Foto: Amnistía Internacional
“Estaba en una silla de aluminio, con una abertura en el asiento. Me sujetaron por los hombros y las piernas, me agarraron los testículos con los alicates y pegaron dos tirones. El dolor era indescriptible”.
Este es el relato de uno de los tantos testimonios que se recoge en el informe “Hotspot Italia: Cómo el enfoque principal de la UE lleva a violaciones de los derechos de refugiados e inmigrantes” de Amnistia Internacional.
No hacen falta más palabras para describir el tipo de trato que reciben los inmigrantes cuando llegan a Europa. Las palizas, descargas eléctricas y humillación sexual son algunos de los métodos que usa la policía en los hotspots - centros de retención, identificación y registro de inmigrantes- para obtener a la fuerza las huellas dactilares de las personas que llegan a las costas italianas.
Mediante más de 170 entrevistas, Amnistía Internacional denuncia el abuso de las fuerzas policiales, las detenciones arbitrarias y expulsiones colectivas, a la vez que detalla graves casos de tortura y vejaciones hacia hombres, mujeres, e incluso a niños y niñas.
Los hotspots: centros de detención y de deportaciones masivas
En el año 2015 la Comisión Europea pidió la instalación inmediata de hotspots en Grecia e Italia ante el aumento de flujo migratorio en estos puntos, ya que son los principales focos de entrada a Europa.
El objetivo de los mismos se vendió como un hipócrita “compromiso de solidaridad” junto al ridículo plan de reubicación de refugiados de la Unión Europea. Sin embargo, poniendo sobre la mesa las cifras se desenmascara rápido su falsedad. A día de hoy solo se reubicaron unas 5.700 personas de las que llegaron por Italia y Grecia.
De Italia solo se permitió el acceso de 1.200 de las 40.000 personas a las que se había comprometido la Unión Europea. Una cifra ínfima teniendo en cuenta que durante este año llegaron a Italia por mar más de 150.000 personas.
De manera que los hotspots sirven únicamente como mecanismo de retención, control y posterior expulsión de inmigrantes, en donde si hace falta se va a hacer uso de la fuerza y de métodos coercitivos.
En los mismos se realiza un proceso de selección para determinar quién es apto y quién no para solicitar el derecho a asilo y quedarse en Europa. Por una parte, se separa a inmigrantes “económicos” y refugiados con una tramposa categoría que deja fuera a millones de personas que, sencillamente, huyen de la extrema pobreza.
Por la otra, los procedimientos empleados hasta incumplen la legislación internacional con respecto a los derechos más básicos de las personas refugiadas. Son los agentes policiales, sin ningún tipo de formación, los que deciden arbitrariamente qué personas pueden recibir protección y cuáles no. Para las personas a las que se les deniega este derecho, se dictan órdenes de expulsión inmediata -incluida la repatriación forzada y sin ningún tipo de garantía-, aunque puedan correr el riesgo de persecución, tortura y/o de perder su vida si vuelven a su país.
Siguen aumentando diariamente las muertes en el Mediterráneo
Paradójicamente, el mismo día que Amnistía Internacional presentaba este informe se conocía la trágica noticia de la desaparición de más de 200 personas por dos naufragios cerca de la costa de Libia.
La ruta de del Mediterráneo central por Libia hacia las costas italianas es una de las más peligrosas y mortíferas para llegar a Europa. Sin embargo, después del cierre de la ruta balcánica y del acuerdo de la UE con Turquía que permite la deportación a este país de las personas llegadas a Grecia, ésta es cada vez más frecuentada.
Según la Organización Internacional para las Migraciones, solo en 2016 ya son más de 3.930 personas las que perdieron su vida en el Mediterráneo, a las que habría que sumar los últimos 200. Una cifra record que ya supera la de los últimos años, y que sigue aumentando día a día.
Mientras miles mueren en el mar, en el que ya se conoce como cementerio del Mediterráneo, a los que consiguen llegar vivos les cierran las fronteras, los torturan y los maltratan para después deportarlos. Paradójico, o más bien un reflejo de la verdadera cara de la Unión Europea xenófoba y criminal. |