Nicolás Pacheco mira en un portarretrato la foto de un hombre. Se saca la camisa, se pone una camiseta de Racing, el pantalón del pijama, se acuesta y apaga la luz. Cuando despierta, está en el Cilindro, recostado sobre las plateas. La cancha está vacía. A su lado, hay un pequeño cofre. Nicolás baja los escalones a las corridas, entra al campo de juego y, de rodillas, esparce el polvo de la cajita sobre el césped del Cilindro. De pronto, el hombre del portaretrato aparece bajo uno de los arcos, vestido con una camiseta de piqué celeste y blanca con la 7 en la espalda. Nicolás corre para abrazarlo y con el abrazo vuelve a la cama. La imagen funde a negro y aparece una leyenda en letras blancas: “Gracias a mi viejo”.
El cortometraje ganó en 2011 el concurso “El fútbol y otras pasiones argentinas”, que organizó el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales junto al programa Fútbol para Todos. Dura tres minutos con 26 segundos (se puede ver en You Tube) y fue escrito por Leandro Peredo. La canción que se escucha de fondo es Albiceleste’s Dreams, una creación de Person, cantante y baterista de Super Ratones, de cuya muerte se cumplió un año el último 3 de noviembre. El hombre del portaretrato es Miguel Pacheco y lo que luce es una reliquia: se trata de una camiseta que Oreste Osmar Corbatta usó en 1962, su último año como jugador de Racing. Y el chico del sueño –el protagonista- es su hijo en el corto y en la vida real, Nicolás Pacheco, asesinado la madrugada del 24 de enero de 2013 en la sede que Racing tiene en Villa del Parque, ubicada en Nogotá 3045. Nicolás dirigía el sitio web Racing o Nada y conducía el programa radial del mismo nombre. Era socio, hincha, periodista partidario, y un habitué de la sede porteña de Racing. Estudiaba producción de radio y televisión en la escuela Eter, donde además tenía un programa de radio. Hasta que su cuerpo apareció en el fondo de la pileta del club.
Tres años después del episodio, el juicio oral por el crimen de Nicolás tendrá su primera audiencia este jueves 10 de noviembre y estará a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal Nº23, integrado por los jueces Carlos Rengel Mirat, Luis María Rizzi y María Cecilia Maiza. Hay tres procesados por homicidio simple –con penas que van de los ocho a los 25 años-, y serán los que tendrán que sentarse en el banquillo de los acusados a partir de esta semana: Enrique Rulet (31 años, “El Boxeador”), Aníbal Domínguez Butler (59, “El Vaquero”) y Juan Carlos Rodríguez (25, “El Turu”). A Patricio Gerson, de 32 años, imputado en un principio por encubrimiento, le otorgaron el sobreseimiento en instancia de Casación.
Hasta hace un tiempo, denunciaban familiares y amigos de Nicolás, a Butler, el Vaquero, se lo podía ver en la zona de la platea A, uno de los sectores más caros de la cancha, los días de partidos. Todos los acusados, miembros o al menos cercanos a los Racing Stones, conocían a Nicolás, que frecuentaba al grupo. Butler y Gerson vivían (literalmente) en la sede de Villa del Parque. La noche previa al crimen se habían juntado para comer un asado. Eloy, hermano de Nicolás, también estuvo ahí. Pero dejó el lugar un rato después de la medianoche sin poder imaginar lo que se avecinaba.
El relato inicial fue burdo, la instalación de que se trató de un accidente. Rubén Guevara, encargado de la sede de Racing, fue uno de los primeros en insistir con la versión. Pero la mentira se derrumbó a las pocas horas. Una vecina declaró que escuchó gritos y discusiones cerca de las 4 de la madrugada, al menos dos horas y media antes de que se encontrara a Nicolás al fondo de la pileta. Y la autopsia determinó que no tenía agua en los pulmones. No había muerto ahogado, sino por una fractura de cráneo, producto de los golpes recibidos previamente a ser arrojado al agua. Así lo determinó el fiscal que llevó a cabo la instrucción del caso, Marcelo Retes.
Villa del Parque era territorio de Gastón Cogorno, entonces presidente de Racing. Antes de llegar a ese cargo, él mismo manejaba la sede mientras el que conducía el club era Rodolfo Molina, quien primero ungió y luego enfrentó a Cogorno desde una de las vicepresidencias, una lucha interna que se pareció a un House of Card berreta. Mientras se peleaban, eso sí, nadie movía un dedo para ayudar a esclarecer el crimen de Nicolás. Fue tal la disputa entre Cogorno y Molina, que los dos tuvieron que renunciar ese mismo año. Víctor Blanco asumió como presidente. Pero la actitud del club no cambió. No hubo siquiera un sumario interno. Tampoco hubo respuestas al reclamo de una asamblea extraordinaria que tratara el tema. El crimen de Nicolás quedó envuelto en un silencio oficial, una especie de tabú para Racing que sólo rompían una bandera pidiendo justicia desde una tribuna, un hashtag en Twitter, la lucha de amigos y familiares, los hinchas sin temores, y unos pocos periodistas –partidarios y no partidarios- que visibilizaban la cuestión.
Una baldosa en la puerta de sede pide memoria, verdad justicia por Nicolás. Y un mural sobre la calle Helguera, atacado el año pasado, también lo recuerda. El 14 de diciembre de 2014, el día en que Racing fue campeón de la mano de Diego Milito, el equipo salió a la cancha con una remera que reclamaba justicia. Pero amigos y familiares sostienen que la dirigencia se mantuvo lejos del caso. “Si Racing como institución hubiese acompañado como corresponde por un socio asesinado en una de sus sedes, nosotros hubiésemos resuelto el caso con mayor celeridad”, dijo Estela Gómez, la mamá.
Sea por lo deportivo, lo económico o lo institucional, aunque pueda haber críticas y matices, aunque tenga la interna de su barra brava en ebullición, Racing es un club que está lejos de sus peores años. Pero el crimen de Nicolás es su mayor deuda de estos tiempos. Una deuda –una mancha- que requiere un mayor compromiso de los dirigentes. Y que hasta merecería –todavía se está a tiempo- un desagravio a la víctima y sus familiares. El mismo día en que fue asesinado Nicolás, Racing presentó su nuevo modelo de camiseta en Mar del Plata. Hubo baile, promotoras y papelitos de colores. A Nicolás todavía no lo habían podido velar.