclusión de metas de productividad? Simplemente, porque una de las claves para el acrecentamiento de la ganancia capitalista consiste en lograr que los trabajadores incrementen el volumen producido durante su jornada laboral, sin que esto redunde en un incremento equivalente en la remuneración de la fuerza de trabajo.

Para poner un ejemplo, si las cláusulas de productividad prevén que para que los trabajadores reciban 20 % de aumento en sus salarios durante los próximos 6 meses, la producción debe aumentar 30 %, y que si esto no se logra no habrá aumento salarial o este será menor a lo pautado, los empresarios se aseguran que estarán mejorando su participación en el reparto de la torta. Se trata de una modificación que promete tener efectos profundamente regresivos en el reparto del ingreso.

Apretar con incrementos de productividad -que pasan en gran medida por disciplinar a los trabajadores para que "rindan" más- es el complemento del "mandato" con el que llegó Macri, de imponer incrementos salariales "responsables" con el discurso de atacar la inflación, que este año derivará en una caída del poder adquisitivo promedio de 8 %. Un resultado que está por debajo de las aspiraciones de la clase capitalista, que deberá resignarse a que en el año electoral que se viene tampoco podrá avanzar cualitativamente por la vía de ajustar el salario. Por eso, el camino de la "productividad", usando para ellos las mesas sectoriales impulsadas en el marco del “Diálogo para la Producción y el Trabajo", puede ser la vía más promisoria que buscarán para avanzar en lo inmediato.

La burocracia sindical que se bajó del paro a cambio de un bono miserable que cobrarán menos de la mitad de los trabajadores, seguramente estará dispuesta a acompañar estas demandas.

Productividad, también se escribe con K

Si bien es una novedad la inclusión explícita de metas de productividad, no puede decirse que sea algo enteramente ajeno a lo que estuvo sucediendo en las relaciones laborales en tiempos recientes.

A pesar de las lágrimas de cocodrilo derramadas por los empresarios y los medios que ofician de sus voceros respecto al crecimiento del ausentismo y la “indisciplina” laboral, existen numerosas muestras de que durante la fase expansiva de la posconvertibilidad (2003-2011, con excepción del período entre el cuarto trimestre de 2008 y el año 2009 cuando impactó la Gran Recesión internacional) las patronales lograron incluir en los convenios numerosas cláusulas tendientes a mejorar la productividad. Esto habría permitido a los empresarios resarcirse parcialmente del mayor costo que les implicaban los aumentos salariales. Entre 2003 y 2011, la productividad horaria en la industria se incrementó un 60 %. Esto permitió que los aumentos salariales otorgados durante dichos años, no se tradujeran en un incremento proporcional del costo salarial por unidad de producto, que tuvo un incremento mucho menor.

Como analizamos en el libro La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo, en este resultado la inversión en nuevos medios de producción “no parece haber jugado un rol tan importante”; en cambio, “resultó mucho más relevante la intensificación de los ritmos y otras transformaciones de los procesos productivos” (p. 50). Para esto fue crucial “la preservación del núcleo duro de las conquistas noventistas en términos de flexibilización y precariedad”, gracias a lo cual “se pudo mantener e incluso extender un régimen laboral con amplias ventajas para arrancar mayores rendimientos por unidad de salario”.

En ese sentido, el nuevo salto que ahora se propone realizar Cambiemos en el ajuste de tuercas sobre los trabajadores incluyendo objetivos explícitos de productividad, para alcanzar el sueño eterno de la Argentina competitiva, se apoya sobre la “pesada herencia” que dejó el kirchnerismo, en este caso muy favorable para la clase capitalista y los objetivos de Macri: la preservación de la condiciones de flexibilidad laboral, que se llevó a cabo mientras se afirmaba que se estaba haciendo lo contrario.

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